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POR AMOR AL CINE. DIEGO FORTEA.
Más del 45% de la recaudación total del taquillaje en nuestro país corresponde a la inmensa acogida que ha recibido el cine español por parte del público. No pienso -o no quiero pensar-que en España se esté perpetrando una campaña de desprestigio contra nuestro cine. Eso suena un poco a Illuminati, o a secta del Profesor Moriaty. Sin embargo, hay una realidad evidente: el 21% de IVA es el ataque más directo que se ha impuesto no solamente contra el sector cultural, sino también sobre el público, en definitiva. No nos engañemos. Olvidemos la piratería por un momento. Aunque seamos uno de los países con índices más altos en descargas ilegales, el material que se descarga rara vez se trata de una película que está en cartelera, porque se ven y se oyen de asco, y a nadie le gusta ver una película que ha sido grabada con el móvil de un hombre agazapado en la butaca del cine. Tengo muchos amigos que no tienen más remedio que bajarse ciertas películas porque hace mucho que dejaron de estar catalogadas en el mercado como DVDs u otros formatos de reproducción. La gente no va al cine por miedo a que les atraquen en la entrada, justo al expendedor de palomitas. Sí, es así de duro, pero el pensamiento no puede estar más extendido: Ir al cine deja nuestras carteras tiritando.
Lo cierto es que a la gente le encanta ir al cine. Claro ejemplo de ello es esa brillante iniciativa impulsada por algún grupo de seres humanos dulces y maravillosos llamada ‘La Fiesta del Cine’. Día 21, 22, y 23 de octubre: Entradas a 2,90€ en todos los cines del país. Colas interminables. Cines llenos. Y no sólo cines: también bares, restaurantes, tiendas… Gente yendo a sitios. Parecía que nunca íbamos a volver a ver esto.
Pese a todo, seguimos haciendo películas, e intentamos hacerlo lo mejor posible. Títulos como ‘La Gran Familia Española’ o ‘Zipi y Zape y el Club de la Canica’ permanecen en los puestos más altos de los rankings, entre las más vistas. También hablo de películas como ‘Las Brujas de Zugarramurdi’, de mi amigo Álex de la Iglesia, cuya distribución ha alcanzado parámetros incuestionables, llegando a países como Francia o Rusia.
Seguimos dependiendo del Estado y de las televisiones para poder hacer cine. Eso sí, cada vez menos. El tema es que su financiación se debe promover por parte de las empresas, de señores con corbata dispuestos a introducir dinero en esta industria o ámbito que pretende ejercer como industria. Hablo de un procedimiento que ya se lleva practicando en Hollywood desde hace tiempo. ¿Por qué? Es muy sencillo. Las subvenciones suponen de media el 17% de la producción cinematográfica y tiene un retorno a las arcas públicas de 3€ por cada euro subvencionado. En este punto es cuando saltan los plomos. La gente no consume cine. Es más, yo he llegado a encontrarme en una sala de cine vacía viendo una película, solito, sin ningún espectador más a mi alrededor. ¿Saben lo que acojona eso? A lo que iba, amigos: las subvenciones sobrepasan con creces la recaudación, por lo que el vínculo conformado entre el cine y el Estado se truncó desde hace tiempo, dejando prácticamente obsoleta la esperanza de reconciliar ambos elementos en un futuro.
Pero hay alternativas, todas ellas discutibles. Entre ellas, como ya os señalaba, echar mano de las compañías de capital riesgo para financiar filmes. El objetivo es que, con la ayuda de estas entidades, la empresa intervenida -en este caso, el audiovisual- aumente su valor y, una vez madurada dicha gestión, el inversor obtenga beneficios. Es una fórmula directa con respuesta instantánea.
En cuanto a toda esa serie de impertinencias que recriminan que ‘el cine español es muy malo como para gastar dinero en él’, tan solo diré que puede llegar a ser igual de ‘malo’ que el ‘cine francés malo’, el ‘cine italiano malo’, el ‘cine alemán malo’, o, por supuestísimo, ‘el cine americano malo’. Tenemos cientos de motivos para estar orgullosos de nuestros productos. Pero no los valoramos. En España, nos ocurre lo mismo con el cine que con el jamón: que no sabemos venderlo. Y, claro, los norteamericanos se nos comen con patatas una vez más a lo que respecta el audiovisual, porque tanto sus métodos de financiación como su potentísimo sistema de merchandising cooperan en aras de que, vayas donde vayas, te enteres de que sus películas -aunque no te importen ni lo más mínimo- están ahí, esperando a que te dejes en ellas tus 9 ó 10€ por entrar a verlas, y, si puede ser, que también te lleves a tu novia, a las niñas, al abuelito, y a una señora de Cáceres que te encontrase por la calle. Soñamos con ser como los extranjeros, porque nos encanta fantasear con lo que permanece distante o improbable frente a nuestras narizotas. Por ejemplo, en Francia reside un modelo de ayudas basado en un 11%. Aquí, los cineastas dan gracias por poder durar con su película una sola semana en taquilla.
Así son las reglas del cambio, y hay que adaptarse a ellas. Nos aferramos a aquellos ‘tiempos dorados’ en los que también nos quejábamos de inestabilidad, y ahora nos obcecamos soñando con que todo eso volverá algún día para que podamos seguir metiendo la pata tranquilamente, sin ningún impedimento.
Espero haber aportado mi granito de arena con mi opinión, fundamentada en porcentajes absurdos y en el amor que siento hacia esta profesión. No obstante, sigo creyendo que, más que lo que pensamos o escribimos, somos lo que hacemos. A mí, en verdad, me habían pedido hablar sobre la remasterización en Blu-ray de ‘La Sirenita’. Quizá otro día.

Diego Fortea
Actor, productor, y guionista. Director y Presentador de ‘Por Amor al Arte’ en Radio Requena
 

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