LOS COMBATIVOS REQUENENSES. /Víctor Manuel Galán Tendero.
Requena (15/05/17)
En 1520 vino la primavera muy agitada a Castilla. Los frailes de Salamanca defendieron la Comunidad, la cosa pública, frente a un rey extranjero que pretendía arrancar de las Cortes fuertes sumas de dinero para ceñir la corona del Sacro Imperio. La marcha a tierras germanas del que sería Carlos V, en medio de un gran descontento, y el incendio el 21 de agosto de aquel año de Medina del Campo por fuerzas reales llevó a muchos castellanos a alzarse contra la autoridad en nombre de las leyes del reino.
El documentado estudio que Joseph Pérez dedicó hace años al movimiento de los comuneros demuestra de forma fehaciente los problemas y las inquietudes de Castilla a la muerte de Isabel I. Timbrados nobles y venerables municipios, pecheros y caballeros tenían sus motivos de agravio hacia el autoritarismo real, que había limitado su capacidad de acción y exigido más de una contribución para las grandes y no tan grandes empresas de la Monarquía.
Los caballeros requenenses creyeron que había llegado el momento de ajustar cuentas. El 2 de octubre de 1520 se hizo procurador de la Comunidad de Requena al caballero Esteban Alonso, que desplazó a Gil Pérez de Dios (partidario del régimen de gobierno municipal vigente desde 1506). La procuración de la villa cayó dos días después en manos de Alonso Sánchez del Campillo, veterana figura de la política local. Otro caballero, Luis de la Cárcel, capitaneó la toma de la fortaleza en la noche del 11 a 12 del mismo mes en nombre de aquella Comunidad. Seguros de su triunfo, confiaron con el respaldo de la Junta de Tordesillas la alcaidía de aquélla a Francisco Romero, con simpatías entre los pecheros.
Este grupo de caballeros montaba a lomos de un tigre y otros descontentos también alzaron su voz. El 1 de noviembre no pusieron imponer su voluntad los caballeros de la nómina en la elección de los caballeros de la sierra, encargados de custodiar los términos locales. Durante aquel mes Burgos (con grandes lazos mercantiles con los Países Bajos y menos dada a la agitación política que Toledo) abandonó la causa de los comuneros, entre los que ya se estaban produciendo importantes grietas. Ciertos grandes de la nobleza reconsideraron su postura y sus tropas se pusieron bajo los estandartes reales.
Algunos historiadores han hablado de una mayor radicalidad de algunos sectores comuneros a partir de este momento. En Requena Esteban Alonso fue relegado de la procuración por el alcaide Francisco Romero, que deseó que los caballeros también contribuyeran a las sisas. Abrieron negociaciones los disconformes con las recobradas autoridades regias y en abril de 1521, el mes de la batalla de Villalar, la Requena comunera se rindió.
A primera vista puede parecer absurdo que algunos caballeros se sumaran a una rebelión que socavaba su preeminencia en un plazo más o menos breve. Es claro que al principio no lo vieron así. Descontentos con el régimen municipal de 1506, que implantó la insaculación (el de introducir en una bolsa el nombre de varios candidatos para proceder por suerte a su elección anual), quisieron aprovecharse de la situación para imponer de forma más exclusiva su voluntad en la vida local.
Al fin y al cabo, el tiempo de las banderías no se encontraba tan alejado. Cristóbal Zapata había denunciado a los Reyes Católicos en agosto de 1492 que los oficios municipales eran escogidos a gusto de dos parcialidades, sin prestar atención al consejo vecinal. Decidían con gran licencia sobre la distribución de los impuestos entre los pecheros, el dinero a gastar y otros aspectos muy sensibles al bienestar común.
Bajo doña Isabel y don Fernando las facciones locales no se acometieron con la saña de tiempos de Enrique IV, reducido a la impotencia por sus díscolos súbditos. De 1466 a 1469 se enfrentaron en Requena los partidarios y los detractores de don Álvaro de Mendoza, que intentó imponer su señorío sin éxito y que todavía no era conde de Castrogeriz. La coalición de linajes de los Zapata y los Adobes, seguidora de la voz del Mendoza, combatió a la conducida por los Comas, que se inclinaba por el señorío del rey, el del realengo.
Los primeros consiguieron oficialmente el perdón real el 29 de mayo de 1480. Fueron reconocidos como leales servidores del señor del momento y no como rebeldes, en sintonía con el espíritu de reconciliación preconizado por Hernando del Pulgar en Los claros varones de España, el de recordarle a doña Isabel (la que un día fue rebelde a su hermano Enrique IV) que convenía a su real corona mostrarse magnánima con otras grandes personas que lucharon en las pasadas guerras civiles. Todos, a su modo, dieron prueba de caballerosidad.
El complejo episodio de las Comunidades, que en nuestro caso también se explica por razones históricas locales, se inscribe en la transición de los tiempos medievales a los modernos, según la consagrada división de la Historia. Si en 1480 se anunció el final de la Edad Media en Requena, con la reconciliación de la nueva monarquía con la oligarquía díscola, en 1521 se consagró con el triunfo del autoritarismo real sobre un movimiento que cobijó reclamaciones muy variadas. Por ello varios de los caballeros requenenses se unieron a los comuneros.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Cámara de Castilla, CED 7 (40-BIS, 3) y 9 (241, 2). Cancillería. Registro del Sello de Corte, legajos 147603, 147704, 148032, 148407, 148602, 148803, 148806, 148809, 148811, 149104, 149111, 149203 y 149404.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Actas municipales de 1520-35, nº. 2741.