EL OBSERVATORIO DEL TEJO
Me encuentro escribiendo este artículo la jornada de reflexión, previa a los cuatro años siguientes de posible arrepentimiento, por lo tanto, ignoro cuál va a ser el resultado de las preceptivas elecciones al Parlamento de nuestro país, aunque pueda intuir las previsibles dificultades que habrá a la hora de propiciar la formación de un gobierno estable para nuestro futuro inmediato, simplemente porque supongo que las consecuencias que pueda acarrear a dicha circunstancia la posible influencia de los recientes resultados que propician la salida mediante referéndum, de Gran Bretaña del actual organigrama de la Unión Europea, no va a dar tiempo a que pueda ser asimilado por la gran mayoría de votantes, muchos de ellos a los que seguramente les habrá traído al pairo que dicha circunstancia se haya producido en un sentido, o en otro.
En principio, habremos de considerar la idea de que, el denominado Reino Unido, debido a sus específicas características, sus relaciones con y dentro de la Unión, han devenido siempre bajo un formalismo un tanto privativo. En primer lugar, Gran Bretaña no comenzó a formar parte de la entonces denominada Comunidad Económica Europea hasta 1973 donde se llevó a cabo la primera ampliación mediante la incorporación de Irlanda, Reino Unido y Dinamarca.
Debido a esas especiales tipologías, se vino a dar la circunstancia de que en 1995 el Reino Unido fue, junto con Irlanda, el único país que no suscribió el Acuerdo de Schengen, que supuso el inicio de la supresión de las fronteras internas terrestres y aeroportuarias entre los miembros de la UE. Y posteriormente, en 1998 Londres decidió no adherirse a la Unión Económica y Monetaria, que llevaría a la adopción del euro como moneda única europea. También deviene significativo que en 2011 Gran Bretaña fue el único país que rechazó el pacto europeo presupuestario para reforzar la Eurozona e intentar salir de la crisis, a pesar de que todos los demás socios europeos expresaron su disposición a sumarse.
Toda esta relación de amor o conveniencia, ha llevado a la actual situación experimentada tras hacer públicos los resultados del referéndum celebrado el pasado jueves, a la ruptura definitiva del contrato que el Reino Unido mantenía con sus socios de la Unión Europea y en consecuencia, por más o menos una totalidad de de 1,2 millones de votos y casi cuatro puntos de diferencia, los británicos se han pronunciado contra las principales instituciones de su país y de sus aliados, lo que deslegitima y debilita a su propio gobierno y, por ende, a toda la UE. Circunstancia la cual que deberá llevarles a elegir, una vez definido el mecanismo de negociación, entre un divorcio total o una separación más amistosa. El proceso puede alcanzar una duración que complete un periodo de cinco a diez años de negociaciones.
Si se analiza bien el fondo de esta cuestión, podremos observar que algunas de las más significativas proposiciones llevadas a cabo por los dirigentes defensores del Brexit, el efecto fulminante debería ser prohibir de inmediato la entrada o, al menos, restringir los derechos en el Reino Unido a los inmigrantes comunitarios, por lo que, de llevarse a cabo, se estaría infringiendo la legislación de la UE. La reacción sería inevitable y entraríamos en la senda de las represalias, las sanciones y los tribunales.
Pero lo verdaderamente temible vendría a ser el efecto dominó que el precedente puede producir en los países más desarrollados de la UE. De momento ya se está reaccionando por parte del populismo de derechas y, aprovechando la circunstancia, tanto Geert Wilders, líder del PPV holandés, como la francesa Marine Le Pen, ya han reclamado un referéndum de similares características para sus respectivos países, también se están escuchando voces en el mismo sentido en Dinamarca y otros países nórdicos. En España, al menos de momento, Pablo Iglesias se sale por la tangente mediante un lacónico anuncio en twitter » La salida de Gran Bretaña de la Eurozona un día más triste para Europa». Nada que ver con lo que decía ayer mismo propiciando la salida de España de las instituciones europeas y del euro. Claro que, ya conocemos su máxima “Desnudarse para hacer el amor y vestirse para ligar”, todo según modos y conveniencias.
¿Hacia dónde nos puede llevar todo esto? Pues al ritmo que vamos y con la demagogia propia de los populismos de uno y otro extremo, a ningún sitio verdaderamente confortable. La política llevada a cabo por el Reino Unido en los últimos cuatro años ha creado más empleo que el resto de la UE en conjunto. Tras ser un estado receptor de una inmigración anual neta de más de cien mil personas, ha sido capaz de asumir dicha situación creando empleo neto, mientras que el resto de la Unión Europea, asumiendo un gasto en planes activos de empleo mediante un coste tres veces superior, ha destruido empleo neto en el montante global de su actividad.
El aldabonazo de Gran Bretaña puede poner en alerta a otros países del llamado espacio norte de la Unión, quienes llevan preconizando unas políticas contrariamente a las ponderadas por el populismo de construir una Europa social obviando el trámite de la construcción económica previa. La comodidad, la envidia o el odio al éxito o la prosperidad del emprendedor les han llevado a utilizar el término desigualdad como exponente y causante de la pobreza y ello no es efectivamente así, sino todo lo contrario.
Para los populistas la existencia de los pobres se constituye en la base de su propia existencia, de allí se expele su granero de votos. Habida cuenta de ello, el proclamar la política socioeconómica en el asistencialismo, en lugar del emprendimiento y el fomento de las oportunidades, origina el efecto contrario a la pretendida superación de la desigualdad, así como del índice de pobreza, todo ello a pesar del gasto superior al 20 por ciento del PIB que, como mínimo se viene dedicando a la aplicación de dichas políticas.
Cuando el populismo cita a Dinamarca como paradigma de sus propias políticas, se acuerda únicamente del nivel fiscal que le proporcionan sus ingresos, pero no de la forma en que se ha llegado a obtenerlos, habida cuenta que, en lugar de fomentar la pereza mediante la comodidad del asistencialismo, los sucesivos gobiernos daneses se han preocupado desde ya hace muchos años, de inculcar y fomentar entre su núcleo social la cultura del emprendimiento y la facilidad para crear y comercializar mediante acuerdos entre sus distintos centros didácticos y sociedades empresariales, haciendo efectiva esta política desde el primer ciclo o nivel de enseñanza.
De continuar con esta progresión, si el populismo alcanza tanto en España como en sus homólogos del sur, el nivel de poder que en su día alcanzó en Grecia y, por supuesto, en Venezuela, mucho nos tememos que en el seno de la UE se van a propiciar otras salidas y precisamente de los países más significativos del espectro que han venido desde hace tiempo marcándonos la senda a seguir.
Llegamos a Maastricht y acordamos el cumplimiento de una serie de acuerdos y compromisos que propiciasen un avance compacto de toda la estructura de la Unión. Pero de forma tan lamentable como alarmante, lo hemos incumplido sistemáticamente. Por ello, se da la circunstancia, de que los países que, si han tenido claro desde el principio el camino de que la prosperidad se debe alcanzar precisamente trabajando, se están cansando de emplear sus impuestos en pagar nuestros excesos y nuestra demagogia. Hoy ha sido Gran Bretaña, crucemos los dedos para que el efecto dominó no se constituya como la constante a seguir de ahora en adelante en el seno de la Unión Europea.
Quisimos ser como ellos, pero no cumplimos, y lo peor es que me da la impresión de que, por lo que llevamos percibiendo, no pensamos tampoco cumplir, y ello puede ser muy grave. Ni siquiera el populismo de extrema izquierda hace bueno el principio básico marxista de “Rendir con arreglo a tus posibilidades y recibir de acuerdo a tus necesidades”, obvian la primera parte de la máxima, la obviaron desde el principio, y de ahí el fracaso tan estrepitoso de dicha política.
De seguir por este camino es fácil que los países del denominado espacio norte, siguiendo el ejemplo de Gran Bretaña, se marchen todos y nos dejen a la Unión Europea para que la reinventemos los periféricos junto con los okupas, los ninis, los antisistema y los perezosos, pero con el agravante de que, ahora ya no vamos a disponer de nadie que pague, ya no nuestros excesos y demagogias, sino ni siquiera nuestras más ínfimas necesidades, y entonces ya no habrá solución. Los estados de bienestar se substancian mediante el trabajo de todos, por lo que cuestan mucho de conservar y, como decía mi abuela “en la alacena donde entran muchas manos a cargar, si no se provee previamente, el vacío se hace constante”.
El denominado Brexit, al final de la cuestión, de momento es una incógnita que va a afectar a muchas partes en un sentido o en otro, pero su debida asimilación y consecuente aplicación de futuro, podrá allanar muchas incógnitas. De momento, advertidos estamos, lo que nos haya de venir en gran parte de nosotros va a depender.
Ya lo dijo Vidal Sasoon; “El único sitio en el que aparece situado el éxito antes del trabajo es en el diccionario”.
Julián Sánchez