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Los Combativos Requenenses / Víctor Manuel Galán Tendero.

Cierta historia se complace en los héroes, cuyas gestas llenan páginas y páginas. Son capaces de enfrentarse a mil peligros y de vencer después de muertos. Quienes la lean pueden dudar si se trata de realidad o mito desprovisto de toda buena intención de explicar el mundo, al modo de las antiguas civilizaciones.

Nuestra guerra de la Independencia ha prodigado no pocas mitologías. Los bravos guerrilleros y los defensores numantinos de ciudades se daban la mano para abatir al francés invasor. Según esta visión, el temperamental pueblo español había reaccionado dignamente con espontaneidad contra los que querían conquistarlo.

Los estudios de historia social, posibles gracias a la creciente investigación de numerosos documentos de archivos de todo tipo, nos descubren una realidad más compleja y menos simplona. Ni la resistencia fue tan espontánea ni tan triunfal. Los paisanos españoles se las vieron y se las desearon no solo contra las huestes de Napoleón, sino también con los requerimientos de los ejércitos que en teoría los defendían y del hambre, tan temible que en los goyescos Desastres de la guerra todavía parece con fuerza para saltarnos encima.

Requena se sumó al movimiento patriótico de 1808 y logró evitar finalmente la ocupación enemiga tras la derrota de la batalla del Pajazo. La movilización de mozos y la llegada de fuerzas regulares, además de los movimientos de la guerrilla en busca de suministros, comprometió demasiados recursos. Cargados de tributos, el vecindario parecía a punto de alzarse en la primavera de 1811 contra las propias autoridades militares españolas. Se instó a implantar en consecuencia aquí la disciplina al modo del comandante general del ejército de Aragón.

Por entonces, muchos hombres hechos  y derechos habían marchado al frente. Sus ancianos padres, carentes de su apoyo en las tareas diarias, cayeron en la mendicidad. La situación de los más jovencitos no era mejor, pues los menores de catorce años no tuvieron más remedio que encargarse de obligaciones severas. Debían conducir los vitales bueyes, indispensables para la labranza en tiempos de tanta necesidad. Faltos de brazos vigorosos, algunos deambulaban sueltos por la huerta, perjudicando sus cultivos. Por las calles de la villa, algunos chicos los conducían trabajosamente.

En uno de los más conocidos relatos de la mitología griega, representado en innumerables piezas cerámicas, Hércules derrotó al gigante de tres cuerpos Gerión, tras robarle sus bueyes y vacas rojas. Bien puede decirse que aquellos jóvenes vaqueros de Requena se enfrentaron contra otro Hércules con más éxito que el temible gigantón.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1808-12, nº.  2733.

Comparte: Los bueyes de otros Geriones