EL OBSERVATORIO DEL TEJO/JULIÁN SÁNCHEZ
Las fábulas suelen ser unas cortas y breves narraciones literarias, efectuadas tanto en verso como en prosa, las cuales suelen terminar siempre con un mensaje de enseñanza o moraleja de carácter instructivo. Normalmente sus protagonistas son animales, como es el caso de “La cigarra y la hormiga”, atribuida a Esopo, precisamente un fabulista de la antigua Grecia y recreada por Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego.
La moraleja (lección provechosa que se deduce de la historia), que en dicha fábula la laboriosa hormiga dedica a la despilfarradora y perezosa cigarra, viene a ser algo así como: “No dediques todo tu tiempo a la diversión y el placer. Trabaja siempre duro y guarda parte de lo que ganas para los tiempos difíciles. No te fíes, en modo alguno, de que todo el tiempo será tan bueno para ti, recuerda que siempre vendrán tiempos malos que tendrás que afrontar con tus propios medios”.
La moraleja que Alexis Tsipras, y quienes como él preconizaban el fin de las políticas de austeridad propiciadas desde la Unión Europea, ha debido asumir estos días, no diferencia mucho de la filosofía experimentada en la fábula del griego Esopo, al dejar en evidencia al actual dirigente griego ante toda Europa incluyendo el pueblo griego, al tener que realizar una drástica rectificación in extremis sobre una filosofía populista que no podía sustanciarse en pie durante mucho tiempo.
Según información propiciada por el periodista griego David Patrikaratos, haciendo mención a fuentes de Atenas, las cuales informan que Tsipras ha sufrido ataques de pánico en las últimas dos semanas. Un día antes, el diario británico, The Telegraph, informaba que el primer ministro no esperaba ganar la votación del domingo día 5, y que realmente su plan era abandonar el Gobierno de manera honrosa y trasladar la responsabilidad de lograr un acuerdo a un nuevo ejecutivo de unidad nacional. O sea, algo parecido a lo que debió pensar Varoufakis, pero éste si tuvo habilidad o suficiente espíritu de cobardía para salirse por el foro.
Ya mencionamos aquí en artículos anteriores, que la papeleta que tenía la cigarra Grecia en referencia a su enorme endeudamiento propiciado por un persistente despilfarro institucional, era de órdago y su solución no habría de ser ni mucho menos fácil. Si las cosas salen como en principio reflejan en el acuerdo recientemente establecido, Grecia necesitará hasta 86.000 millones de rescate en tres años –de los que unos 25.000 se dedicarán a los bancos–, cantidad esta la cual habrá de sumarse a los 240.000 millones que ya debe.
El texto del acuerdo recoge la inculpación a Syriza sobre el agravamiento del caos económico «a la gestión económica y financiera de los últimos 6 meses» y en la práctica atribuye los problemas de Grecia al gobierno actual porque este es exactamente el periodo de tiempo desde que Tsipras ganó las elecciones.
Bajo estas premisas llegan al acuerdo que básicamente se sustancia de la siguiente forma: Como principal novedad de las medidas discutidas en la reunión se prevé la disposición de 50.000 millones de euros para venta de activos públicos, la cual se estructura de la siguiente forma: Europa propone crear un fondo por valor de 50.000 millones de euros al que Grecia transfiera sus activos privatizables y cuyos beneficios sirvan para reducir la deuda, entre otros objetivos. No hay apenas precedentes de fondos como este en Europa y supone una especie de aval que se exige a Grecia a cambio del tercer rescate.
Aunque ese instrumento haya de quedar en manos de las autoridades griegas, contará “con la supervisión de las instituciones europeas relevantes”, algo que puede resultar difícil de asumir en Atenas, pero que se ha asumido. Del total del fondo, la mitad se destinará a la recapitalización bancaria, urgente en el país heleno por la difícil situación que atraviesan sus bancos, actualmente agravada y muy profundamente por el corralito y los controles de capitales. Otro 25% servirá para ir reduciendo la deuda y el 25% restante para proyectos de inversión productiva.
En lo referente a pensiones, pese a que Tsipras juró y perjuró que esta materia sería intocable, en su última propuesta Atenas aceptaba todo el paquete de la UE, que supone elevar la edad de jubilación a 67 años y congelar las pensiones hasta 2021.
El mercado laboral va a padecer un endurecimiento adicional en las leyes laborales. Los socios europeos abogan por “revisiones rigurosas de la negociación colectiva, la política industrial y los despidos colectivos”. Y sugieren “no volver a políticas del pasado”.
Para evitar la quiebra del sector financiero, Europa exige medidas decisivas en los créditos con riesgo de impago. Sin ayuda, el sector financiero podría precipitarse hacia la bancarrota. En consecuencia, el acuerdo alcanzado el pasado día 13 fija en 7.000 millones de euros las necesidades más urgentes del país (las correspondientes al 20 de julio) y en 5.000 más para mediados de agosto.
Con respecto a las privatizaciones, los socios exigen más en la materia, especialmente la red eléctrica, la cual Atenas siempre pretendió mantener en poder del Estado.
Y en referencia a las Administraciones Públicas, auténtico paradigma del despilfarro y el descontrol griego sobre los privilegios, el acuerdo exige «modernizar y reforzar significativamente la Administración, mediante un programa para dotar y despolitizar la Administración griega». Todo ello sin espacio para la relajación, porque la primera propuesta de este proyecto debe estar lista el próximo 20 de julio. Se acabaron los abusos, los privilegios y el despilfarro de los recursos públicos en Grecia.
Pero resulta que la cigarra derrochó tanto de sus propios recursos de subsistencia que, ahora, todas estas medidas primordialmente necesarias para poner a Grecia a nivel de desenvolvimiento comunitario no pueden llevarse a cabo, precisamente por el elevado nivel que alcanza el desmesurado endeudamiento griego que deviene imposible de digerir, si no se efectúa una sustancial quita, o alguna otra medida similar, a efectos de poder hacer factible la supuesta recuperación sin traumas mayores que obligasen a medidas muchísimo más drásticas.
A tal efecto, el “temible” FMI que capitanea la no menos tremebunda Christine Lagarde, se descuelga con un informe confidencial dirigido a los socios de la zona euro (horas después de que Grecia y Europa llegasen a un acuerdo para abrir las negociaciones sobre un tercer rescate a Atenas, que podría llegar hasta los 86.000 millones de euros, a cambio de las medidas de austeridad y reformas estructurales anteriormente mentadas), recomendando a los países europeos socios de la UE la conveniencia de dar a Grecia un período de gracia de 30 años para que cumpla con toda su deuda en Europa, incluidos los nuevos préstamos.
Asimismo, la mencionada recomendación, habla de extender los vencimientos de forma muy drástica, o bien realizar transferencias fiscales anuales explícitas al presupuesto griego. Caso contrario, advierte el informe, habrá que aceptar «profundas quitas» en sus préstamos a Atenas. No habrá otra solución.
Y es que la cigarra de la fábula resulta ser un aprendiz de las grandes cigarras que han tenido la irresponsabilidad de dirigir la gobernabilidad del país heleno, incluida la gestión de Syriza en los últimos meses. Grecia mintió gravemente a la Unión Europea en su día falsificando sus cuentas, pero también la UE, por conveniencias políticas del momento se dejó engañar. Pero sí que por el contrario estuvieron atentos para exigir a la hora de dar el voto griego a la entrada de España en el consorcio europeo, reclamando las oportunas compensaciones e indemnizaciones ante un perjuicio económico de orden nacional alegado, por lo que, caminar sin calzado por pedregales al final produce llagas en los pies.
Las teorías keynesianas consistentes en ignorar la austeridad inyectando recursos públicos a la economía con intención de reactivarla, pueden ser válidas siempre y cuando se disponga materialmente de dichos recursos. Caso contrario la acción no puede existir, en consecuencia sería como inyectar aire a un estómago famélico tratando de transformarlo en alimento. Esta es la auténtica realidad.
La teoría populista queda en evidencia mediante el espíritu de la llamada efectuada por Pablo Iglesias a su amigo Tsipras, llamada ésta que recordaba otra anterior de Mariano Rajoy a su ex tesorero Bárcenas: “Alexis aguanta que ya llegamos nosotros”. ¿Llegamos nosotros a qué? ¿A acompañarles en la debacle? O, ¿a crear con ellos una congregación de la miseria? Gobernar es establecer las bases de un futuro común sobre un proyecto sustancial. Pero, una cosa es utilizar estrategias comunicativas plenas de soflamas verborreicas y populistas, ora marxistas, ora socialdemócratas, tratando de captar el interés del indignado y su voto desesperado y, otra muy diferente estar al corriente en los temas de gobierno y pensar de verdad en la situación real de los sectores sociales más necesitados estableciendo las bases efectivas, eficientes y sustanciales para sacarlos adelante, no con el derroche de los recursos de los que no se dispone, sino con la optimización efectiva de los peculios disponibles en una economía real donde se incardina la voluntad no solamente propia, sino también ajena.
Los conocimientos que sobre economía asume el populismo no pueden estar más en evidencia, y ese experimento de gobierno que preconizaba Zyriza ha terminado en un desastre el cual se ha llevado por delante al propio partido gubernamental, debiendo ser sostenido su principal valedor por los dirigentes de esa “casta” de la que tanto abominó y criticó en su momento.
Todo este lamentable sainete de consecuencias aún impredecibles, viene a recordar aquella famosa frase del incombustible Groucho Marx cuando ironizaba razonando la evidencia de una situación a la que se llegó por lo insustancial de los medios con los que partía: “partiendo de la nada, podemos decir que, al final, hemos llegado a la más absoluta de las miserias”.
Tomemos nota de la situación, no vaya a ser que, de verdad, vayamos a llegar a tiempo de acompañar a la cigarra Grecia hacia su más que previsible periplo establecido sobre “la más absoluta de las miserias” porque, aunque alguien pretenda disimularlo, similitudes tenemos y, a mi juicio, demasiadas.
Julián Sánchez