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Requena (21/12/17) LA BITÁCORA.-JCPG
La política ha hecho desde hace meses suya una terminología que acabará por estar manoseada: “la España vacía”. Desde que Sergio del Molino elevara a los altares ensayísticos el término, parece que el universo de la política ha entronizado el nuevo concepto. Aunque fuera realmente ya bastante antiguo, por lo menos desde que el tirón del desarrollismo franquista lanzara a una parte de los españoles a la España llena. Un desequilibrio total del que ahora se empiezan a vivir sus consecuencias.

Bajo este emblema del franquismo se escondía la cruda realidad: unas décadas durísimas, de salarios bajos, ideales para la inversión extranjera. El sacrificio de millones de españoles hizo posible el denominado “milagro”. Detrás había otras realidades, menos optimistas. El franquismo, y sus ondas, sacrificaron el mundo rural en los altares del crecimiento de la periferia, quizás para exorcizar el fantasma de los nacionalismo disgregadores, ligados a la burguesía; un fenómeno que finalmente nos ha alcanzado hoy. Fotografía de arteHistoria.
Hace tiempo que pasó la época del romanticismo asociado a los pueblos, de aquel embellecimiento literario de los pueblos. El abandono empieza a hacer mella en ellos. Todos estamos pendientes de saber responder a la pregunta de cómo detener el proceso, e incluso de cómo actuar para revertirlo. Preguntas tan complejas, que yo no soy capaz de responder, ni siquiera, por el momento de intentar buscar salidas.
Estos días, en un país que vive pendiente de lo que deciden los catalanes, un país al que la información sobre ese Noreste de su territorio se le sale por las orejas, se cuela en los noticieros la información de sucesos. Viene siempre en la parte final, antes de iniciar la matraca futbolera, que es lo mismo que decir que hablan y hablan sobre Ronaldo y Messi, que deben de ser dos tipos muy importantes. La figura de Igor el Ruso ha centrado bastantes minutos. No es para menos, dado su sangriento historial, repleto de muertes en Italia y tres, como mínimo en España -a la espera que se aclare su participación o no en la muerte de la pareja de jóvenes del pantano de Susqueda. Un pájaro de cuidado. Salido de las entrañas de la España vacía.
La España vacía tiene muchas sorpresas que producir. Todavía. Lo dice del Molino en su libro. Pero se están produciendo ya muchas de ellas. Y una es la de igor el Ruso. Este hombre, llegado de las interioridades de la Europa oriental, ha encontrado cobijo en la despoblada provincia de Teruel. No es que viviera a sus anchas, pero ha podido zafarse de la policía durante algún tiempo. Tenemos suerte: no ha sido una resurrección de Puerto Hurraco; era un extranjero buscando un escondite. No es la España vacía vomitando otra vez su ira sobre el mundo moderno. Es el mundo moderno el que ha diseñado a Igor.
El mundo moderno quebró el “paraíso” comunista de Europa oriental y ha producido la escoria de las mafias como producto degenerado de un sistema anclado en las nomenclaturas y cultivador de la post-verdad antes de que la nueva palabra de la RAE adquiriera curso legal en el diccionario.

Fuente: Antena 3 TV. En apariencia un tipo normal, como cualquiera. Sólo en apariencia. Los asesinos raramente tienen una apariencia diferente a los seres virtuosos.
Los acontecimientos han tenido lugar en la España rural despoblada. Aquí ya no se oyen las cuadrillas de segadores ni de vendimiadores dedicados a la tarea. Se oye algún coche, máquinas trabajando en el campo. Estos son los sonidos que son más audibles. Hay otros más preocupantes: los que proceden del absoluto silencio. Los que quedan cuando los agricultores y los ganaderos vuelven a casa y abandonan las aldeas y pueblos. Es el sonido de la despoblación. Lugares otrora llenos de gente, de tractores, de mulos, de mujeres que iban y venían a la tienda. Los corrillos en la tienda de Hernán, la misma que luego llevaron Tere y Ángel. El bar lleno de gente tomando vermú, jugando al tute y a la brisca, con el cura -un don Vicente entrado en carnes, macizo y bajito- que, una vez terminada la partida, se llevaba a los jugadores a la misa. El refresco de los domingos y el partido de futbol en la era.
Algo de este abandono, de estas soledades puede observarse en la pintura española. Apenas se atisba en Regoyos, al que interesaron en la transición del siglo XIX al XX los profundos recovecos de las creencias ancestrales y el anclaje conservador -más aparente que real- de un mundo rural hispánico a espaldas del progreso.

Darío de Regoyos, Amanecer en Lerma. Fuente: Pinterest. La inmensa soledad sólo tiene a un transeúnte. La bruma impresionista, de estirpe belga -y no va con segundas- oculta la soledad de la propia naturaleza. El transeúnte se junta con su sombra, pasea permanentemente custodiado por ella.
Tenemos el cerebro poblado de imágenes suministradas por un pasado que hemos vivido y sentido. Ese pasado forma parte de nosotros. Las nuevas generaciones, imbuidas hasta el hueso por una cultura urbana pagada de haberse conocido, narcisista, desdeñosa con el mundo rural, están completamente despegadas. Nada conocen del pasado rural. Se preguntan cómo hemos podido vivir en pueblos tan pequeños. No entienden un pasado que nos ha marcado. No sabemos cómo hacerles apreciar un riquísimo patrimonio cultural, un patrimonio que supera lo material. Si el pueblo no proporciona diversión -y según cómo, y de qué tipo- no sienten deseo de visitarlo.en su pensamiento es menos que una reliquia arqueológica.
Inevitablemente idealizamos, embellecemos. La imagen actual es un contrario demasiado radical. Se plantea ya el qué hacer. Sobre todo porque los resultados se están empezando a vivir. Igor el ruso ha sido un ser importado, afortunadamente puesto a la sombra, aunque ha tenido tiempo suficiente de matar. Hay productos genuinamente puestos en circulación por esa parte del país que está despoblada que sí comenzarán pronto a producir problemas. Los incendios del final del verano y el inicio del otoño, por ejemplo. No todo es romanticismo en un paisaje. Patinir pintó el paso de la laguna Estigia, pero el lateral del cuadro refleja un incendio, un destrozo considerable que está teniendo lugar. Adiós al bucolismo.
La celebración de un congreso por el CER en 2019 para abordar este problema será un momento para analizar la situación, su problemática, sus raíces, sus repercusiones. Dos años. Puede ser mucho tiempo en algunos casos. Alejemos las nociones oscuras de nuestra mente. Pensemos en el futuro en tonos claros, sin humos de incendio.

Joachim Patinir, Cruzando la laguna Estigia, 1520-1524. Museo Nacional de El Prado. El cielo y el infierno. El lado derecho, devorado por las llamas. Las apariencias de paz y remanso de las aguas esconden en realidad la tragedia.
Espero cruzar la Laguna, pero hacia el lado paradisíaco. Aunque estemos a las puertas, nada tiene que ver este deseo con la lotería.

En Los Ruices, a 20 de diciembre de 2017.

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