EL OBSERVATORIO DEL TEJO. JULIÁN SÁNCHEZ
La pasada semana mi amigo y compañero de tertulias Elías Ramírez, compartió en su página de Facebook un artículo que firmaba Raquel Rivera, analizando la identidad de nuestra comarca el cual venía a titular bajo el ocurrente enunciado “En Requena no somos paella valenciana, sino gazpacho manchego” en cuyo discurso venía a argumentar diversas razones por las cuales los habitantes de nuestra comarca se llegaban a sentir, conceptualmente hablando, más manchegos que valencianos, citando de paso algunas opiniones de comarcanos bastante significativos cuya opinión siempre hay que valorar.
Estando de acuerdo, en principio, con el espíritu y fondo del artículo, si considero conveniente matizar algunos puntos del mismo los cuales, por su indudable trascendencia estimo que merecerían una exposición más detallada, siempre dejando constancia de que se trata de una opinión estrictamente personal, la cual podrá en todo momento ser compartida, rebatida o matizada por quien observe alguna particularidad distinta al respecto, pero lo que si llego a pensar, en principio, es la conveniente idoneidad en estos momentos de dicha publicación, así como la idea de que la misma pueda ser objeto de debate general en una cuestión que compete de lleno a nuestra propia identidad y situación político-administrativa en unos periodos tan convulsos como los que estamos experimentando en nuestro país.
No estoy en modo alguno de acuerdo de que nuestra comarca sea “absolutamente Cuenca”, tal y como parece afirmar Miguel, empleado del Ayuntamiento de Venta del Moro. La comarca tiene cosas de Cuenca, como puede tenerlas también de Albacete, pero también las tiene de Valencia y de Aragón, como consecuencia de que por su posición geográfica nuestra tierra ha venido siendo en todo momento permeable a cualquier cultura anexa a su ubicación geográfica. No hay más que hacer lectura del párrafo siguiente del propio artículo para hacerse una idea, siquiera somera, de la influencia territorial que el tráfago por la comarca podría ofrecer en referente a modos y costumbres.
Es cierto, como manifiesta Nacho Latorre, que nuestro carácter es mucho menos barroco y mucho más serio que el valenciano, eso no se puede negar, pero también existen comarcanos, especialmente en Requena, que se sienten muy identificados con Valencia y sus costumbres y, en muchas familias, entre otras afinidades, celebran sus principales eventos familiares alrededor de una suculenta paella valenciana, eso tampoco podemos negarlo y es que los treinta y cinco minutos de distancia que nos separan de la capital de la Comunidad hoy es diferencia escasa para aceptar una asimilación de costumbres cada vez menos diferenciada.
Vuelvo a los comentarios de Miguel cuando habla de las fallas “Tampoco somos falleros”. También habría que matizarlo, no somos falleros en la mayoría de nuestros pueblos, pero ¿podríamos decir que tampoco lo es Utiel? El fervor y el entusiasmo que Utiel dedica hace décadas a sus le fallas le hace ser reconocida como ciudad fallera desde todo el orbe valenciano. Únicamente obtuvo una crítica, que yo conozca, en toda su historia, la cual vino de parte del radical historiador suecano Joan Fuster, contestado adecuadamente en su día por José María Sánchez Roda, por lo demás Utiel vive un sentimiento fallero con una categoría y dignidad admirables que estimo no se debe en modo alguno poner en cuestión. Tampoco en este apartado el artículo se expresa con toda exhaustividad.
Y en lo referente a la toponimia, nuestro vocabulario es propio, no estrictamente manchego. Así lo viene a expresar la autoridad más importante que en este particular existe en nuestra comarca D. Feliciano Antonio Yeves Descalzo: “Son expresiones y frases populares casi exclusivamente de esta comarca; muchas autóctonas y otras no tanto, que constituyen una parte importante del modo y manera de hablar y comunicarse de nuestros antepasados…” Tampoco olvida el maestro Yeves que nuestra toponimia, excepción hecha del castellano, “también incluye la incorporación de algunos valencianismos que no alteran la idoneidad de nuestro idioma, aunque sí lo agrandan y fortalecen” (Corbella, camal, bajoca, pescatero/a, panoja, oliva, etc.)
También la utilización del sufijo “ete” diferencia nuestros modos de expresión de los manchegos, puesto que el “ete” viene a ser una adaptación a nuestras expresiones obtenidas de la influencia del sufijo diminutivo valenciano o catalán “et”: “poquet”, “negret”, “blanquet” “fresquet”, etc. En consecuencia, nuestros antepasados “castellanizaron” dicho diminutivo mediante el añadido de una “e” a dicho sufijo: “poquete”, “negrete”, “blanquete”, “fresquete”, etc., expresiones éstas únicamente utilizadas en nuestra comarca donde todavía son muy habituales.
Tocando el tema de los “sentimientos”, elemento tan utilizado por el nacionalismo de toda índole, habrá que tener en cuenta la afirmación hecha en el artículo en cuestión por el flamante archivero de Requena Nacho Latorre, venturreño de pro, quien viene a exponer con acertado razonamiento la idea de que para el cambio del mapa político en nuestra comarca “Había intereses de la oligarquía gobernante que tenía vínculos con la élite comercial valenciana”.
Dando por buena la aseveración de Nacho, podremos considerar que nuestro “matrimonio” con Valencia no vino a ser si no un auténtico casorio de conveniencia, por ambas partes, cosa nada distinta de la experimentada en la formación de territorios y estados en toda la historia mundial, los cuales se conformaron bien por conveniencia o por la fuerza de la ocupación, los sentimentalismos nunca fueron materia de construcción de un reino o estado, y en la actualidad las personas nos organizamos a conveniencia para convivir de forma racional, libre y democrática.
Desde los comienzos de la integración en Valencia, los miembros de nuestra comarca no nos hemos sentido tratados de forma equitativa en referencia a los receptores de la periferia y eso ha sido motivo de desconfianza continua experimentado por ambas partes. No se puede amar a quien no te muestra cariño. Nunca me han preguntado en Madrid de donde vengo ni a donde voy, sin embargo en Valencia me lo han inquirido miles de veces y al contestar que soy de Requena me han catalogado peyorativamente de “churro”.
Cuando les preguntaba a que venía el calificativo en cuestión, me argumentaban la simpleza de que cuando nuestros antepasados supuestamente juraron los fueros de Aragón portados a la conquista de Valencia por Jaime I, al no saber, aparentemente pronunciar dicho juramento en lengua vernácula, arrastraban la X propia del vocablo ”Xure” transformando la palabra el “Chure”. Ignorancia supina, toda vez que nuestra comarca nunca juró los fueros de Aragón, por cuanto quedo incorporada a Castilla desde su reconquista en 1239 por Fernando III denominado “El Santo” y dieciocho años después vino a refrendarse la incorporación mediante el otorgamiento de la Carta Puebla y el Fuero para el gobierno propio en calidad de territorio de realengo por concesión e Alfonso X también conocido por “El Sabio”. Privilegios éstos que consideran a “Requena y su Tierra” a todo efecto incluidas en el territorio castellano del que formó parte toda la comarca, excepción hecha de Sinarcas que pasó a poder de Jaime I quien la integró en Albarracín desde 1241, confirmando la donación en testamento del propio rey fechado en 7 de septiembre de 1272. En consecuencia y como queda confirmado, la leyenda del “churre” no debe ser atribuida en modo alguno a nuestra comarca, de esta forma que cada cual asuma sus propias actuaciones en referencia a sus hechos. Otra prueba más del absoluto desconocimiento que de nuestra historia y cultura se tiene desde la periferia. Y podríamos seguir con el apartado de afrentas, pero seguramente harían interminable el discurso del presente artículo.
La idea de pertenencia siempre ha venido siendo utilizada por el nacionalismo como forma de acepción exclusiva y excluyente. El franquismo naturalizaba su idea nacional mediante la aniquilación de las ideologías bajo en anagrama “El crepúsculo de las ideologías”. José Antonio Primo de Rivera bajo el axioma “España es una unidad de destino en lo universal”. Y el nacionalismo periférico basa sus fundamentos mediante el “Hecho diferencial”, como vemos todas basadas en el desarrollo de lo propio y la exclusión de toda divergencia.
No podemos dejar de considerar la idea de que en nuestra comarca existan personas que se sientan indubitablemente valencianas, como también las hay que se puedan sentir manchegas o, al menos, afines a ambas características, pero también los hay quienes (entre los que me cuento) no se sienten ni una cosa, ni la otra y que convivimos todos de una forma cívica y democráticamente convencional. Por mi parte tengo a orgullo haber nacido en Requena y me considero integrado en una comarca con una cultura y problemática común que me hace afín a cualquier porción de mi territorio. En consecuencia puedo mostrar más afinidad por Utiel, Sinarcas o cualquier otro pueblo de mi comarca que por Chirivella o Albalat de la Rivera, sin menospreciar para nada a estas dos magníficas localidades valencianas, pero ello no deja de ser una obviedad.
Del mismo modo me siento orgulloso de ser español, pero no menos orgullo mostraría si fuese inglés, francés, alemán, italiano o belga, pongamos por ejemplo, porque cualquiera de estas pertenencias circunstanciales me seguiría dando la oportunidad de formar parte de una comunidad que propugna los valores de libertad, democracia, progreso y convivencia como viene a ser la Unión Europea, bajo cuyos fundamentos me agrada existir. Todo lo demás me resulta totalmente aleatorio.
El exclusivismo, la idea de pertenencia, el patrioterío y la insolidaridad van parejos con esa concepción de fanatismo que regresa hacia la formación tribal pretextando un concepto identitario que ha venido siendo permanentemente diluido mediante el tráfago racial y geofísico de la historia. Tanto las personas como los territorios han venido siendo constantemente modificados a consecuencia de la conveniencia marital o la pujanza de la fuerza y así hemos llegado a la actualidad. En consecuencia, a mi no se me humedece nunca el lagrimal cuando escucho la notas de algún himno patriótico, pero sí suelo escucharlos todos con total silencio y el respeto que mi sentido de la educación me impone. ¿Sentimientos?, pues que cada cual se sienta como quiera o como le dicte la fuerza de su interior, pero, en todo caso, que se le deje sentir en libertad, que no se le oprima mediante imposiciones culturales o históricas simuladas o vacuas, simplemente porque cuando la cultura se impone o manipula deja de ser cultura para convertirse en adoctrinamiento y, consecuentemente, del adoctrinamiento nacen las nuevas formas de esclavitud.
Valenciano, manchego o, simplemente español; mejor europeo, es lo que mi “sentimiento” interior me viene dictando desde hace ya mucho tiempo.
Julián Sánchez