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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ

Bajo el anagrama “El golpe económico de una independencia de Cataluña” los eminentes economistas Rafael Pampillón y Mª Cristina de Haro, publican en el diario Expansión un detallado estudio sobre las consecuencias que el movimiento separatista que provoca la deriva del tándem MasJunquera en Cataluña  en unos momentos en los que en España se viene atravesando una situación de incertidumbre política y económica, motivada por las secuelas de una descomunal crisis todavía no subsanada, agravada considerablemente  por las actuaciones segregacionistas, cuya resolución aparenta más que complicada, como consecuencia de que se está produciendo un movimiento social en pro de la independencia, en principio legítimo y respetable, pero que no olvidemos que el mismo se ha inventado y desarrollado aduciendo argumentos para impulsarlo que no se ajustan, en modo alguno, a la realidad. Los citados economistas se hacen eco de los axiomas, alimentados desde la infancia en los propios colegios, cuyas soflamas responden a versiones subjetivas como «fuera de España nos iría mejor», «una Cataluña independiente seguiría formando parte de la Unión Europea» y «la independencia nos daría más prosperidad».

En dicho artículo, los autores alertan del enorme peligro que propicia la situación del planteamiento separatista en un entorno como el actual de debilidad económica en los adentros de la propia Unión Europea: “El mero hecho de hacer una consulta sobre la independencia de Cataluña añadiría todavía más incertidumbre y, por tanto, inestabilidad a la frágil economía europea, española y catalana”, dejando constancia de la evidencia de que “es cierto que la economía catalana cuenta con una importante parte del tejido empresarial e industrial del país. Pero no se puede olvidar que la actividad económica futura está basada, entre otras cosas, en la confianza y en la estabilidad”.

La situación de inestabilidad e incertidumbre que crea el actual proceso separatista perjudica enormemente, no únicamente a la economía catalana, si no que ralentiza enormemente la salida de la crisis de todo el Estado Español en su conjunto. De esta guisa los economistas  hacen ver que en Cataluña, según el último informe que emite Convivencia Cívica Catalana, la inversión extranjera que llegó a Cataluña durante el segundo trimestre de este año fue un tercio (34%) de la que recibió en el mismo periodo del año anterior. Un reflejo claro de las intenciones de los inversores internacionales ante un posible resultado independentista. El panorama de las empresas no es mucho más halagüeño.

Según el informe mentado, La disminución del interés en 2014 por invertir en Cataluña ha sido generalizada por parte de inversores procedentes de las principales áreas geográficas del mundo: europeos (-61%), americanos (-65%), asiáticos (-51%) y del conjunto de la OCDE (-65%).

La caída de la inversión extranjera ha afectado a los principales sectores productivos de Cataluña tales como la industria manufacturera (-77%), la construcción (-66%), las actividades profesionales (-56%) y de manera muy destacada al sector financiero catalán (-93%).

Los preocupantes datos dados a conocer oficialmente por el Registro de Inversiones subrayan que la incertidumbre y la inestabilidad política en Cataluña en este año 2014 están pasando factura y contribuyendo a crear un clima de inseguridad y desconfianza entre los inversores extranjeros que han decidido de manera mayoritaria contraer o incluso paralizar sus inversiones en Cataluña.

A todos estos datos habría que añadir la circunstancia de que, como consecuencia de la situación establecida, caso de que se consumara la separación, los mencionados economistas pronostican que “los efectos sobre la economía catalana podrían ser considerables. Cataluña se contraería y el colapso económico podría ser inmenso fundamentalmente porque una parte de las empresas radicadas allí se marcharían. La actividad empresarial no se mueve por sentimentalismos nacionalistas sino por motivos económicos y sociales y desde el momento en que se hiciera efectiva la independencia las empresas catalanas tendrían que luchar para hacerse un hueco en los mercados internacionales”.

No es de extrañar por ello que entidades financieras catalanas, tal y como podemos considerar a Caixa Bank y Banco Sabadell, estén planteando, caso de producirse el hecho, el trasladar su sede social fuera de Cataluña, como consecuencia de que el colapso económico podría ser considerable, fundamentalmente porque una parte de las empresas radicadas allí se irían. La actividad empresarial no se mueve por sentimentalismos nacionalistas sino por motivos económicos y sociales y desde el momento en que se hiciera efectiva la independencia las empresas catalanas tendrían que luchar para hacerse un hueco en los mercados internacionales.

Y ¿por qué resultarían factibles todas estas situaciones? Pues según estos economistas, en primer lugar porque la independencia supondría la salida automática de Cataluña de la UE, lo que significaría que el estamento europeo aplicaría inmediatamente un arancel a la importación de productos catalanes. Sería el mismo que soportan los países que no son miembros de la Unión Europea. Además, Cataluña podría caer en la tentación de elevar barreras arancelarias para proteger a sus empresas de los productos extranjeros. De esta forma las empresas catalanas verían como aumentan sus costes de importación de las materias primas y bienes intermedios que no se produzcan en Cataluña a la vez que disminuirían significativamente sus ingresos por exportaciones.

La solución a este problema no podría ser más que trasladar la empresa fuera de Cataluña para continuar trabajando en un territorio que forme parte de la UE y de su mercado único. Además, como señalan los libros, el aumento de aranceles generaría una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica. Todo ello disminuiría considerablemente las oportunidades de Cataluña de generar ventajas competitivas.

A todo lo anterior habría que añadir un considerable aumento del déficit público influidos por la baja recaudación fiscal que repercutiría la menor actividad, circunstancia que afectaría significativamente a la partida de ingresos y el engrosamiento de los gastos fundamentalmente provocado por la emisión de deuda para su financiación, toda vez que la previsible desconfianza de los inversores de obtener su devolución impediría a Cataluña acceder a los mercados internacionales. Todo ello unido a que el nuevo Gobierno de Cataluña debería hacerse cargo de la financiación del nuevo Estado desde sus comienzos y también de sufragar aquellas partidas que estaban aseguradas por el Estado español, tal y como podemos considerar a las pensiones públicas, los salarios de los funcionarios y de los gastos de defensa e infraestructuras públicas. Asimismo, debería continuar haciendo frente a los pagos del servicio de la deuda pública española que le correspondiese a prorrata, al menos durante algunos años, precisamente los que formarían parte de un periodo clave para consolidar económicamente la pretendida independencia.

Pero además de todo ello, el momento de plantear esta situación no puede ser más inoportuno, como consecuencia de que el entorno económico europeo no parece muy favorable y, como ya avanzó el propio Mario Draghi la semana pasada, Europa se enfrenta a una posible situación de estancamiento. Efectivamente, el conjunto de la zona euro avanza muy lentamente y todavía mantiene un nivel de crecimiento inferior al del comienzo de la crisis, mientras que otros países como Estados Unidos ya lo han superado. Además, se han detenido las tasas de crecimiento de economías muy importantes como las de Alemania, Francia e Italia.

Por todo ello, la necesidad de negociación y entendimiento entre el Gobierno Español y el Catalán deviene más que indispensable a la hora de lograr un acuerdo destinado a desbloquear de una vez esta continuada política de desencuentros que con habilidad, buena fe, eficacia y empatía debería lograrse, facilitando la salida de un proceso cerrado el cual, si no se adoptan vías de solución que únicamente pueden obtenerse mediante el diálogo político, van a llevar a nuestra sociedad en su conjunto hacia un callejón sin salida que impida otorgar las debidas soluciones a los gravísimos problemas socioeconómicos por los que estamos atravesando, no solamente en Cataluña, sino también en el resto de España. Con soflamas, adoctrinamientos y sentimentalismos románticos no vamos a ningún sitio. Nuestra sociedad precisa de soluciones efectivas y rápidas, la demagogia, el egoísmo y la mentira solamente conducen a dilatar el sufrimiento de muchos y ralentizar el bienestar de todos.

Los gobiernos son votados para representar a la sociedad y propiciar la mejora continua de sus condiciones más ineludibles mediante el diálogo y la capacidad política y de gestión, los empecinamientos, las miradas hacia otra parte y las huídas hacia adelante, únicamente propician la inestabilidad y retroceso social que únicamente puede llevar hacia el atraso y la miseria y eso no es bueno para nadie, en este caso ni para Cataluña, ni para el resto de España. Que se lo hagan mirar, pero muy seriamente.

Julián Sánchez

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