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LA BITÁCORA DE BRAUDEL /JCPG

Se dicen muchas gilipolleces sobre los libros. Que si la lectura nos cura contra el nacionalismo y la reverencia excesiva a las tradiciones. Que si la lectura nos hace más humanos. Que si la lectura cura el virus de la violencia. Bla, bla, bla.  No es un arma contra el fanatismo, ni nada de eso. De hecho, los dictadores y los poderosos en general, sean lo fanáticos que sean, siempre tienen a su lado a algún intelectual susurrándole algo al oído. Es una actividad peligrosa para nosotros mismos. Pero necesaria para protegernos de la realidad, porque el hombre no sabe vivir en condiciones de absoluta realidad. Y así, huyendo de la realidad, nos encontramos con la muerte. Y todo lo demás es cuento. Los autores de los atentados en Bélgica quizás sean también lectores; pero sus libros de cabecera son, sin duda, otros. Son fieles a un libro, a la letra de un libro, o a la interpretación cruel del mismo.

La pintura que ilustra este artículo me ha hecho reflexionar bastante. La cara alucinada, sorprendida de don Quijote ante la lectura es la muestra de una gigantesca pasión libresca. El asombro en el instante. No importa el desorden de la habitación, ni siquiera que los libros estén tirados por el suelo. La maravillosa serie que un día filmó el director Manuel Gutiérrez Aragón pudo recoger la sublime interpretación de Fernando Rey, que paseaba a don Quijote con esa mirada de la sorpresa perenne, del asombro permanente ante la realidad convertida en ficción. Ni el propio Sancho, interpretado por el inolvidable Alfredo Landa, podía disolver el trampantojo que el autoengaño literario había creado en Quijote.

En el año cervantino, vale la pena reflexionar sobre algunos aspectos del libro, del autor y de las implicaciones de la lectura. Pero si los terrorista leyesen el Quijote nada podrían extraer del odio que les anima a matar masivamente. El lector del cuadro está en permanente zozobra y sorpresa, pero pasar a la acción directa del crimen es ya un asunto más arduo, quizás asunto de la psicología y la propaganda.

En Los Ruices, a 23 de marzo de 2016.

Comparte: Cervantes. La superchería de los poderes de la lectura