Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo / 4 de junio de 2019
Con el artículo de hoy se cierra una serie de tres dedicada a informar a la ciudadanía de la incidencia de las líneas eléctricas sobre las aves silvestres. Y desgraciadamente se ha podido corroborar que una negra sombra de muerte se extiende a lo largo y ancho de nuestro territorio comarcal. No hay semana que pase que no caiga algún ejemplar en algún tendido.
Tendidos que como se ha visto suponen una amenaza gravísima para muchos grupos taxonómicos, pero que es especialmente relevante para las aves rapaces, tanto diurnas como nocturnas. Especies que son ciertamente escasas y muy valiosas desde el punto de vista de la dinámica ecológica. Búhos y águilas; buitres y ratoneros; azores y cernícalos mueren fulminados en unas infraestructuras que no debían estar dispuestas para aniquilar la biodiversidad sino simplemente para servir al ser humano de la manera más inocua.
Muertes y más muertes. Muertes no intencionadas, pero muertes al fin y al cabo. Un goteo que no cesa. Y, ¿hasta cuándo? ¿Es que esto no parece tener fin?
El trabajo intensivo que están haciendo los Agentes Medioambientales de la Meseta de Requena-Utiel está sacando a la luz un problema gravísimo. Y esto no es más que otro ejemplo del drama que se vive a nivel nacional. Se ha podido calcular en un estudio específico elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente que en España perecen más de 33.000 aves rapaces al año víctimas de los tendidos eléctricos.
Vaya cifra esa. Una media de más de 90 rapaces cada día; todos los días del año. Todos los años. Es una vergüenza para un país que se dice desarrollado. Un auténtico despropósito que no puede continuar.
Para algunas de estas especies, los tendidos eléctricos suponen una de las principales amenazas; en concreto, en el Libro Rojo de las Aves de España aparece reflejada esta problemática como una de las más importantes para 24 especies. Y de entre estas, destaca su incidencia en dos especies que encuentran en España sus principales reductos a nivel mundial: el águila imperial ibérica y el águila perdicera. Dos especies emblemáticas; un patrimonio nacional seriamente amenazado por unas líneas eléctricas que deberían resultar inocuas para el medio ambiente, pero distan mucho de serlo.
El águila perdicera, Aquila fasciata, todavía habita la Meseta de Requena-Utiel. De hecho esta comarca alberga a una de las mejores poblaciones del este peninsular. Aquerenciada a los riscos y a las áreas más abruptas de su geografía busca, sin embargo, las zonas agrícolas para alimentarse. Y es allí donde, principalmente, se encuentra con la muerte. Cientos y cientos de kilómetros de tendidos eléctricos atraviesan campos y laderas. Postes traicioneros que les sirven de oteaderos pero que presentan un elevado riesgo de electrocución. Cepos mortíferos; sumideros de vida.
Son muchos los ejemplares muertos en nuestro país por este motivo, tanto individuos jóvenes, más inexpertos, como adultos. Y en este último caso la pérdida de individuos sobre la dinámica demográfica de la especie aún es todavía más grave. Cuesta mucho reponerse de estas bajas. Un buen ejemplo de ello lo tenemos muy cerca, en Castilla-La Mancha. En apenas unos años se han encontrado más de 250 perdiceras electrocutadas en su demarcación.
Aquí, en la Meseta de Requena-Utiel, la Societat Valenciana d’Ornitologia viene alertando desde hace años de las distintas afecciones que sufre la especie. En realidad la problemática no es distinta en absoluto a la registrada en el resto de España. Se podría resumir en que las tasas de natalidad, habitualmente, son muy bajas y las de mortalidad demasiado altas, lo que hace peligrar su continuidad futura. De hecho, desde la década de los 80 del pasado siglo se sabe de tres territorios de águila perdicera que se han perdido en la comarca y otros dos más en zonas cercanas de los que no se tiene constancia en los últimos años.
Para el águila imperial ibérica, Aquila adalberti, a pesar de que su situación poblacional ha tenido una evolución positiva en las últimas décadas (tanto por el crecimiento del número de ejemplares como por el incremento de su área de distribución), la fatal incidencia que suponen muchísimas líneas eléctricas en montes y campos está frenando fuertemente su expansión.
El águila imperial utiliza mucho los apoyos eléctricos en sus costumbres rutinarias, por lo que es una de las especies más afectadas por electrocución. Aquí va otro ejemplo de Castilla-La Mancha, la región más cercana con poblaciones reproductoras y de donde se espera que retorne la especie tras más de un siglo de desaparición en la Comunitat Valenciana en general, y en Requena-Utiel en particular: entre 1988 y 2013 se ha constatado la muerte de al menos 120 ejemplares electrocutados. Una alarmante mortandad de una de las especies más amenazadas del planeta.
En el pasado Congreso de Naturaleza Comarcal celebrado en Requena en octubre de 2018 se anunció un proyecto de la Generalitat Valenciana para favorecer el retorno del águila imperial a la Comunitat Valenciana. Las citas que se van obteniendo en los últimos años a nivel valenciano auguran una posible llegada como reproductora en un futuro no muy lejano. De hecho, el que esto escribe acaba de observar un ejemplar inmaduro sobrevolando el cielo utielano hace escasos días; y no es la única vez que se detecta algún ejemplar en los últimos meses en el ámbito comarcal.
La meseta agraria central, declarada zona de superpoblación de conejos, es un reclamo perfecto para una rapaz cuya historia natural ha estado íntimamente ligada al lagomorfo. Hispania, la tierra de los conejos, fue el nombre que los romanos latinizaron a partir de una denominación previa en base a la gran abundancia de este animal; el conejo, pieza básica de los depredadores mediterráneos como el águila imperial.
Sin embargo, la gran cantidad de líneas eléctricas peligrosas que se dan por todo el altiplano central complican muchísimo la vuelta de tan emblemática ave. Y eso, tanto los ornitólogos como los administradores de nuestro medio natural lo saben muy bien.
Hay mucho camino por delante. Muchas cosas por hacer. Se han elaborado numerosos estudios que abordan las acciones a realizar en las líneas eléctricas para evitar las afecciones sobre la vida salvaje, en especial sobre las aves. Solamente se necesita el compromiso y la voluntad de las partes implicadas para llevar a cabo las medidas para evitar la electrocución y la colisión.
Para el primer caso se sugieren distintas alternativas. Se valoran muchas posibilidades como el enterramiento de aquellas líneas o tramos más peligrosos, el uso de conductores aislados y trenzados, la sustitución de crucetas por otras más adecuadas o la instalación en ellas de elementos de aislamiento.
Por su parte, para evitar las colisiones contra los cables también existen diversas opciones a aplicar. Igualmente que para las electrocuciones también es necesaria la evaluación del impacto ambiental de nuevas líneas, planificando correctamente su trazado, o el enterramiento de aquellos tramos que más riesgo implican. Pero lo más sencillo y económico para aquellas líneas ya construidas es señalizar los conductores con algún elemento o baliza que contribuya a su mayor visualización por parte de las aves. Este tipo de instrumentos reciben el nombre coloquial de salvapájaros y, si son los más adecuados, evitan una cantidad considerable de accidentes. Hay de muchos tipos, como tiras de plástico o de goma, esferas de colores vivos, piezas reflectantes, entre otros.
Desgraciadamente son muy pocos los tendidos que están siendo revisados y acondicionados para hacerlos seguros. Y es que el marco normativo actual, al menos el específico como es el Real Decreto 1432/2008 está siendo, paradójicamente, más un obstáculo que una eficaz herramienta de aplicación.
Once años después de la publicación del citado Real Decreto por el que se establecen medidas para la protección de la avifauna contra la colisión y la electrocución en líneas eléctricas de alta tensión se corrobora que la sangría de individuos sigue siendo inaceptable. El número de percances en los tendidos eléctricos en este tiempo debería haber desaparecido o al menos haber disminuido de manera considerable. Pero la realidad es muy diferente, como se ha intentado demostrar en estos últimos Cuadernos de Campo.
Una de las razones fundamentales estriba en que esta normativa se reduce a las denominadas Zonas de Protección que las comunidades autónomas deben establecer. Un hecho totalmente indamisible ya que las aves silvestres se mueven, lógicamente, por todo el territorio y mueren muy a menudo en tendidos fuera de estas áreas concretas. De hecho las citadas Zonas de Protección comprenden únicamente las ZEPA (Zonas de Especial Protección Para las Aves), las zonas definidas por los planes de recuperación y conservación de especies catalogadas, y las áreas prioritarias de reproducción, alimentación, concentración y dispersión de otras aves catalogadas. En la práctica y en la actualidad, una pequeña fracción del territorio nacional.
Y los fríos datos de aves encontradas bajo las líneas no disminuyen. En absoluto. Once años de legislación específica. ¿Esperaremos otros once años más a cambiar las cosas?
Además, ese Real Decreto tiene más carencias imperdonables. No incluye medidas obligatorias de protección en las líneas ya construidas frente a las incidencias de la colisión de las aves silvestres; tan sólo hace recomendaciones al respecto.
Pero quizás lo más llamativo de esa normativa es la decisión de quién corresponde acometer la financiación total de las adaptaciones de aquellos tendidos eléctricos peligrosos para las aves. En concreto se establece que es la Administración quien debe asumir el coste de las correcciones.
Evidentemente esto no hay por dónde cogerlo. En realidad, deberían ser las compañías o propietarios de las líneas eléctricas los que tienen la responsabilidad de prevenir la muerte de los animales en sus instalaciones y son ellos los que tienen que atajar el problema, invirtiendo sus recursos en corregirlas y adecuarlas convenientemente, al margen de que la Administración ayude o no mediante financiación pública. Es de sentido común.
Hay otras legislaciones, que si bien no son específicas en la materia, sí son de perfecta aplicación para atajar firmemente esta problemática sin dar rodeos. Quizás una de las más adecuadas sea la Ley 26/2007 de Responsabilidad Medioambiental. Según se desprende de ella los operadores de las actividades económicas o profesionales están obligados a adoptar y ejecutar las medidas de prevención, de evitación y de reparación de los daños medioambientales y asumir sus costes.
De este modo se acabaría con la situación de inmovilidad actual en la mayoría de los casos; del pretexto de que si la Administración no destina dinero a la corrección de los tendidos eléctricos, las compañías o propietarios no tienen obligación de hacerlo. Cosa que está ocurriendo actualmente y alarga los plazos de adecuación de las líneas eternamente. Desidia y retraso. Mientras tanto la muerte de ejemplares a diario es una realidad. Una triste realidad.
La situación es insostenible; en la Meseta de Requena-Utiel, en la Comunitat Valenciana y también en España entera. Se llegan a hacer algunas correcciones de apoyos puntuales, pero en la mayor parte de los casos hay que verificar con cadáveres lo que se veía venir. Es intolerable que se tengan que adecuar algunos tendidos cuando ya han muerto los animales (y han podido ser encontrados). Y eso es importante subrayarlo ya que en la mayor parte de los casos hay que buscarlos intencionadamente, a pesar de los esfuerzos que eso conlleva.
Lo más grave de todo es que no se atisba un cambio radical en el futuro inmediato. Urge una sustitución sustancial en la normativa específica para abordar la problemática. Y para ello hace falta que la clase política se posicione ante el problema. Lo que no puede ser es que las compañías eléctricas, propietarias mayoritarias de las líneas eléctricas del país, no asuman las responsabilidades que se desprenden de sus actividades económicas. Ellas colocan los tendidos eléctricos, se benefician económicamente de la explotación de su actividad (lo que es lógico y comprensible) pero sin embargo son los ciudadanos los que pagan para que arreglen aquellos que son peligrosos para el medio ambiente.
Desde luego, un negocio redondo. Será, que no tienen dinero para invertir en la mejora de sus instalaciones. Cuesta creerlo, la verdad. Como ejemplo cabe citar una noticia extraída hace apenas un mes, el pasado 25 de abril en el diario Expansión. Concretamente se cuenta que Iberdrola, una de las empresas eléctricas más importantes del país ha ganado ya 964 millones de euros en el primer trimestre del presente año, y que en la presentación de su Plan Estratégico hasta el año 2022 fije como objetivo de beneficio neto a alcanzar en ese año entre 3.700 y 3.900 millones de euros. Y todo por el tirón de los ingresos, gracias a las inversiones realizadas por la empresa, y por la contención de los gastos.
Y por cierto, el recibo de la luz por las nubes, y no precisamente por las inversiones efectuadas en la corrección de tendidos peligrosos. En fin, valorenlo ustedes, lectores de nuestro querido Cuaderno de Campo.
Hoy quizás sean 90 rapaces las que hayan caído en otros tantos parajes de España. Mañana otras tantas; y pasado también. En Requena-Utiel ya llevamos más de medio centenar desde que empezó el año.
Pobres animales.
¡Basta ya de muertes en las líneas eléctricas!
JAVIER ARMERO IRANZO
Delegación comarcal en Requena-Utiel de la Societat Valenciana d’Ornitologia
Gracias a todas aquellas personas e instituciones que trabajan duro en beneficio de un patrimonio natural que es de todos: las aves rapaces. Y en especial al colectivo de Agentes Medioambientales de Requena-Utiel. Y también a Iván Moya por aportar sus fotografías.