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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   21 de agosto de 2018

Última hora de la tarde en el bosque mediterráneo. A pesar de las fechas en que nos encontramos el verano no tiene pinta de que se vaya a acabar. El día va tocando a su fin y parece que el solano va refrescando un aire que hace tan sólo unas pocas horas quemaba la piel.

Riberas del Magro, aguas abajo de San Blas (Requena). Con el sol ya bajo en el horizonte una serpiente se atreve a cruzar el camino. Deja atrás el seguro refugio del monte y se hace visible a pocos metros de distancia. Comienza una jornada de caza tras el obligado descanso provocado por la canícula.

Su color marrón y unas líneas paralelas que le recorren su dorso no dejan lugar a dudas de que se trata de una culebra de escalera. Un ejemplar realmente grande. Atendiendo a su tamaño, que debe rondar casi los dos metros de longitud, debe ser un individuo ya viejo. Quizás de una veintena de años; quién sabe. Pero allí está. Soberbio, magnífico. Bonito ejemplar.

Al poco se vuelve a parar en un herbazal y, petrificada, no deja de mirar a un punto fijo a orillas del río. Acaba de detectar algo; una rata campestre se mueve por el borde del cauce. El ofidio comienza una lenta aproximación que acaba en un fulgurante ataque. Minutos después el desgraciado roedor acaba siendo engullido por la bella matadora. Espectacular lance que encumbra a un tipo de depredadores realmente excepcionales: las culebras.

No puedo negar mi abrumadora admiración por este tipo de reptiles. Sin embargo, el sentir popular hacia estos animales es muy diferente. La ignorancia y la superstición han otorgado una bajísima reputación a unos elementos fundamentales en la composición de las biocenosis mediterráneas. Tradicionalmente rechazados, los ofidios juegan un papel clave en la pirámide ecológica por su doble  condición tanto de depredadores de otros animales menores como de presas de un buen puñado de cazadores.

Sirva este artículo para intentar cambiar una imagen que ha sido lastrada durante cientos de años. Las herramientas a utilizar, las de siempre: el conocimiento y la educación ambiental. Vamos con ellas.

Se calculan que en todo el mundo hay unas 3.400 especies de serpientes, de las que únicamente trece se distribuyen por España y siete en la Meseta de Requena-Utiel. Sus principales características anatómicas son bien conocidas por todos: tronco alargado, ausencia de extremidades y cráneo con los huesos de las mandíbulas no fusionados, lo que les permite desencajarlas para engullir presas grandes. Entre sus órganos sensoriales destaca el de Jacobson, que recibe las partículas de olor muestreadas por la lengua bífida con una sensibilidad y precisión muy alta. Pero quizás algo que siempre se ha tenido en cuenta de los ofidios es la posibilidad de inocular veneno con su dentición. En este sentido cabe decir que no todas las serpientes son venenosas, ni mucho menos. En realidad en España, las únicas que tienen una mordedura potencialmente peligrosa para el hombre son las víboras, de las que en Requena-Utiel solamente aparece la hocicuda.

En concreto los herpetólogos hablan de tres tipos de culebras ibéricas en función del tipo de veneno y de la posición y morfología de los dientes inoculadores del mismo. Así, se habla de serpientes aglifas cuando todos los dientes son iguales entre sí y no cuentan con un sistema de inoculación del veneno. El tóxico se mezcla con la saliva y así no es más que un fermento digestivo que ayuda a engullir a las presas. De este grupo la comarca cuenta con las siguientes especies: la culebra de escalera, la culebra de herradura, la culebra lisa meridional y las dos culebras de agua (la viperina y la de collar).

Hay un segundo tipo de serpientes, las opistoglifas, que sí que tienen dientes acanalados y comunicados directamente con las glándulas del veneno, por lo que sí que pueden inocularlo a las víctimas para inmovilizarlas. Sin embargo estos reptiles no presentan ningún peligro para el ser humano, ya que estos dientes se sitúan muy retrasados en la cavidad bucal por lo que en la práctica resulta imposible su acción contra animales que exceden el tamaño de su boca. En Requena-Utiel sólo aparece la culebra bastarda dentro de este grupo.

Por último hay un tercer tipo de serpiente en relación a la presencia de veneno y a la forma de inocularlo. Son las solenoglifas, como las víboras. El sistema inoculador de veneno es el más evolucionado de todos ya que presenta unos grandes colmillos inyectores en la parte delantera de la boca. En reposo estos dientes permanecen replegados hacia atrás en el interior de la cavidad bucal, pero cuando muerde a una presa se despliegan e inyectan el veneno a presión gracias al peculiar diseño a modo de aguja hipodérmica con un canal cerrado en su interior. El veneno de la víbora es muy potente, capaz de matar en pocos segundos a una presa del tamaño de un ratón.

Una vez introducidas algunas pinceladas sobre la anatomía de estos animales se presentan brevemente las distintas especies que habitan la comarca. Hay que recordar que Requena-Utiel ofrece unas características óptimas para este tipo de vertebrados, especialmente por las buenas condiciones que reportan sus montes, poblados de vegetación mediterránea y con unas temperaturas del todo adecuadas para el desarrollo de sus procesos vitales.

Con una secuencia de caza en la que intervenía la culebra de escalera, Zamenis scalaris, se comenzaba este artículo. Una de los mayores ofidios ibéricos, pero también uno de los más conocidos por agricultores y demás gente del medio rural. Se distribuye prácticamente por todos los municipios de la comarca donde resulta aún común en muchas partidas. Su curioso nombre le viene del particular diseño en escalera de la piel del dorso de los individuos jóvenes. Conforme van creciendo los individuos van desapareciendo los travesaños dejando sólo las características líneas longitudinales en los adultos.

Se la puede encontrar tanto en los terrenos forestales, preferentemente poco arbolados y con suficiente matorral, como en medios cultivados, siempre y cuando haya linderos, ribazos con matorral y pedregales donde refugiarse. En este sentido hay que reconocer la importancia que tienen los setos vivos entre parcelas o los matujares colindantes a los cultivos para las culebras y, en general, para muchos animales del campo. Cumplen una función primordial de refugio de vida silvestre y, en vez de constituir un problema para el agricultor, se constituye en el mejor aliado que podría tener al albergar culebras, lagartos, comadrejas, erizos y otros medianos carnívoros que combaten eficazmente las poblaciones de insectos y roedores que podrían ocasionar perjudicar los propios cultivos.

Más grande aún que la de escalera, es la culebra bastarda, Malpolon monspessulanus. De hecho los individuos más viejos pueden llegar a pasar de los dos metros de longitud. Muestran unos colores homogéneos, que pueden variar desde los grises hasta los verdosos pasando por los tonos más bien pardos. Su cabeza es estrecha y en ella destaca una especie de ceja bien marcada que le proporciona una mirada un tanto desafiante. Es la gran culebra ibérica; extraordinariamente poderosa y de aspecto formidable.

 

Su distribución europea coincide plenamente con la de escalera y también aparece en los mismos ambientes. Sin embargo parece preferir las áreas cultivadas, ricos en presas, por lo que es relativamente frecuente detectarla en hormas, ribazos y majanos. Vallejos intermontanos como el de Hortunas, en las riberas del Magro, o el entorno de Chera por ejemplo, son sitios donde alcanzan óptimos poblacionales.

Desgraciadamente, por aparecer en áreas donde abundan las carreteras y los caminos, es una de las especies que más atropellos sufren. Hay que recordar que las culebras, como todos los reptiles, necesitan termoregular su medio interno para poder llevar a cabo sus actividades diarias. Ello les obliga, especialmente a primeras horas del día, a exponerse al sol durante un cierto tiempo. Para ello salen de sus refugios nocturnos y buscan áreas despejadas donde la insolación sea directa. Pues bien, muchas veces es el propio asfalto de las carreteras, que coge calor enseguida, el lugar elegido por estos animales para solearse y que constituye una trampa mortal que hace que se pierdan anualmente decenas y decenas de efectivos.

En ocasiones, aunque no siempre es así, el conductor tiene el tiempo suficiente para poder esquivar al reptil de su trayectoria y salvarle la vida. Sólo es cuestión de voluntad. En este sentido cada vez más personas conducen más responsablemente sus vehículos, lo que es un indicador de que el respeto a la vida silvestre se va imponiendo entre las sociedades más avanzadas. Motivo de alegría.

La culebra de herradura, Hemorrhois hippocrepis, también es un ofidio de grandes dimensiones, aunque no tanto como los citados anteriormente. Aunque hay algún ejemplar que podría llegar hasta los 180 centímetros de longitud, lo normal es que no sobrepasen los 120; que tampoco está nada mal.

Muchos naturalistas la consideran como la más bella de todas las culebras que habitan la comarca. Y desde luego que bonita es, y mucho. Su cuerpo es esbelto y de una coloración variable, con tonos que van de los cremas y amarillentos a los verdes y grises. En el dorso destaca un precioso dibujo a base de rombos oscuros que lo recorre longitudinalmente. No obstante, no son excepcionales los individuos melánicos, prácticamente negros y en el que apenas se deduce ese peculiar diseño.

Es exclusiva de la península Ibérica y de los países del noroeste de África. Es un reptil que ocupa únicamente los terrenos más cálidos de la geografía natural. Así, es muy común en áreas litorales y es más escaso en las de interior. De hecho en la Meseta de Requena-Utiel parece concentrar sus poblaciones en áreas más térmicas, sobre todo en los montes del valle del Cabriel y en el tramo inferior del río Magro a su paso por las sierras de La Herrada y de Martés. También es frecuente en la fosa tectónica de Chera donde ocupa los mosaicos agroforestales cercanos al curso del Reatillo.

Mucho más pequeña es la culebra lisa meridional, Coronella girondica. Posiblemente sea uno de los ofidios peor conocidos por el paisanaje local, tanto por su discreta coloración como por el hecho de tener hábitos principalmente crepusculares y nocturnos que la hacen pasar muy desapercibida.

Su cuerpo, de apenas 80 centímetros de longitud máxima, es delgado y de coloración grisácea y en el que aparecen unas bandas transversales algo inclinadas de color oscuro. Quizás el detalle más significativo de su anatomía externa sea la franja negra que le recorre la cabeza a modo de antifaz. Culebra típica del sur de Europa, en la comarca se distribuye relativamente bien. Aquí parece frecuentar más las áreas cubiertas de coscojares y pinares abiertos con abundante sotobosque y pedregales en zonas más cálidas y templadas.

De su biología destaca la dieta alimentaria tan exclusiva que tiene ya que consume casi exclusivamente lagartijas y otros pequeños reptiles como eslizones o salamanquesas. La verdad es que es todo un espectáculo poderla ver en un lance de caza con estos pequeños saurios en que los busca en sus propias huras, los muerde por sus extremidades y acto seguido los enlaza con su cuerpo hasta que los estrangula. Muy valiente y eficaz, la coronela.

Dos serpientes más, pero éstas de costumbres acuáticas. La culebra viperina y la de collar. La primera de ellas, Natrix maura, bien distribuida por el suroeste de Europa y norte de África, encuentra en Requena-Utiel muchos lugares adecuados para establecer poblaciones. Así se la encentra por todo el curso del río Cabriel, desde Contreras hasta la pedanía requenense de Casas del Río; el río Magro, especialmente en los ambientes más montanos de su sector más oriental;  los río Reatillo y Regajo; e incluso en enclaves de menor entidad como ramblas, barrancos, e incluso fuentes y balsas.

Su apelativo de viperina le viene por el dibujo negro en zig-zag de su piel que recuerda al de la víbora, así como el mecanismo de defensa que desarrolla cuando se siente en peligro en el que es capaz de aplastar la cabeza contra el suelo adoptando una forma triangular.

No suele alejarse durante mucho tiempo de la lámina de agua y es allí donde habitualmente se procura el alimento. Principalmente come anfibios y sus renacuajos, invertebrados acuáticos e incluso peces de pequeño tamaño. Recuerdo en una ocasión el suplicio que le supuso a una pequeña viperina el tragado de un corpulento alburno, Alburnus alburnus, que pescó delante de mi presencia en aguas en de Casas del Río (Requena). Era tan grande el pez y tan pequeña la cabeza de la culebra que, al abrigo de unas hierbas de la orilla, tardó media hora larga en engullirlo, y eso que era a favor de escama, empezando por la cabeza y terminando por la cola.

Aquella culebra apenas llegaría a los 40 centímetros de longitud, frente a los casi 100 que pueden llegar a alcanzar los mayores individuos. Sin embargo, su congénere la Natrix astreptophora, más conocida como culebra de collar puede llegar a pasar el metro y medio de longitud total. Otro titán entre nuestros ofidios locales.

La culebra de collar ibérica recibe el nombre por la existencia en los individuos juveniles y subadultos de un característico y bien visible collar amarillo bordeado de negro. El resto del cuerpo es de color uniforme, normalmente verde, con motas oscuras diseminadas por el dorso. No está tan ligada al medio acuático como la culebra viperina, aunque frecuenta los cauces y los estanques donde se sumerge muy a menudo. De hecho no han sido pocas veces las que se ha detectado a la especie en el monte, lejos de cualquier punto de agua.

En la Meseta de Requena-Utiel no es tan común como la otra Natrix, ni mucho menos. De hecho cuesta bastante localizarla. La especie que aparece en España recientemente ha sido escindida de la que habita el resto de Europa, por lo que según estos nuevos cambios taxonómicos se trata de un endemismo ibérico de diferente adscripción específica que la otra Natrix natrix. Cosas de la biología molecular y que tantas novedades está produciendo en la herpetología moderna.

El último ofidio que falta por tratar en este ensayo es la víbora hocicuda, Vipera latastei. Su fisonomía es bastante singular ya que presenta un cuerpo robusto pero corto, apenas si llega a los 70 centímetros en los ejemplares mayores. La cabeza tiene forma triangular y se diferencia bastante bien del cuerpo. En ella destacan unos ojos provistos de unas inconfundibles pupilas verticales y un rostro con el hocico levantado hacia arriba, lo que le proporciona un aspecto ciertamente intimidador. Otro detalle que los diferencia es que en su cabeza las escamas son de pequeño tamaño y no forman las visibles placas de otros ofidios locales.

La víbora, endémica de la península Ibérica y noroeste de África,  es poco común a nivel de la Mesta de Requena-Utiel a pesar de los manidos comentarios de las gentes del campo que piensa que cualquier culebra que ve es una víbora. La verdad es que es muy complicado topar con una de ellas en el monte. Primero por su tremenda escasez y segundo por su discreción, ya que apenas sale a zonas descubiertas done sería fácil detectarla.

En la comarca se distribuye por los principales macizos montañosos donde selecciona áreas pedregosas, soleadas y con buenas formaciones de matorral, aunque también ocupa el interior de pinares y otras arboledas.

Caza al acecho animales de pequeño tamaño, especialmente roedores, musarañas, pájaros, lagartos, lagartijas y anfibios; aunque también grandes insectos y otros invertebrados. Una vez muerde a su presa, la víbora se retira de ella y esperan unos instantes a que el veneno haga efecto.

La víbora es un magnífico ejemplo de reproducción ovovivípara ya que en vez de depositar la puesta una vez ha sido fecundada, la hembra incuba los huevos en su interior durante cuatro meses. Una vez terminado el desarrollo embrionario la víbora pare a las crías, de ahí lo de vipera que deriva directamente del latín vivípara.

Termina un bloque de artículos dedicados exclusivamente a la situación de los reptiles en la Meseta de Requena-Utiel. Se ha hecho una breve revisión de todas aquellas especies que de una manera u otra la ocupan. Su aportación contribuye todavía más a la consideración de que esta comarca es, desde el punto de vista de la biodiversidad, muy importante y valiosa.

Sin embargo son muchos los problemas que afectan a esa rica herpetofauna y que condicionan su viabilidad futura. De algunos de ellos ya se ha hablado, pero quizás conviene recordarlos como referencias de las que hay que tomar nota para su necesario tratamiento. Algunos más graves son la destrucción directa o alteración de los distintos biotopos (medios fluviales, sotos ribereños, mosaicos agroforestales, incendios forestales); la agricultura intensiva (uso de productos químicos en el campo; roturación de setos ribazos y linderos; sobrexplotación de recursos hídricos); la desecación de los medios acuáticos; la captura de ejemplares; la introducción de especies exóticas; los atropellos en carreteras y caminos; o la muerte por considerarlos nocivos para los intereses humanos.

Esperamos que estos textos hayan contribuido a mejorar la imagen que se tiene de estos fascinantes animales y a conocerlos un poco mejor. Sólo con la formación integral de las personas, en que la sensibilización hacia los elementos naturales sea uno de los ejes centrales, se conseguirá que estos animales de formas y comportamientos tan peculiares puedan continuar en el planeta como lo vienen haciendo desde épocas remotas.

Culebras, lagartos, galápagos y otras criaturas que merecen ser conocidas, respetadas y, ¿por qué no?, admiradas por todos. Estoy seguro que así será.

JAVIER ARMERO IRANZO

Agradezco a Luis Albero y a Víctor París por la cesión de sus fotografías que mejoran notablemente la calidad del presente artículo

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