Requena (07/03/17)
LA HISTORIA EN PÍLDORAS /Ignacio Latorre Zacarés
2016 ha sido año de centenarios (Ramón Llull, el inca Garcilaso de la Vega, Echegaray, Rubén Darío, Cela, Buero Vallejo…); pero, principalmente, los que se han llevado la palma son los cuatrocientos años desde que con una diferencia de once días se esfumó la capacidad creativa de los dos grandes de la literatura universal: D. Miguel y sir Williams. Parece que los fastos de los pérfidos anglos han sobrepasado en número y calidad a los cervantinos, pero no por ello Requena le ha dejado de ofrecer su hueco a ambos autores bajo el empeño de la aguerrida concejala de cultura. Entre otros “beiles” (paseo de la lectura, cartel de la Feria del Libro, conciertos musicales, obra de teatro del genial “Brujo”, conferencia impactante de Alfonso Dávila, curso de Aula Abierta de paleografía cervantina) en verano se organizó una exposición de casi trescientas obras representativas de Cervantes por su antigüedad, ilustración, rareza y/o novedad. Lo fundamental de la exposición es que todo ello se encontró sin salir de Requena gracias a colecciones particulares de gran interés (como la de Quijotes ilustrados de Santiago Vives o la de traducciones y objetos cervantinos curiosos de Lorenzo Zafra) y al gran y crucial fondo aportado por la biblioteca de la Fundación Lucio Gil de Fagoaga que incluye la biblioteca personal de Adolfo Bonilla y San Martín, catedrático de Filosofía y profesor de D. Lucio, que publicó la obra completa de Cervantes desde 1914 junto con Rodolfo Schevill. La Biblioteca Pública de Requena también aportó parte de su crecido fondo de y sobre el alcalaíno. Cierto es que lo más interesante de las exposiciones es la parte de investigación que en rigor debe llevar aparejada y de ello nos disponemos a mal escribir.
Se acercaba el centenario y teníamos a un determinado señor muy inquieto en Requena. El susodicho, bibliófilo, letraherido y “enredaor oficial de España” buscaba un posible nexo que pudiera haber entre Cervantes y Requena y su comarca. Un reto a la altura de un lector inteligente, exhaustivo y ávido que ya ha encontrado numerosas referencias a Requena y Utiel en la obra de Lope de Vega y en escritores de la talla de Pío Baroja, Asquerino, Huici, etc. Pero leyó toda la obra cervantina y no encontró referencia a Requena o a Utiel, lo cual no ha de extrañar debido a los escasos topónimos que nos dejó D. Miguel. Y siguió buscando… y lo encontró, haciendo válido el aserto de “el que la busca, la encuentra” (los “refranes trabajan” que dicen en la tierra).
Un día se presentó en el Archivo D. Rafael Muñoz (que es el que compila los anteriores calificativos) y lo suelta: hay qué averiguar qué se sabe de un requenense de finales del XVI llamado Francisco López. “¿Y?”: dijo el archivero. El Sr. Muñoz había encontrado en un libro de fines del siglo XIX, “Documentos cervantinos hasta ahora inéditos”, de Pérez Pastor una relación de cautivos de Argel liberados con Cervantes en 1580 y ahí figuraba el mencionado requenense. Nos pusimos manos a la obra ambos como sabuesos detectives nórdicos (que es lo que se lleva ahora) y algo se encontró, aunque más a la manera mediterránea de un Montalbano, Carvalho o Kostas Jaritos.
Efectivamente, en los libros de redención de cautivos de Argel de 1580 del Archivo Histórico Nacional encontramos al citado Francisco López y su historia. Nos hallamos ante la primera redención de cautivos efectuada en Argel desde 1546. Contaba por entonces Francisco veintidós añitos y era natural de Requena, hijo de Miguel López y María González y estaba cautivo en Argel desde que un aciago día de agosto de 1577 (tres años de cautivo por tanto) fue capturado en una embarcación de tres palos denominada saetia que estaba cargada de trigo con dirección a Orán. Nuestro Francisco era pequeño de cuerpo y venía lesionado con una herida en la parte izquierda de la cabeza. Para su rescate se habían empleado doscientos cincuenta doblas con ayuda de la limosna del obispo de Lugo. Quienes gestionaron su rescate, y en general los rescates de los cautivos argelinos, fueron los frailes trinitarios, especializados en esta compleja tarea.
Sin embargo, una lectura atenta de los documentos nos permitió averiguar que Francisco López fue rescatado en la misma expedición de frailes redentores de 1580, pero no en el mismo día y barco que Miguel de Cervantes. Efectivamente, un cinco de agosto de 1580 desembarcaba nuestro requenense con 121 liberados más de la nave Santa María de San Nicolás en el Grao y playa de Valencia. En los días siguientes realizarían la protocolaria presentación ante las autoridades y gran procesión de liberación de cautivos que se acostumbraba vestidos con sus trajes de cautivos o cruz o escapularios trinitarios. Cervantes no vino en este barco, pues la cuantía de su rescate era mucho mayor (quinientos ducados) y los frailes trinitarios aún no habían podido reunirlos (según la biografía oficial discutida por otros cervantinistas). Finalmente, casi tres meses después, Cervantes zarpaba de Argel el 24 de octubre del mismo 1580 con cinco liberados más dirección al puerto de Denia, desde donde se dirigió a Valencia donde anduvo un mes y le acontecieron unos hechos recientemente sacados a la luz por el archivero Villalmanzo. Para entonces, el Príncipe de los Ingenios había pasado cinco años de cautiverio. ¿Pudieron conocerse Cervantes y el requenense López que estuvieron ambos cautivos en la misma época en Argel? ¿Es el “Francisquito” de “Los Baños de Argel” de D. Miguel el alter ego de nuestro Francisco López? En estos vericuetos sigue D. Rafael Muñoz y ahora el dedo señalador de Alfonso Dávila exige que la investigación se encamine hacia Granada y hacia allí iremos (obligaciones mediante).
Pero como bien se cantaba en Pedro Navaja, “la vida te da sorpresas” (y vaya que sí). Seguimos leyendo a salto de mata el libro de cautivos de 1580 y empiezan a aparecer menciones a Requena. Pues sí, la famosa expedición de los frailes trinitarios realizada para el rescate de los cautivos de Argel de 1580 pasó por Requena y dejó huella y profunda como se verá en el famoso rescatador de Cervantes, fray Joan Gil, que junto con fray Antón de la Bella dieron los pasos necesarios para la liberación, entre otros, de D. Miguel y el requenense, unidos por la misma calamidad.
La cuenta de gastos de la expedición nos permite añadir un poco de cervantinismo a Requena. Estamos en abril de 1580 y aparece por Requena fray Juan Gil, procurador general de la orden de los trinitarios, venido desde Cuenca con mozo y mula. En Requena esperó fray Juan Gil a su compañero fray Antón de la Bella que acudía desde el monasterio de Baeza con los ropajes de la redención y con cabalgadura y acompañado de otro mozo. Ya juntos ambos frailes redentores se dirigieron hacia Valencia, pero antes de partir sucedió una fatal fatalidad en Requena y es que el célebre fray Juan Gil se cayó de la mula. No fue asunto baladí, pues estuvo curándose en Requena durante ocho días asistido por un médico que costó 800 maravedíes; un barbero que le hizo dos sangrías (no de vino) por sesenta y ocho maravedíes y el pago de las “medeçinas” que ascendió a seiscientos ochenta maravedíes.
La expedición de Requena tuvo que afrontar los pagos de posada y como la mula también salió mal parada se le herró y le pusieron una bizma (un emplasto de estopa. aguardiente, incienso, mirra y quién sabe más). Además, se pertrecharon de paja, cebada, aceite y alguna cosilla. Pero ahí no acaba la historia, porque había que pasar la aduana castellana-requenense en tránsito hacia el reino y ciudad de Valencia y ahí tuvieron que pagar treinta y seis reales a cuatro escribanos y al corregidor y finalmente hubo un “gasto extraordinario” de diez reales consignados a los guardas de la aduana “para salir de los puertos de Requena y Valençia” (entiendan ustedes lo que quieran respecto a ello).
Ya sabemos que la importante expedición de redención de cautivos pasó por Requena, pero ¿estuvo Cervantes en Requena? Aunque es probable que lo hiciera en su viaje hacia Italia, o acompañando al cardenal Acquaviva o con mayor probabilidad tras su liberación en 1580 en su tránsito hacia Madrid, no hay ningún documento que lo pueda avalar. Todo ello a pesar de D. Miguel Herrero García que en su “Vida de Cervantes” de 1948 sí que hace transitar a Cervantes por la comarca con todo lujo de detalles acompañando al cardenal Acquaviva en 1568 (otro hallazgo del Sr. Muñoz). El citado autor dice que su historia es “rigurosa y plegada meticulosamente a los documentos”, pero mucho nos tememos que lo único que se documenta son sus conjeturas. En la venta de Pajazo describe minuciosamente el menú ofrecido a la embajada compuesto de atún adobado (con prolija explicación a los italianos de su forma de elaborarlo), cuajada y quesadillas. Cruzaron el Cabriel, pasaron por Villargordo, transitaron una “amplísima llanura, severa y triste”, se tomaron un refrigerio en la Venta Nueva (o de la Cruz). Pasaron por el puente de Alcardete (¿Caudete?); entraron por la puerta real de Utiel, observaron sus almenadas murallas, zigzaguearon por “sus estrechas y torcidas calles” y salieron por la “monumental iglesia de la Asunción”. Llegaron a Requena y encontraron un mesón donde dormir con “colchones de lana, sábanas de cañamazo, mantas de Palencia blancas con su dibujo de colores en el centro, cabeceras de almohadas de lienzo y unas colchas a lo antiguo, de fino plumón cogido entre dos telas” (¡Qué imaginación!). Les dieron de comer un menudo de grosura porque el Sr. Herrero eso dice que comíamos todos los sábados. La comida fue servida con mantel de Flandes, vajilla azul de Manises y se alumbraron con un candil de tres mechas (ni de una, ni de dos). Para postre turrones a discreción. Por si algo faltaba, se presentaron los aduaneros en el mesón para saber qué había de lo suyo, pero el sagaz Cervantes les exhibió el salvoconducto de Su Majestad para pasar francos. Este episodio sirvió para comentar lo corrupta que era la aduana requenense. Se acostaron tras rezar el rosario. Al día siguiente, antes de partir de Requena oyeron misa en San Nicolás (y no en otra parroquia). Todo muy bonito si verdad fuera, pero el aparato documental utilizado por el autor brilla por su ausencia, aunque no por su imaginación.
¿Y si Dulcinea del Toboso fuera, como opinan varios autores, el trasunto de Dª Ana Martínez Zarco de Morales, toboseña nacida en 1556? Pues sí así fuera, el hermano de la señora de los pensamientos quijotescos sería hermana del corregidor de Requena y Utiel hacia 1580 D. Esteban Martínez Zarco, tal como mencionó D. Rafael Bernabéu y ha recordado y documentado recientemente el ya multirreferido Sr. Muñoz.
Y más cosas que se suscitaron al calor del centenario y que se suscitarán, pues Granada es siempre una ciudad amable para visitar y tomarse unas tapas. ¿Verdad D. Rafael?