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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en La Meseta de Requena-Utiel /Javier Armero Iranzo. Martes 17 de mayo de 2016 

Llueve en estos momentos sobre Requena. Aunque este artículo saldrá publicado en la revista digital de Requena, requena.revistalocal.es, el martes 17 de mayo

para cumplir con la cadencia quincenal que acostumbro lo acabo de escribir ahora (8 de mayo). Hace unas horas que vine de los estanques de El Pontón, y lo hice muy contento, la verdad.

No es para menos. Ayer mismo, a última hora, apenas había algún charco en el balsón de mayor tamaño. Estaba prácticamente seco. Hoy, ofrecía otro aspecto. Con las lluvias de esta noche, gran parte de su superficie al menos ofrecía una delgada pero extensa lámina de agua que puede ser todavía mayor si continua lloviendo unos días más como lo está haciendo ahora.

El agua es la vida; y lo es especialmente para aquellas personas que viven del campo. Los cultivos están este año realmente amenazados por la escasez de precipitaciones. Y de ellos depende la economía de tantas y tantas personas en nuestra comarca. La situación es muy delicada y soy plenamente consciente de ello. Esta temporada es realmente seca; apenas ha llovido nada y los campos muestran un estrés hídrico especialmente grave. ¡Qué les voy a contar yo si ustedes son agricultores!

Estos estanques constituyen uno de mis lugares clásicos de observación de aves de la Meseta de Requena-Utiel. Me refiero a unos balsones de riego próximos a la pedanía requenense de El Pontón. Prácticamente me acerco a ellos cada semana para censar sus aves acuáticas y disfrutar de su observación. Pero la verdad es que el aspecto que ofrecían en el último mes era desolador. Fueron vaciados hace poco para poder regar los viñedos de Campo Arcís, que necesitaban urgentemente agua. El agua de este fin de semana (el del 7 y 8) ha sido providencial; para agricultores y también para la naturaleza. Aún debería caer mucho más, desde luego, pero algo es algo.

Quizás les llame la atención que dedique un artículo del Cuaderno de Campo para referirme a la afección que esta pertinaz sequía produce a las aves silvestres, y en concreto, a las que habitualmente utilizan los estanques de riego situados en la pedanía requenense de El Pontón para llevar a cabo sus procesos vitales. En ningún caso pretendo comparar la importancia que tienen estas aguas para la vida de los agricultores con la de las aves. Ellos necesitan el agua para poder llevar a cabo uno de los más sagrados de sus derechos, que es el del trabajo. Las aves, por su parte, requieren disponer también de unos caudales mínimos del líquido elemento y así permanecer en este paraje. Son dos problemas muy diferentes, no comparables, y con un mismo causante: la falta de lluvias.

En estos escritos que vengo haciendo desde hace unos meses para esta revista trato de dar a conocer al público en general los valores naturales que tenemos en la comarca así como de sensibilizar ante las distintas problemáticas que les afectan. Pienso que para llegar a conservar ese rico patrimonio hace falta primero conocerlo. Conocer es fundamental, para valorar; para poner en su lugar aquello que se presenta. El amor hacia la naturaleza, por otra parte, es una consecuencia de lo que se conoce. Y el amor también es voluntad. Se protege aquello que se ama. Se protege a nuestros hijos, a nuestro trabajo, a nuestra casa; y por supuesto a ese medio ambiente en donde vivimos.

Por todo ello, me veo obligado a escribir sobre este paraje que está pasando ahora malos momentos por esta terrible sequía y que sólo ligeramente calma esta lluvia. Son los estanques de riego que hay situados entre las aldeas requenenses de El Pontón y El Azagador. Me gustaría transmitirles a ustedes el grandísimo valor que para la biodiversidad tienen estos balsones artificiales, especialmente en lo que respecta a las aves acuáticas.

Estos estanques se hallan situados junto a la carretera local CV-450, conocida por el paisanaje local como “la blanca” y que une las localidades de El Pontón (Requena) y Utiel, en plena vega agrícola del río Magro. La Comunidad de Regantes de Campo Arcís lleva su gestión y manejo y las utiliza para almacenar agua que luego utilizará para regar una superficie de viñedo de unas 820 hectáreas, aproximadamente, en el entorno agrario de esa pedanía, perteneciente también al término municipal de Requena.

Las aguas de las que se nutre provienen del río Magro y son conducidas a través de la denominada Acequia del Campo desde un azud situado junto el caserío de Los Tunos. Para el llenado de los estanques solamente se aprovecha el agua que llega sobrante de esta acequia después de haber sido utilizada por los regantes de La Vega.

El balsón más pequeño, de una superficie aproximada de una hectárea y media, se construyó durante la década de los años 60 del siglo pasado, y es conocido por muchos agricultores locales con el curioso nombre de Lagueti. Tiene un aspecto más naturalizado que el otro estanque ya que su lecho es de tierra compactada. El perímetro, también de tierra, se halla reforzado por bloques de piedra entre los cuales crece una cierta vegetación herbácea y arbustiva. Además, en determinados sectores, crecen plantas palustres típicas de la orilla de ríos o de zonas húmedas. Así, hay una cierta cobertura vegetal muy querenciosa para las aves acuáticas y que está formada por carrizos, Phragmites australis, y eneas, Typha latifolia, e incluso cuenta con cierto porte arbóreo en algunos sectores al presentar algún  taray, Tamarix sp., o sauce, Salix sp.

El estanque de mayor tamaño, de unas 5,6 hectáreas de superficie y de 252.284 m3 de capacidad, es de construcción más reciente. Se terminó de construir en 2002 y su aspecto está mucho menos integrado en el paisaje que el otro ya que su vaso está totalmente asfaltado, lo que impide el crecimiento de un cinturón verde en su perímetro.

Personalmente conozco la existencia de este lugar desde el verano de 1985, en que siendo un crío aún y de manera casual, descubrí la existencia del lagueti, y en donde pude contemplar en sus riberas a un grupito de aves acuáticas. Años después y con la experiencia que fui adquiriendo, llegué a la conclusión de que esas debían ser andarríos grandes, por los apuntes anatómicos que pude cogerles. Aquella escena me marcó para siempre. Me quedé tan prendado de ver aquellas aves, para mí totalmente desconocidas en unos medios agrícolas en que nunca hubiera imaginado que ese tipo de animales pudieran darse por Requena, que olvidé allí mis prismáticos colgados de un almendro cercano; prismáticos que me habían regalado mis padres por aquel entonces después de darles la tabarra durante mucho tiempo. Afortunadamente cuando caí en la cuenta volví apresuradamente a por ellos; y allí seguían. A día de hoy, aún los conservo, aunque solo sirvan ya como recuerdo de aquellos maravillosos años de aprendizaje e ilusión por emular al ídolo televisivo, Félix Rodríguez de la Fuente.

Desde entonces, han sido cientos de visitas las que he hecho a este paraje. Y no sólo yo, desde luego. Muchísimos ornitólogos de la comarca e incluso venidos de fuera han acudido a observar, censar o simplemente a descubrir los valores ornitológicos que estos embalsamientos de agua atesoran. Y no es una exageración, ni mucho menos. La escasez de humedales en las tierras de interior de la Comunitat Valenciana hace de estos estanques uno de los mejores lugares en ese ámbito geográfico para este tipo de aves. De hecho podría asegurar sin temor a equivocarme que no hay otro lugar como este, ya no solo en La Meseta de Requena-Utiel, sino en ninguna de las comarcas limítrofes como La Serranía, La Hoya de Buñol o El Valle de Ayora-Cofrentes, o incluso en otras aún más lejanas.

Hoy no solo la lluvia ha sido noticia aquí. A primera hora de la mañana, mi amigo Rafa Muñoz, descubría  una especie nueva de ave para este paraje: una espátula común, Platalea leucorodia. Se trata de una bella ave zancuda dotada de un pico grande y con forma aplanada que le ha valido ese nombre tan apropiado. Ha llegado aquí esta misma noche. Y ha debido ser así porque al atardecer de la víspera no estaba. Es como si la lluvia la hubiera hecho parar en su viaje migratorio hacia otros lugares. A nivel comarcal solamente se contaba con dos citas previas de esta especie: en mayo de 1997, en que dos ejemplares juveniles recalaron desnutridas en Requena y Utiel, respectivamente, y en julio de 2014 en que Pablo Ruiz detectó un ejemplar en vuelo sobre el barrio de la Villa de Requena.

Con los datos aportados por los distintos miembros de la delegación comarcal en Requena-Utiel de la Societat Valenciana d’Ornitologia en los últimos 25 años, se ha podido cuantificar en 176 el número de especies de aves citadas en esta localidad.

Un valor elevadísimo si tenemos en cuenta que se halla situada en medio de una planicie eminentemente agraria. Quizás por eso mismo estos puntos de agua suponen un atractivo visual de primer orden para muchas aves que, como la espátula de hoy, atraviesan la comarca durante las fechas típicas de la migración. Estos animales utilizan los estanques para descansar y reponer las fuerzas que necesitarán para proseguir sus viajes hacia sus localidades de cría, si van hacia el norte, o sus cuarteles de invernada si se dirigen hacia el sur. Esa, sin duda, es una de las principales razones de ese alto número de especies citadas aquí.

Pero también hay aves que se quedan a pasar la invernada, e incluso hay otras que llegan a criar, si las condiciones hídricas lo permiten. Lógicamente, de toda esta enorme diversidad ornítica no se puede profundizar en un artículo de estas dimensiones. Pero sí quería citar alguna de las especies más interesantes que se pueden observar aquí a lo largo de un ciclo anual.

Empezaré hablando de uno de los grupos de aves ligadas a las zonas húmedas más populares: las anátidas. Hasta 16 especies de patos diferentes se han podido avistar aquí. Cifra altísima que sorprendería a más de un ornitólogo. Ánades como los azulones (los más comunes y que llegan a nidificar), los silbones, los rabudos, los frisos ,las cercetas (comunes y carretonas), los cucharas; porrones como los europeos o los más raros moñudos; patos colorados; tarros, como el blanco (que llegó a criar aquí en la temporada pasada) o el canelo, (escapado de cautividad); o incluso se han obtenido registros curiosos de anátidas de dudosos orígenes como pueden ser la malvasía canela, el joyuyo, la cerceta americana o hasta un individuo híbrido de cuchara común con cerceta aliazul.

Aves que un profano a la ornitología podría confundir con los patos son las que integran la familia Podicipedidae, esto es, los zampullines y los somormujos. De los primeros el más numeroso es el común, que llega a ser un reproductor habitual aquí. Más raro es el cuellinegro, que se cita principalmente en el período postnupcial, aunque también en el prenupcial e incluso durante la invernada. El somormujo lavanco, por su parte, no se detecta todos los años y su presencia se ajusta únicamente a los períodos migratorios.

El cormorán grande es un invernante y migrante habitual escaso en El Pontón. Se cita todos los años, pero siempre en bajo número. De las garzas se han podido registrar aquí la totalidad de especies que habitan la península Ibérica salvo el avetoro: garza real, garza imperial, garcilla bueyera, garcilla cangrejera, garceta común,  garceta grande, martinete y avetorillo. Incluso se dispone de una observación de un ejemplar híbrido entre garceta común y garceta dimorfa. El período de presencia de cada una de ellas es, normalmente corto y ninguna de ellas llega a criar. De todas ellas, la garza real es la más habitual. Otras aves zancudas que han recalado en estos balsones durante sus movimientos de trasiego hacia otras localidades han sido la cigüeña blanca, el morito y el flamenco.

Entre los integrantes de la familia Rallidae se dan dos especies ciertamente comunes aquí, la gallineta común y la focha común, especialmente la primera. Ambas llegan a nidificar, aunque la segunda no lo hace todos los años ya que es más exigente con la variabilidad del nivel de las aguas. También se pudo observar en una ocasión un ejemplar de otro tipo de  focha, pero muchísimo más rara a nivel nacional: la moruna.

De aves limícolas se han obtenido registros de hasta 26 especies diferentes. Dato impresionante, extraordinario en las comarcas del interior valenciano, y que avala una vez más la incuestionable importancia de este enclave. De estas se llegan a reproducir la cigüeñuela y el chorlitejo chico, y el resto se citan tanto en los pasos migratorios como en la invernada, en que recalan aquí pudiendo permanecer un número muy variable de días. Son las siguientes especies: avoceta común, alcaraván común, canastera común, chorlitejo grande, chorlitejo patinegro, chorlito dorado europeo, avefría europea, correlimos tridáctilo, correlimos menudo, correlimos de Temmink, correlimos zarapitín, correlimos común , combatiente, agachadiza común, aguja colinegra, aguja colipinta, andarríos chico, andarríos grande, archibebe oscuro, archibebe claro, archibebe fino, andarríos bastardo, archibebe común, y falaropo picogrueso.

En lo que respecta a gaviotas, charranes y fumareles, también se han podido registrar varias especies. En concreto: gaviotas patiamarilla, reidora y enana; charrán común; y fumareles común y cariblanco.

Del resto de grupos taxonómicos destaco la presencia en ocasiones, eso sí, muy puntuales de aves rapaces ligadas a las zonas húmedas y tan espectaculares como el águila pescadora o el aguilucho lagunero occidental. Y por supuesto de pájaros de requerimientos palustres que encuentran en estos embalsamientos de aguas un lugar adecuado para pasar una cierta temporada. Sería el caso por ejemplo del escribano palustre, el carricerín real, el bisbita alpino o la lavandera boyera, entre los más destacados.

Hay, además, de las aves, otros tipos de animales que frecuentan estos balsones. Voy a citar únicamente a los murciélagos entre los vertebrados y a las libélulas entre los invertebrados. He decir que las concentraciones más grandes de murciélagos que he visto en la comarca han sido aquí, poco antes del amanecer, principalmente. Es realmente espectacular poder contemplar como hasta varios centenares de quirópteros de distintas especies acuden aquí para alimentarse del rico plancton aéreo.

Para el caso de las libélulas, los estanques suponen un lugar ideal para realizar sus puestas. Así, son varias las especies que se reproducen aquí como Orthetrum cancellatum, Orthetrum brunneum, Anax imperator, Anax ephippiger o Crocothemis erythraea.  En algún caso, además,  con números cifrados en miles y únicos en toda la demarcación, como ocurre con Enallagma cyathigerum o Sympetrum foscolombii.

Desde luego el valor de su biodiversidad de estos estanques de riego es muy grande y así quiero transmitirlo. Repito; esa es la misión de este tipo de artículos. Que la gente sepa más de su medio natural y de su problemática.

Pero a pesar de esta cantidad de registros efectuados en todos estos años me da mucha pena ver un lugar de semejante importancia tan abandonado a su suerte. Creo que la Administración Pública debería tener en cuenta su valía y realizar las gestiones necesarias para su protección y que su conservación futura se garantice.

Los estanques de El Pontón son merecedores de una figura de protección legal. Habría que ver cuál es la más adecuada: Reserva de Fauna Silvestre, Zona Húmeda recogida en el Catálogo Oficial de la Comunitat Valenciana, Paraje Natural Municipal, o quizás otra. Pero desde luego no se puede obviar su necesaria preservación. Y por supuesto contando con la Comunidad de Regantes de Campo Arcís, con la premisa imprescindible de que a ella no le falte ni una gota de agua. Por supuesto. No lo podría entender de otra manera.

El objetivo fundamental de la inclusión de estos estanques bajo una figura de protección legal es el de asegurar unos mínimos níveles hídricos que hagan compatible el uso agrícola para el cual fueron creados, con la conservación de los valores naturales que albergan. De esta manera, sucesos como el total vaciado ocurrido este año, y que también ha llegado a suceder en otros, no volverían a repetirse. Con un correcto plan de gestión de este humedal se debería garantizar un nivel ecológico de agua durante todo el año, especialmente durante la época de reproducción, que evitase su desecación total.

Estoy convencido que con una catalogación legal del paraje, con un reconocimiento oficial de su importancia para el medio natural, los regantes se podrían beneficiar de conseguir más agua para su uso. Les podría llegar más agua que la que actualmente reciben. Y los animales, además, se asegurarían tener un nivel mínimo ecológico necesario para sus necesidades vitales.  Creo que esa es la solución ideal que agradaría tanto a los agricultores como a la biodiversidad. Simplemente significaría una mejor gestión del agua del río Magro.

Pero para ello habría que involucrar a la Comunidad de Regantes de Campo Arcís, al Ayuntamiento de Requena, a la  Conselleria de Agricuiltura, Medi Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural (Generalitat Valenciana) y a la Confederación Hidrográfica del Júcar (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente) para buscar la solución adecuada.

Mientras tanto, no queda otra que mirar al cielo y esperar que vuelva a llover.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a los miembros de la delegación comarcal en Requena-Utiel de la Societat Valenciana d’Ornitologia por su trabajo en favor de nuestra biodiversidad.

 

 

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