En 2004 la delegación comarcal en Requena-Utiel de la Societat Valenciana d’Ornitologia presentó a la entonces denominada Conselleria de Territori i Habitatge de la Generalitat Valenciana una propuesta de conservación para el área esteparia localizada en gran parte de los términos municipales de Camporrobles, Fuenterrobles, y Sinarcas. La idea que se perseguía era la de que se dotara esta amplia zona del noroeste comarcal de alguna de las figuras de protección del territorio (local, autonómica, estatal o europea) que más se ajuste a sus características.
La zona en cuestión se trataba, y todavía lo sigue siendo, de una extensa superficie más o menos llana dedicada principalmente a la agricultura donde, en gran parte, predominan los cultivos cerealistas, lo que le otorgaba una particularidad paisajística cada vez más rara en el ámbito de toda la Comunitat Valenciana. (En el próximo artículo de este Cuaderno de Campo se detallará más detenidamente la importancia de esta zona desde el punto de vista de la biodiversidad)
En esa propuesta se incluía una completa lista de vertebrados que se había confeccionado tras años de observación y estudio en esa zona y que suponía un fuerte aval biológico que debía ser tenido en cuenta de cara a su protección. Entre esos animales destacaba por su variedad el grupo de las aves, en el que aparecían especies que presentaban aquí las mayores densidades de toda la comarca. Así destacaban, por ejemplo, aves reproductoras tales como la codorniz Coturnix coturnix, el alcaraván Burhinus oedicnemus, la alondra común Alauda arvensis, la terrera común Calandrella brachydactyla, o incluso la calandria Melanocorypha calandra, verdadera rareza a nivel provincial y que tiene aquí una de sus mejores poblaciones valencianas. También, la comunidad de aves rapaces era realmente muy completa e incluso se había podido confirmar en varias temporadas la crianza del elanio común Elanus caeruleus, algo realmente único y excepcional en el territorio valenciano.
Y precisamente en el ámbito de las rapaces, la SVO sugirió la reintroducción de una de las aves más valiosas a nivel nacional, e incluso internacional, como es el cernícalo primilla Falco naumanni, de la que se sabía su existencia en la zona como reproductora hasta finales de la década de los años 70 del pasado siglo. Esa zona se consideraba ideal para reintroducir a la especie por su calidad de hábitat y por su relativa cercanía a las buenas poblaciones nidificantes situadas en las provincias de Cuenca y Albacete, concretamente en el amplio sector que queda entre los ríos Júcar y Cabriel. Así se pidió que se tuviera en cuenta en el proyecto que por entonces se llevaba en marcha, y que todavía se sigue llevando, de reintroducción y recuperación de la especie en la Comunitat Valenciana.
Afortunadamente, aunque con cierto retraso, en 2013 la Generalitat Valenciana extendió al término municipal de Camporrobles su propósito de reintroducir a la especie y que esta, con el tiempo, pudiera disponer de una población reproductora con garantías de permanencia en el futuro.
El presente Cuaderno de Campo pretende dar a conocer los aspectos más relevantes de la biología de este pequeño falcónido y de analizar la marcha del proyecto de su vuelta a nuestra comarca.
El cernícalo primilla, Falco naumanni, es el más pequeño de los halcones que habitan la península ibérica, si exceptuamos al esmerejón, Falco columbarius, que no llega a criar en ella por ser un ave eminentemente invernante. Se podría confundir, no obstante con el cernícalo vulgar, Falco tinnunculus, rapaz muy habitual en los campos y montes de la Meseta de Requena-Utiel. La hembra de ambas especies son realmente parecidas y sólo los ojos de un experimentado ornitólogo las distinguen con cierta facilidad.
El macho del cernícalo primilla, sin embargo, presenta una combinación de colores mucho más llamativa que su congénere. Así, se caracteriza por tener la cabeza y las plumas grandes cobertoras de un llamativo tono gris azulado y que contrastan magníficamente con el dorso rojizo y sin las manchas características del cernícalo vulgar. Las partes inferiores adquieren en el plumaje adulto del macho un bello color crema sonrosado. La hembra, por su parte, presenta un plumaje más sobrio, en el que predominan los tonos marrones y vainillas y tachonado de motas oscuras. Los jóvenes tienen un plumaje realmente muy parecido al de las hembras, y por tanto también al de las hembras y jóvenes de vulgar, aunque con la bigotera algo menos marcada y ser menos barrados en las zonas inferiores.
Quizás lo que más llama la atención de esta pequeña rapaz sea la extrema querencia de criar en construcciones humanas a lo largo de su área de reproducción. Los cortados naturales, originalmente su hábitat de cría antes de asociarse con el hombre, han quedado como ambientes muchísimo menos utilizados en la actualidad; prácticamente de uso testimonial.
Así, el primilla se instala para criar en edificios singulares que se alzan en las llanuras agrícolas que circundan pueblos y ciudades. En concreto ocupa iglesias, torreones, castillos, silos, casas de labor, cortijos y otras edificaciones que cuenten con oquedades o grietas entre sus paredes, sillares o tejados, y en donde depositan directamente los huevos sin necesidad de aportar materiales que los sustenten.
El cernícalo primilla necesita unos paisajes abiertos, poco arbolados y dedicados principalmente al cultivo de cereales u otras plantas herbáceas donde procura su alimento, conformado principalmente por ortópteros (saltamontes, langostas y grillos) y otros insectos de mediano y gran tamaño. Es por ello, por lo que se considera a esta rapaz como una gran aliada para el agricultor por su capacidad de combatir plagas del campo. Hay que tener en cuenta que una sola pareja de cernícalos en plena época de reproducción, con los pollos reclamando comida, son capaces de consumir muchos cientos de ejemplares de este tipo de insectos nocivos para el agricultor, por lo que su vuelta a la comarca sería una de las mejores noticias no sólo para ellos sino para la sostenibilidad de todo el ecosistema agrario.
A diferencia del cernícalo vulgar, que es un ave sedentaria en España, el primilla presenta una fenología principalmente estival. No obstante, en algunas localidades del sur peninsular, un cierto sector de su población reproductora no llega a irse y permanece durante el invierno allí gracias a unas temperaturas más bien suaves durante esas fechas.
Suele retornar en gran número de sus cuarteles de invierno localizados en el África subsahariana durante los meses de marzo y abril; aunque no es raro detectar los primeros ejemplares ya hacia mediados de febrero.
Al poco de llegar ya regentan su territorio reproductor. Hay que comentar que estas aves, a diferencia de lo que ocurre normalmente con el cernícalo vulgar, de costumbres más solitarias, tienen un comportamiento más gregario a la hora de instalarse como nidificante. Así, suele formar colonias de cría con tamaños numéricos muy dispares, ya que pueden oscilar entre unas pocas parejas a decenas de ellas, como ocurre en las establecidas en la catedral de Sevilla o en la plaza de toros de Trujillo (Cáceres), por citar algunos de los ejemplos más sobresalientes a nivel nacional.
La vuelta al continente africano comienza hacia finales del verano, siendo los meses de septiembre y octubre los que concentran mayoritariamente el paso por el estrecho de Gibraltar.
El cernícalo primilla tiene una distribución mundial discontinua que extiende desde la península ibérica por el oeste hasta el norte de China por el este. En ella ocupa, principalmente, los países de la cuenca mediterránea, Oriente Medio y las estepas entre Irán y Mongolia.
La especie acusó en Europa una fuerte declive poblacional hacia mediados del siglo XX estimado en torno a un 90% de sus efectivos tras el que quedó en una situación muy crítica. Se calcula que en España, principal bastión numérico de la especie en el continente, se pasó de unas 100.000 parejas reproductoras a principios de la década de 1960 a 4.239-5.089 parejas o de 7.000-8.000 parejas a principios de los ´90, según distintos estudios consultados, y que seguramente ofrecían valores numéricos inferiores a la realidad, pero que en cualquier caso indicaban una merma poblacional ciertamente drástica.
Entre 1994 y 2001 se estimó que en España habitaban unas 20.000 parejas, de un total de 33.000 que lo hacían en todo el continente europeo. Desde entonces parece mantener una cierta estabilidad numérica.
Las razones del fuerte declive poblacional sufrido en la segunda parte del siglo XX parecen estar relacionadas principalmente con la utilización de pesticidas organoclorados y con la modificación del paisaje agrario ibérico, que afectaron notablemente a la densidad de sus presas potenciales. A nivel de la Comunitat Valenciana, en el censo específico de 1990 se constató la extinción en todo el territorio a excepción de un reducto de apenas 12 parejas reproductoras entre las provincias de Alicante y Murcia, pero que desaparecieron pocos años después. Este hecho justificó el proyecto de reintroducción de esta especie en el ámbito autonómico. Concretamente se inició en 1997 en aquella zona, en el municipio de Villena. Posteriormente se extendió al Valle de Ayora, en las cercanías de San Benito (2003) y en el área esteparia de Las Paternas (2007-2012), y por fin a nuestra comarca, donde en 2013 se llevó a cabo una primera experiencia de hacking en el término municipal de Camporrobles.
En la Meseta de Requena-Utiel debió ser un ave relativamente común en aquellos siglos en que predominaban los cultivos cerealistas frente a los de la vid. Pero el empuje tan fuerte de la viticultura que se produjo a partir de mediados del siglo XIX y durante todo el XX, así como el uso de productos químicos en el campo tal y como ocurrió en toda la geografía nacional, debieron llevar consigo la paulatina desaparición de la especie en la comarca.
Se sabe que las últimas colonias de cría sobrevivieron hasta finales de los años ´70. Las últimas referencias que se tienen hablan de que en 1973 todavía criaban al menos 2 parejas en la iglesia de Camporrobles, y de que en 1978 lo hicieron unas 5-6 parejas en el campanario de la iglesia parroquial de Utiel.
El proyecto de reintroducción del cernícalo primilla en Camporrobles se inició en junio de 2013 cuando se llevaron un total de 24 pollitos de pocos días que habían nacido en cautividad en el Centro de Recuperación de Fauna La Granja de El Saler (Valencia), dependiente de la Generalitat Valenciana. Estos ejemplares portaban unas anillas (oficial y de lectura a distancia en PVC) en las patas que facilitarían el seguimiento posterior una vez pudieron volar, un mes después aproximadamente.
Estos pollos fueron los primeros de unas tandas que, entre 2013 y 2015, se liberaron en una parcela del paraje de Los Moloncillos, a unos 3 kilómetros al sur del casco urbano de Camporrobles y en plena ladera de una sierrecilla conocida localmente como Cerros Pelados. Todos estos animales fueron soltados en un cajón de cría, cedido por la empresa Red Eléctrica Española, junto a un viejo corral de ganado mediante una técnica denominada hacking.
El hacking consiste básicamente en ubicar a los pollos en un jaulón que hace la función de nido en el mismo lugar donde se pretende establecer la población en libertad. Los pollitos, que son alimentados diariamente en el propio jaulón, van creciendo hasta que puedan volar. En el caso de los cernícalos primillas, los pollos abandonarán el lugar para migrar a África y a la vuelta del viaje a la primavera siguiente tenderán a ocupar la misma zona para reproducirse.
Además en Camporrobles se han utilizado ejemplares adultos provenientes del citado Centro de Fauna que, por las lesiones que presentaban, eran irrecuperables para soltarlos en el medio natural y que sirvieron aquí bien como padres adoptivos de esos polluelos o bien como reclamo para aquellos ejemplares que regresen de la migración. En 2016, sin embargo, sólo se utilizaron los ejemplares adultos para este último fin ya que no se llevó a cabo la suelta de pollos.
Después de este tiempo, el análisis de los resultados no ha sido satisfactorio, ya que no se ha producido la formación de ninguna pareja reproductora y por tanto aún no se puede decir que la especie ha vuelto a criar en Camporrobles. Es cierto que se ha constatado la vuelta de ejemplares liberados aquí tras la migración a África y que ello da esperanzas de que puedan nidificar en el futuro, pero lo cierto es que, quizás, el lugar elegido para esta técnica de reintroducción no ha sido el más idóneo.
Y es, precisamente, por la marcada filopatría que presentan estos animales y que les lleva a establecerse como reproductores en la misma zona en que ellos creyeron que habían nacido. El corral donde se había ubicado el cajón de cría campestre desde luego no era el más adecuado para que allí, ni en un entorno inmediato, se fundara una nueva colonia de cría. Su escasa altura sobre el suelo, y el lamentable estado que amenazaba ruina, con el tejado hundido en gran parte, y el paisaje de matorral montano en una ladera muy poco apropiada para las características de la especie han debido ser factores decisivos para que el proyecto, de momento, no cuaje.
Quizás se deba replantear por los responsables de este proyecto de reintroducción un nuevo lugar donde llevarlo a cabo. Hay casas de labor mucho más adecuadas donde hacerlo en el mismo término municipal de Camporrobles y pienso que, aunque sean de propiedad privada, pueden ser compatibles con tal propósito. Y por supuesto, el que más garantías de éxito podría tener es contar con la iglesia parroquial del pueblo para instalar los jaulones tanto de los polluelos como de los adultos de reclamo.
Una vez hayan vuelto a la primavera siguiente parte de los individuos soltados aquí la elección de lugares adecuados para criar en la propia iglesia no parece problemática, ya que esta dispone de una buena cantidad de orificios que podrían ser ideales para tal fin. Hay que recordar que el cernícalo primilla no causa ningún daño a los edificios ya que ocupa las oquedades existentes sin aportar materiales, por lo que ni produce agujeros ni provoca goteras. Además, existe la posibilidad también de instalar nidales artificiales como los que se están disponiendo en cada vez más localidades ibéricas y que facilitan la crianza de esta especie tan querida y beneficiosa.
Desde estas líneas animo a las personas y administraciones responsables o que colaboran en este proyecto a que sigan con el propósito de traer al cernícalo primilla a nuestra comarca, y de la que nunca debió desaparecer. Pero también que dediquen esfuerzos y presupuestos suficientes para que el peso del mismo no se sustente en la voluntariedad y la buena fe de sus participantes.
Acabo de leer hace unas horas una noticia en prensa que me ha hecho reflexionar y me ha animado a escribir este modesto artículo. En el verano de 1966, hace ya 50 años, se aprobaba una ley a nivel nacional por la que se protegían todas las aves rapaces ibéricas.
Hoy eso nos puede resultar sorprendente, pero hay que recordar que esos animales fueron duramente perseguidos y eliminados a cientos por toda la geografía peninsular por considerarlos, injustamente, perjudiciales hacia los intereses del ser humano. Medio siglo ha pasado y ya nadie duda de que, efectivamente, merece la pena conservar ese extraordinario legado natural, compuesto por una completa legión de especies única de toda Europa.
Pero los tiempos cambian y debemos ir más allá. Estamos en 2016. El ser humano cada vez está más desligado de un medio natural del que indudablemente forma parte fundamental. Y eso se me antoja un problema muy grave de cara a la marcha del planeta; y de nosotros en él.
La vuelta del cernícalo primilla a nuestros pueblos y campos constituye una magnífica oportunidad para empezar a cambiar nuestra actitud hacia la naturaleza.
Es un ave emblemática a nivel local y muy importante en el contexto nacional e internacional y que, además, por su ecología ligada al ser humano puede jugar un papel fundamental en la sensibilización de la población local y en la educación ambiental de los ciudadanos.
Puede ser el comienzo de una nueva etapa.
JAVIER ARMERO IRANZO