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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG
Han cambiado muchas cosas en estos meses; al menos, esto es lo aparente, pues quizás un análisis en profundidad pueda revelar ciertas sorpresas, incluso para aquellos que se auto-

proclaman la avanzadilla de un nuevo modelo de relaciones políticas. Uno de los perfiles más cacareados de este nuevo modelo implica la destrucción del tenido por viejo y arcaizante. Se entiende que lo nuevo posee ingredientes de mayor calidad con respecto a lo antiguo. Antiguos y modernos, pero con la idea de laminar lo antiguo a manos de lo moderno, de la nueva política.
Uno de los pensadores más influyentes en la evolución de las ciencias sociales y de la historia en la post-guerra mundial fue Nobert Elías, con su magno El proceso de civilización, obra que recomiendo a todos los que deseen conocer y reflexionar acerca de la conformación de nuestra manera de ser, de las actitudes, comportamientos y mentalidades de cualquier europeo. Pero hoy nos interesa una historia que relata Elías en otra obra, en Sobre el tiempo, y que puede ser ilustrativa de las situación en la que vivimos. Es más, puede iluminar el presente con luz renovada y aclarar mejor los perfiles inciertos del futuro.

Esta es la historia. Una grupo de hombres ascienden día a día en el interior de una torre. La primera generación de estos seres humanos logra alcanzar la planta 5; la planta 7 fue la meta de la segunda generación, pero con costes tremendos.La tercera generación logró ascender a la número 10. Todo un éxito, un gran éxito. Los siglos pasaron, pasaron con ellos las generaciones y se alcanzó la planta 100. De pronto, una combinación de errores provocó un auténtico desastre: la escalera se hundió. Era imposible ascender más allá en el edificio. Las nuevas generaciones se quedaron en la planta 100. Incluso cambiaron totalmente su percepción del tiempo pasado y presente, llegando a olvidar que sus antepasados habían desarrollado su vida en plantas inferiores a la que ahora ocupaban. El colmo fue que llegaron a olvidar cómo, a través de qué mecanismos habían logrado el ascenso en la escalera. La perspectiva cambió, se veían a sí mismos y al mundo desde esa planta. Más aún, recuerda Elías, «consideraban como simplemente humanas las representaciones que se hacían desde la perspectiva de su planta».

Encerrados en esa planta 100 tenemos a  grupos muy diferentes entre sí. Dos de ellos están formados por élites jóvenes, insertas en la estructura y dinámica de dos viejos partidos, que participan en la construcción de ese imaginario de la democracia, sin ser plenamente conscientes de cómo han llegado a esa altura y olvidando que buena parte de la escalera se ha derrumbado. Como mucho, elaboran discursos de supuestas legitimidades, con argumentos parlamentaristas y con términos tan hueros y maleables como «cambio», «mayoría» o «mandato popular».

En el piso hay otras élites jóvenes, son aquellas que están en los  partidos nuevos, las únicas que recuerdan cómo han llegado hasta esa altura, aunque todavía creen que la escalera sigue en pie tal cual. Unas han alcanzado la cima por la vía de la defensa de la igualdad de todos los ciudadanos después de haber sufrido la política excluyente de elites nacionalistas, que también han construido, por cierto que con total impunidad y durante más de treinta años, naciones con derechos históricos desde la idílica perspectiva de una esquina de esa última planta. Los recién llegados confían en que el mercado, los aires europeos y la liberalización, alivie las penas y diluya los espasmos fascistoides de los iluminados por el dogma nacional. No será tarea fácil.

Otras elites jóvenes han alcanzado la cima por la vía de la defensa de la igualdad de toda la gente, después de haber participado y domesticado las protestas masivas del 15M ante el imparable avance de la pobreza y el gravísimo deterioro de las condiciones laborales de la gran mayoría de los trabajadores, pero prefieren ignorar la política excluyente de sus colegas nacional-iluminados. Buscan aliarse con ellos si fuera necesario en aras de su objetivo: la conquista del poder.

Están precisamente ahí, en la planta 100, encerrados en lo más alto de la torre. Un esfuerzo inútil para resolver un problema que en el fondo es simple, escribió Elías, una prueba de que se olvida el pasado social. En lugar de recuperar el pasado y estudiarlo con ojos críticos, se reinventa o recrea sobre fantasmagorías. No interesa el pasado; si interesara todos se pondrían manos a la obra: reconstruir la escalera, apreciando los logros de las antiguas generaciones y haciendo crítica de sus errores. No, en lugar de esto se está en otros temas. Quizás tenía razón Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache:

“Todo anda revuelto, todo apriesa, todo enmarañado. No hallarás hombre con hombre; todos vivimos en acechanzas los unos de los otros, como el gato para el ratón o la araña para la culebra, que, hallándola, descuidada, se deja colgar de un hilo y, asiéndola por la cerviz, la aprieta fuertemente, no apartándose della hasta que con su ponzoña la mata…”

Al fin y al cabo, elites. Los de abajo, aquellos que no hemos escalado a la planta 100, seremos los que reconstruiremos la escalera y rescataremos de su pasmo a esos grupos elitistas. Veremos.

En Los Ruices, a 5 de abril de 2016.

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