La Asociación Adela Gil Crespo, del IES Uno de Requena, logra un premio de Memoria Histórica
Leer más
Cohesión, Participación y Re-emprendimiento en el II Encuentro Adapt@+t Formación y Emprendimiento
Leer más
Aprobados los Presupuestos Municipales 2025 de Requena
Leer más

EL OBSERVATORIO DEL TEJO

La insigne Esperanza Aguirre mediante unas declaraciones públicas en calidad de portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid, efectuó una acusación al Gobierno municipal que preside Manuela Carmena de querer «adoctrinar y descristianizar» en lugar de ocuparse de asuntos como la limpieza y la circulación viaria. Todo ello en referencia al “carnaval” organizado por dicho ayuntamiento en sustitución de la tradicional cabalgata de los Reyes Magos que se solía celebrar cada 5 de enero, fecha previa a la Epifanía cristiana.

Realmente no viene a ser tan simple esta apreciación, la señora Aguirre da en el clavo en referencia a clamar por una mayor dedicación a los problemas de la ciudad, aunque algunos alcancemos a pensar que la impericia de los actuales dirigentes del gobierno (o desgobierno) local madrileño, sea superior a sus posibilidades de gestión, pero ella no consigue desentrañar ambas circunstancias, simplemente porque la derecha, por su dinámica, no ha llegado aún a percibir el meollo del intríngulis de la estrategia marxista más esencial. Por ello, la actual jefa de la oposición en el Ayuntamiento madrileño, todavía no ha comprendido que detrás de esta simple aparente “carnavalada” se encuentra una estrategia mucho más profunda que el desmontaje o adulteración de una simple convención tradicional.

Con la caída del muro de Berlín, el marxismo recibió un varapalo importante y sus cantos al paraíso puestos en evidencia. Todo ello aparentó que la autodenominada ciencia marxista se había desmontado a perpetuidad, pero nada más lejos de esta simple apreciación.

Los neomarxistas actuales, y de esto en Podemos podrán aportar bastantes ilustraciones, en referencia a praxis socioeconómica no aparentan aportar nada nuevo, en cuanto a la estrategia preconcebida de desmontaje civil de la sociedad, pero lo cierto y verdad es que sí que han experimentado unos notables avances, los cuales les están aportando dividendos verdaderamente considerables. Animados y fortalecidos por ello, dicha estrategia la vienen imponiendo a régimen paulatino en todos los entes de poder que van asumiendo aprovechando los conductos democráticos a los que logran acceder.

Durante las últimas décadas se ha venido experimentando una evolución importante en la ideología y la praxis del neomarxismo ejerciente en las sociedades democráticas, especialmente las más debilitadas en orden a conceptos, tal y como podemos reconocer a los países catalogados como del sur de Europa, e inclusive del continente hispanoamericano. Se trata de la floración del pensamiento que el marxista Antonio Gramsci (1891-1937) puso negro sobre blanco durante sus últimos años en las cárceles de la Italia fascista. En dicho tratado se viene a fijar como estrategia básica para la toma del poder, la sustitución de la vieja retórica revolucionaria, por una  efectiva moderación de las tesis rigurosas del materialismo histórico con fines más bien tácticos. Para Gramsci las ideas y creencias no son simple emanación pasajera de la economía, sino que poseen una realidad que constituye la cultura en que cada hombre y cada pueblo viven inmersos.

La idea básica que propugna el pensamiento gramsciano no viene a ser otra sino que “la revolución nunca se realizará verdaderamente mientras no se produzca, de un modo en cierto modo orgánico y dialéctico dentro de la propia cultura”. En consecuencia, es el sistema cultural y tradicional establecido lo que habrá que desmontar y sustituir al propio tiempo que se utiliza. En este orden de cosas, los promotores del género el propósito que verdaderamente abrigan viene a ser el de “desconstruir” la familia y su cultura ?y por extensión la propia sociedad-, a los efectos de reinventarla nuevamente con parámetros marxistas.

Según el concepto marxista sobre la cultura occidental, dicha cultura significa básicamente clase, por lo que su mantenimiento presupone desigualdad. Consiguientemente, la idea pasa por establecer la lucha dirigida a desconstruir el género ?los roles socialmente construidos? y su destrucción llevará mucho más rápidamente a la meta”. Esta meta consiste en “llegar a una sociedad sin clases”. Meta que coincide, obviamente, con los fines de la revolución marxista.

Pero aunque aparentemente resulte increíble, esta estrategia la vienen efectuando con la complicidad, bien por desconocimiento o por negligencia, de algunos sectores más bien “conservadores” o considerados “de derecha” por algunos. El concepto desconstrucción es considerado por los activistas de género, como “la tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico es decir, los parámetros aceptados universalmente como naturales, con el fin de persuadir a la gente para que crea que sus percepciones de la realidad son lo que ellos mismos consideran “construcciones sociales”.

Como consecuencia de que el propio Gramsci en su mentado concepto de marxismo cultural, viene a indicar que una revolución violenta siempre será efímera, como consecuencia de que todo hombre vive dentro de una cultura, que viene a ser un entramado de convicciones, sentimientos, emociones e ideas, todo propulsor del género que se pretenda imponer, debe de dar la imagen de pasar por pacifista, víctima o defensor/a de todas las víctimas de ataques y discriminaciones que supuestamente impone la injusta sociedad en la que viven. La agenda de lucha, pasa por no violenta, pero en los hechos violenta las conciencias, lo cual viene a ser mucho peor. Queda claro asimismo, que para Gramsci, todo es creación histórica, en referencia a los conceptos “construcción cultural” y “códigos de género”, nunca naturaleza.

Siguiendo el orden establecido, para que se produzca el cambio pretendido, y que la revolución sea orgánica y “cultural”, habrá que buscar el adaptarse a lo existente y, por la vía de la crítica y la autoconciencia, así como desmontar los valores últimos y crear así una cultura nueva. El ariete para esa transformación será el “Partido”, voluntad colectiva y disciplinada que tiende a hacerse universal. Su misión será la “infiltración en la cultura vigente para transformarla en otra nueva materialista, al margen de la idea de Dios y de todo valor trascendente”.

Su arma principal será siempre la lingüística (la gramática normativa) que penetre en el lenguaje coloquial, alterando el sentido de las palabras y sus connotaciones emocionales, hasta crear en quien habla una nueva actitud espiritual. Si se cambian los valores, se modifica el pensamiento y nace así una cultura distinta. Existe un documento publicado por la Conferencia Episcopal Peruana que para desconstruir la sociedad en dicho país, las feministas de género militantes en el marxismo, proponen “desconstruir el lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la educación, la religión, la cultura”, entre otras acciones.

Lo que se viene estableciendo por parte de estos nuevos mandatarios emergentes, no debe pues ser tomado como una anécdota propia del mal gusto de una gente no creyente, viene a ser algo de mucho mayor calado, es una nueva “revolución cultural” copia de la establecida en su día por el dirigente comunista chino Mao Tse-tung, o  Mao Zedong, como se guste denominar, quien en su día vino a provocar grandes conmociones sociales y políticas como consecuencia de su conocida “Revolución Cultural”. Para ello se incorporó a su lenguaje el término “políticamente correcto”, terminología que el propio analista político norteamericano Patrick Buchanan identifica con el marxismo cultural: “La corrección política es marxismo cultural, un régimen para castigar a los disidentes y para estigmatizar las herejías sociales justo como la Inquisición castigó las herejías religiosas. Su sello es la intolerancia”.

Consiguientemente, no va a ser extraño el axioma consistente en que, a partir de ahora, el comportamiento que vayamos observando desde el poder asumido por el neomarxismo, que en nuestra vida social haga su aparición un nuevo modelo inquisitorio, habida cuenta que lo «políticamente correcto» es la terminología moderna equivalente a lo que se consideraba «hereje» por la Iglesia la cual era la principal institución política durante la Edad Media y que mediante la Inquisición se dedicaba a desarticular dichas herejías.

En la corrección política moderna se pueden identificar varios elementos homólogos a los de la antigua Inquisición eclesiástica y que han venido siendo asumidos en calidad de nuevos dogmas incuestionables convenientemente manipulados. Conceptos como la igualdad, la tolerancia, el feminismo, el multiculturalismo, el «holocausto», la homosexualidad, el individualismo, así como el fomento del odio hacia lo superior y lo establecido, y la proclividad al respeto por los grupos que destruyen la economía y la identidad de los pueblos.

La señora Aguirre no era conocedora de todo este “tinglado”, ella se mueve por otros derroteros, pero si sería bueno que tanto ella, como los muchos españoles/as que votan y que no son conscientes de que sus modos de vida democráticos están siendo profusamente maniobrados con la intencionalidad de llevarles a un sistema de anulación de sus voluntades e iniciativas, así como que dicha operativa ha sido ya puesta en funcionamiento, y no se va a detener a no ser que se produzca la oportuna reacción social que le ponga fin. Pero para que ello llegue a producirse, hay que ser conscientes de que detrás de cada “carnaval” que nos propongan, no existe simplemente la anécdota del mal gusto, que también, sino que detrás de estos “sainetes” existe el genuino propósito de reconducir nuevamente a nuestra sociedad al abrevadero común del gulag o de la anulación de las iniciativas generadoras del verdadero progreso, la democracia y la libertad, y estos valores cuestan poco de destruir y muchísimo de obtener y en este país sabemos mucho de ello.

Esta historia ya la hemos vivido con consecuencias más que lamentables, de nosotros depende no volver otra vez a reescribirla.

Julián Sánchez

Comparte: Desconstruir el sistema