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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG

Inciertos vientos de cambio político comenzaron a soplar hace algunos años con todos los acontecimientos y circunstancias que rodearon al 15-M. En las elecciones del pasado diciembre se ha materializado lo que se proclamaba como un rechazo a los partidos hegemónicos (PSOE y el PP), además de un reclamo para desarrollar una democracia más profunda, mientras que existían otros problemas y debates de fondo que giran en torno a la crisis de la educación pública y al rechazo de las injustas repercusiones sociales de la crisis económica. El latido fundamental ha sido la crisis de la representación y una democracia representativa cada vez más debilitada. Pero detrás de todo eso se advierte un abierto cuestionamiento al modelo socialdemócrata defendido por los fieles exponentes de partidos tradicionales como el PSOE, el rechazo a las restricciones del presupuesto impulsadas por el PP y una llamada a abrir nuevos espacios a la democracia deliberativa.

Estas protestas han parido al final un partido nuevo, Podemos, con sus anexos en las confluencias que lo acompañan en las Cortes. La protesta del ciudadano se ha encauzado civilizadamente para el debate pacífico y la expresión de la voluntad popular. El conjunto de estas protestas ciudadanas han mostrado una mayor claridad discursiva para cuestionar a un modelo económico neoliberal que no sólo precariza sus condiciones laborales a través de la desregulación del mercado laboral, sino que debilita al Estado en su intento por satisfacer los derechos sociales que el mercado no provee y que, sin embargo, se constituyen en necesidades elementales para todo ser humano. Como bien lo ha dicho Pierre Rosanvallon, la subordinación de lo político al neoliberalismo nos sitúa en una crisis histórica de la igualdad y de la constitución del individuo como el sujeto político base de la soberanía.

Los últimos años dejan en evidencia la debilidad de la justicia social redistributiva como alternativa para el presente, al mismo tiempo que reclaman la reformulación del igualitarismo en sus múltiples tramas políticas, sociales y constitucionales. Para aquella pregunta de qué parirían las movilizaciones ciudadanas y la protesta social, ya tenemos respuesta. Y está representada en Corteses. Pero aún hay más incógnitas que resolver.

En los últimos días hemos tenido la palmaria evidencia de que el movimiento social puede venderse, por cuatro perras, a la vieja burguesía. Lo hemos visto con la CUP, que no sobrevivirá al mazazo que le han dado la burguesía catalanista y ese partido de puritanos pequeño-burgueses de ERC, que, como decía el martes José Luis Villacañas, sólo sueñan con cargo intermedios en la quimérica Cataluña independiente. Mucho alzar los puños, hablar de anticapitalismo, pero, finalmente, entregarse a la burguesía.

En Los Ruices, a 14 de enero de 2016.

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