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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG

Los noticiarios son una fugaz luz alrededor de nosotros. De pronto, un destello nos hace conscientes de un gravísimo problema. A veces el problema es insignificante; por ejemplo, los amoríos de la última celebridad mediática. En otras ocasiones la cuestión es un problema cósmico: la migración de decenas de miles de sirios y los problemas asociados al traslado de tal cantidad de gente. Los medios nos hacen contemporáneos de nuestro tiempo. Con esos recopilatorios diarios de noticias, nos colocan en el punto de lo actual. Somos conscientes que vivimos en el mundo, que estamos rodeados por él gracias a la noticia. Percibimos el racismo persistente, a pesar de los pesares, en esta Europa nuestra que juró no volver a repetir lo de los años 40.

Transmiten buenas y malas noticias. Es lo que hay. Se elige lo espectacular, lo más llamativo para las personas a las que va dirigido el noticiario. En el fondo, los que presentan la noticia, los que presentan el mundo, también se dejan llevar por lo espectacular, y por sus intereses. Pero conocer esto nos sitúa en el mundo, nos permite concienciarnos de que vivimos en un entorno, nos define dentro de ese entorno. Al definirnos, traza también una frontera. Por ejemplo, al permitirnos establecer una diferencia con aquella tierra en la que el sufrimiento general es intenso, porque hay en marcha una guerra o se han sucedido las catástrofes naturales.

Pero no pueden evitarlo. La política los atrae como la miel, como la sustancia dulce que los envuelve y los seduce. Sobredosis de política. El terremoto ha ocupado los primeros minutos, porque después hay que ir a la última gilipollez del político, a veces del mismísimo presidente.

En todo caso, con sus noticias sobre la política y los políticos; con sus imágenes espectaculares sobre la guerra; con sus informaciones sobre lo mal que lo pasan nuestros congéneres aquí y allá; con todo esto, los seres humanos de este siglo que acaba de iniciarse sentimos la contemporaneidad más absoluta; percibimos el mundo que nos rodea.

En cambio, ¿cuándo percibimos que somos contemporáneos de nosotros mismos? Es difícil dar una respuesta global. Quizás nos damos cuenta de que somos contemporáneos de nosotros mismos cuando la adversidad se cierne sobre nosotros.

En Los Ruices, a 8 de octubre de 2015.

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