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La Historia En Píldoras. Ignacio Latorre Zacarés
Y seguimos con esos rituales de Semana Santa de nuestra tierra, muchos de ellos desaparecidos, en esta píldora que es una continuación de la de la semana pasada.

Aunque nuestra idea actual de la Semana Santa es de un periodo de quietud, concentración y silencio sólo interrumpido por el tañer de cornetas y tambores o las marchas fúnebres de las bandas; también hay que recordar que hubo tiempos en que la Semana Santa se utilizó por parte de la población como un periodo propicio para ciertas transgresiones, aunque hoy esto nos parezca casi inconcebible. Algunos de los rituales ya señalados en la “píldora” anterior o incluso oficios litúrgicos degeneraron en problemas de orden público.

Carlos III, por ejemplo, prohibió las procesiones nocturnas con estas palabras: «exclama contra las Procesiones de Noche por ser una sentina de pecados, en que la gente joven, y toda la demás viciada se vale de la concurrencia, y de las tinieblas para muchos desórdenes, y fines reprobados…».

El rey ilustrado cita las tinieblas… ¿Cómo no hablar del Oficio de Tinieblas que se realizaba en toda la antigua Tierra de Requena, que perdurará hasta una reforma litúrgica de mediados del siglo XX y del que tenemos constancia en Requena, Fuenterrobles y Venta del Moro? Los evangelistas dejaron constancia de estas tinieblas cuando a la muerte de Cristo proclamaban: “Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona”. En el oficio de tinieblas se iban apagando una a una las velas de un candelabro utilizado sólo para esta ocasión llamado “tenebrario” hasta que la Iglesia quedaba completamente a obscuras, era entonces, la noche del Jueves o la del Viernes Santo, cuando se rememoraban las tinieblas que acompañaron la muerte de Cristo con un infernal ruido de matracas y carracas de madera de los monaguillos y niños y los golpes con mazos y bastones que en Venta del Moro se realizaban sobre unos palos y postes apostados en los aledaños de la Iglesia, pero que en Fuenterrobles se realizaba contra los propios bancos y puertas de la Iglesia lo que llegó a generar problemas de orden público. En Venta del Moro había muchachos verdaderamente extenuados después de tanto golpear. ¿Por qué el ruido? Para rememorar el caos y confusión de la tierra por la muerte de Cristo y la alegría por su resurrección. Pero también por el gozo del infierno ante la muerte de Cristo y su miedo por la resurrección. En Utiel, con la Resurrección, además de echar al vuelo las campanas con el toque de Gloria, se aporreaban las puertas y se realizaban toda clase de ruidos. ¿Alguien dijo silencio?

¿Transgresiones? Un acto tradicional en Requena como era el Desenclavamiento del Señor del Viernes Santo para su presentación a la Virgen de los Dolores fue prohibido a finales del s. XVIII por la autoridad porque en ocasiones degeneró en excesos y actos poco edificantes (¿es esto concebible?).

Quizás el ritual que más sorpresa produce en el que esto escribe es el que se realizaba en Requena bajo el nombre del parapeto humano que relató el cronista Bernabeu y que aún perdura en la memoria de algunos hijos de cofrades veteranos que se lo transmitieron. El parapeto humano se realizaba en la procesión del Jueves Santo, cuando antiguamente los mozos requenenses se ocultaban en las zonas más estrechas de la Villa, como una especie de oposición al paso de la procesión. El alférez debía abrir el paso con el pendón en ristre, mientras a sus lados los portadores de borlas avanzaban con las hachas encendidas y a golpe puro. Parece ser que finalmente, el parapeto humano se realizaba dentro de la Iglesia. ¿No se parece esta imagen del parapeto humano requenense a la oposición que las turbas conquenses simulan de una forma muy realista ante el paso de la procesión de Camino del Calvario? Hay que tener en cuenta que Cuenca y Requena pertenecieron a la misma diócesis.

Otra costumbre antigua de nuestra tierra son los judas o pelendengues. Son muñecos confeccionados con paja que simbolizan al apóstol traidor y que eran colgados y posteriormente arrastrados por las calles. En Utiel, el cronista Martínez Ortiz se acordaba de ver unos ocho judas la mañana del Domingo de Resurrección colgados de los segundos pisos con intención de sátira y crítica como aquel dirigido contra los intermediarios vinateros que no pagaban a los agricultores y los colgaron simbólicamente con un letrero: “Por no pagar el vino”. Aún podemos admirar este singular rito en Venta del Moro donde la noche del sábado de gloria se cuelga en el campanario al Judas y la mañana del Domingo de Resurrección, tras el Encuentro del niño con la Virgen, se precipita desde el campanario al suelo y es arrastrado por la muchachada hasta el punto más bajo de la población (la rambla Albosa), como símbolo de su descenso al infierno, donde se procede a su quema. Rito y simbolismo siempre unidos. En Casas de Moya hubo no sólo un judas, sino también una “judesa”.

Y más cosas podemos decir de nuestra Semana Santa (capirotes, hachas, prohibiciones, etc.), pero una “píldora” es una “píldora” y para evitar el tostón lo dejaremos para un tercer artículo. Lo dicho: aún tienen la oportunidad de ver el apaleamiento y quema del judas de Venta del Moro este Domingo de Resurrección.

Comparte: De Empalados y Tinieblas II