LOS COMBATIVOS REQUENENSES// Víctor Manuel Galán Tendero.
La elección del jefe es quizá uno de los temas más trascendentales de la Historia. La manera de sustanciarla dice casi todo de una sociedad, y podemos apreciar así sus distintos grados de libertad y servidumbre. En una guerra es fundamental a quién se reserva el honor de mandar las tropas, pues de tal decisión se desprenden grandes victorias o sonadas derrotas.
En la Europa del Antiguo Régimen, los reyes eran los comandantes supremos, en teoría, de los ejércitos de sus reinos, aunque tal capacidad se delegara oportunamente en expertos generales. Como al final no hubo acuerdo sobre quién debía ser el titular de la Monarquía española tras morir Carlos II de Austria, se eligió finalmente por la vía práctica de la ley del más fuerte, por la guerra de Sucesión de 1701 a 1714.
Felipe de Borbón sufrió más de un revés y padeció unos cuantos momentos amargos antes del triunfo de su causa en España. Una gran parte de los castellanos combatieron a su favor contra las fuerzas de su oponente Carlos de Austria, que alcanzaron Madrid en 1706 y 1710. La guerra fue reñida en muchos frentes.
Los concejos de Castilla, como el de Requena, movilizaron sus propias tropas, las de sus milicias municipales, de honda tradición histórica. El abatimiento del ejército regular y retribuido español en la segunda mitad del siglo XVII convenció a más de un consejero de la necesidad de dar nuevos bríos a aquellas tropas, en especial cuando la Francia de Luis XIV se mostraba particularmente hostil. Se propuso tal objetivo el reglamento de 1696, que reservaba las capitanías a caballeros o hidalgos.
Su necesidad volvió a manifestarse durante la guerra de Sucesión. Las circunstancias de la lucha condicionaron que los alféreces de las compañías de Requena escogieran a sus capitanes. Podía haberse establecido una cierta meritocracia, pero la monarquía por derecho divino no estaba dispuesta a consentirla. Ya concluida la guerra, un 28 de junio de 1715, se recordó a los combativos requenenses que debían ceñirse al reglamento de 1696.
A partir de entonces, además, debían sujetarse más estrechamente a lo dispuesto por el capitán general, el gobernador militar, el corregidor o el alcalde mayor, por este orden jerárquico. El centralismo borbónico se impuso a la autonomía de mando; es decir, el nuevo jefe quiso ser más mandón olvidándose de los que le habían ayudado a subir. Parece ser que todo elegido para la gloria incurre de algún modo en ingratitud, otro tema trascendental de la siempre apasionada Historia.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Actas municipales de 1706 a 1722, 3265.