Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo / 21 de mayo de 2019
En el anterior Cuaderno de Campo se recogía la triste noticia de que tres buitres leonados habían perecido electrocutados al posarse en lo alto de una torre de conducción eléctrica en el término municipal de Utiel. Tres bajas más que se sumaban a una lista que rondaba ya al medio centenar en lo que llevamos de año únicamente en el ámbito geográfico comarcal de Requena-Utiel. Desde luego unas cifras que a más de uno habrán sorprendido y que sin lugar a dudas invitaban a una reflexión profunda sobre esta grave problemática ambiental.
Está claro que la sociedad actual necesita para su desarrollo económico y humano unas infraestructuras de generación, transporte, transformación y distribución de la energía eléctrica que sirvan para su posterior consumo y aprovechamiento. Faltaría más. Sin embargo, en la mayoría de las veces en el diseño de las mismas no se ha tenido en cuenta sus posibles afecciones a la naturaleza, y en particular a la biodiversidad de los espacios en las que se presentan. Y ahí es donde aparecen los problemas.
Su afección al medio ambiente es muy relevante, siendo especialmente grave para muchos grupos de aves como son las rapaces diurnas y nocturnas. La mortalidad de las mismas en los tendidos eléctricos se produce principalmente por dos motivos: por electrocución, al posarse en determinadas crucetas de sus torres, y por colisión contra los cables cuando sobrevuelan el espacio aéreo.
Para algunas de ellas la incidencia es tan patente que su continuidad futura, no sólo en la Meseta de Requena-Utiel sino en toda su área de distribución natural, está condicionada por la existencia de unas líneas de conducción eléctrica absolutamente letales. En este sentido, probablemente una de las aves más afectadas sea el águila perdicera Aquila fasciata; la joya de la ornitofauna comarcal. Para otras muchas, la pérdida de efectivos por estas causas supone otra traba más en el delicado equilibrio ecológico de los ecosistemas mediterráneos. Cabe recordar que ellas conforman parte del vértice superior de las pirámides alimentarias por su condición de depredadoras.
El presente artículo tratará de analizar las causas de por qué ciertas líneas de conducción eléctrica son tan perjudiciales para las aves en general, y para las rapaces en particular. Vamos allá.
La cantidad de energía que necesita la sociedad actual es muy grande. Para poder llevarla desde los centros de generación hasta los lugares de consumo el sistema eléctrico español necesita de una importante red constituida por líneas de transporte, frecuentemente denominadas de alta tensión, y líneas de distribución.
Las primeras llevan la electricidad desde las centrales donde se produce hasta las subestaciones de transformación. Estos tendidos son de gran tamaño, con una tensión superior a 66 kilovoltios, y suelen presentar amplias distancias entre las columnas que sostienen los cables. Su problemática está más relacionada con la colisión (especialmente contra el denominado cable de tierra, que es mucho más fino que el resto) que con la electrocución (aunque a veces también se llega a dar).
Las líneas de distribución, por su parte, conducen la electricidad desde esas subestaciones transformadoras hasta los lugares de consumo. Son líneas con una diferencia de potencial de entre 1 y 66 kilovoltios, muy numerosas en el campo y causantes de la gran mayoría de las muertes de aves por electrocución.
En cada uno de los tendidos eléctricos a su vez se distinguen dos componentes básicos: los conductores (o cables por donde circula la corriente eléctrica) y los apoyos (postes o torres que sostienen los conductores). Los cables normalmente se encuentran enterrados en los entornos urbanos, pero fuera de ellos aparecen desnudos y situados al aire libre a una cierta altura sobre el suelo.
Por su parte los apoyos se componen de un fuste y de una cruceta, a la cual se sujetan los conductores por medio de los aisladores, que evitan que la corriente alcance el apoyo. En la Meseta de Requena-Utiel predominan los postes y las crucetas de metal con respecto a otros apoyos de materiales menos conductores como son los de madera o de hormigón.
En lo que respecta al tipo de aisladores que se disponen en la cruceta y según su ubicación se distinguen aisladores rígidos, suspendidos y en amarre. En el primer caso todos los cables y aisladores se encuentran por encima de la cruceta, lo que conlleva a un mayor riesgo de electrocución de un ave de cierta envergadura que contacte simultáneamente un cable y la propia cruceta donde se posa. Desde este punto de vista, los aisladores suspendidos son los más seguros para las aves. Sin embargo los aisladores de amarre, que sirven para soportar el tensado de la propia línea, tienen mucha problemática para las aves por la facilidad que tienen para electrocutarse en las crucetas que los poseen.
Y es que lo fundamental para entender cómo se puede electrocutar un ave es el análisis de cada una de las crucetas. Si en ellas existen elementos que transporten energía por encima o bien a escasa distancia, hay un evidente riesgo de electrocución, especialmente para especies de medio o gran tamaño. Y eso se produce muy a menudo en las líneas de distribución energética, donde las distancias entre cables u otros elementos conductores de electricidad es más reducida que en las grandes líneas de transporte.
Por otro lado también hay que destacar que no todos los apoyos con un mismo diseño acarrean la misma mortalidad en las aves. Hay otros factores a tener en cuenta, especialmente el tipo de ave y la localización de la propia línea eléctrica en el medio natural. Así por ejemplo especies con grandes envergaduras alares facilitarán el contacto entre dos elementos con distinto voltaje.
Además el comportamiento de las mismas es igualmente fundamental ya que la querencia a utilizar los apoyos como posaderos o atalayas para la caza está más desarrollada en unas especies que en otras. Incluso, no todas las aves que utilizan los apoyos se posan de igual manera. Por ejemplo los búhos reales y las águilas perdiceras sienten predilección por situarse en el interior de crucetas en forma de bóveda como si así pasaran más desapercibidos, pero con un peligro inminente de recibir una descarga eléctrica al contactar con el conductor central, que suele discurrir por el interior de la bóveda. Recordemos que en la comarca ya se han documentado más de medio centenar de electrocuciones de búhos reales en un periodo de quince años con un alto porcentaje en este tipo de estructuras.
El gregarismo de la especie es otro factor a tener en cuenta. Por ejemplo, ante la presencia cercana de una fuente de atracción como pueda presencia de alimento, un punto de agua, etc. los postes son lugares de congregación de los ejemplares que acuden, llegándose a electrocutar varios a la vez por estar en contacto o muy próximos entre sí. Y por último otra variable que conviene reseñar es la costumbre de ciertas aves de consumir sus presas en lo alto de estas estructuras lo que incrementa el riesgo de electrocución al llevar colgando dichos animales (culebras, conejos u otras especies que facilitan el contacto con los cables).
En lo que respecta a la localización del apoyo o, incluso de toda la línea eléctrica, hay que citar que hay varios parámetros a considerar. En primer lugar el riesgo es mayor cuando estas infraestructuras destacan claramente sobre el territorio. Por ejemplo, en aquellos casos en que discurren siguiendo el trazado de una divisoria de cumbres, o de un collado, o simplemente dispensan a las aves un mayor campo de visión, pueden tener más problemática que en otros en que no destacan tanto en el campo.
Por otro lado, aquellas líneas eléctricas que aparecen en áreas con abundancia de alimento tienen también muchas más posibilidades de atraer a las aves que se posan en ellas a la espera de cazar. Despojos cárnicos, vertederos, ambientes ricos en conejos, riberas de ríos o fuentes donde acuden los animales a beber son zonas muy atractivas para las aves rapaces, principalmente. Verdaderos puntos negros donde se concentran gran cantidad de las muertes registradas en estos últimos años.
Concretamente, en la meseta central comarcal declarada zona de sobrepoblación de conejos con afección directa a la agricultura, es donde se da la mayor tasa de electrocución de aves rapaces. Es de esperar que la excesiva densidad de conejos en determinados lugares, no disminuya mientras la continua reducción de la población de rapaces ocasionada por las muertes en líneas eléctricas no sea solucionada.
Muchas veces impera la creencia de que aquellos tendidos más cercanos a la zona de nidificación de determinadas especies son los peores. Y hay que reconocer que muchas veces esto puede ser así, especialmente en lo que respecta a los individuos jóvenes, más inexpertos, que se suelen posar en las inmediaciones del punto donde nacieron durante sus primeras semanas de vida. Sin embargo, las aves rapaces, especialmente las más grandes, suelen tener territorios muy extensos y utilizar como áreas de alimentación lugares muy alejados de sus zonas de nidificación, a menudo muriendo en tendidos situados allí. Los datos obtenidos en la Meseta de Requena-Utiel de águilas perdiceras y reales muertas en tendidos bien lejos de sus áreas de cría así lo demuestran.
En cuanto a las muertes por colisión contra el cableado de las líneas eléctricas en la comarca cabe decir que la enorme dificultad de encontrar posibles víctimas hace que su incidencia parezca menos importante. Pero según estudios efectuados en España y también en otros países del mundo el impacto real es ciertamente considerable. De hecho hay investigaciones que aseveran que en determinadas circunstancias la incidencia podría ser mayor incluso que la de las propias electrocuciones.
La colisión contra los conductores se produce cuando el ave en vuelo no los ve o no los descubre a tiempo de reaccionar. En condiciones normales esto no supondría un problema para las aves, especialmente para las rapaces que están dotadas con una excelente visión. Sin embargo diversos factores pueden concurrir para que esto no siempre sea así. Concretamente en condiciones de mala visibilidad como podría ser días de lluvia o de niebla, o bien al amanecer o al anochecer, pueden no detectar a tiempo el obstáculo e impactar contra él, llegando a morir en el acto o poco después del impacto. Si el animal es encontrado con vida puede recibir atención veterinaria, aunque en la mayoría de ocasiones las heridas producidas son incompatibles con su puesta en libertad. Desgraciadamente en los centros de recuperación de fauna de todas las comunidades autónomas hay demasiados ejemplos que lo corroboran.
También hay más factores a tener en cuenta con respecto a las colisiones. Por un lado los relacionados con el tipo de ave: su componente gregario y su capacidad de maniobra en vuelo. Así, en este este último sentido, se ha podido comprobar que las aves más grandes y, sobre todo, más pesadas, tienen menos capacidad de reacción para cambiar la dirección de vuelo cuando detectan un tendido inesperado. Incluso aves rapaces extraordinariamente ágiles y rápidas como son los azores Accipiter gentilis o los gavilanes Accipiter nisus también son víctimas de la colisión cuando mantienen la atención centrada en la persecución y captura de sus presas en vuelo y no llegan a ver los fatídicos cables, prácticamente invisibles a esas velocidades.
Por otro lado también influyen las características de los propios cables de la línea eléctrica: sus respectivos diámetros, la altura a la que se sitúan sobre el suelo o el número de planos verticales en que se disponen.
Y para terminar es de destacar que la localización de la línea eléctrica en el medio natural tiene distintas consecuencias relacionadas con los distintos factores ambientales a que está sometida. Así por ejemplo la presencia de tendidos en pasos montañosos, crestas, o valles condicionan mucho la siniestralidad tanto en movimientos rutinarios diarios entre zonas de nidificación y zonas de alimentación como en los periodos migratorios. Además la presencia de los tendidos en áreas ricas en comida, en las cercanías de puntos de agua o incluso en bordes de bosques con cultivos incrementa la posibilidad de colisión contra ellos.
Electrocuciones y colisiones. La verdad es que nos encontramos ante un problema ambiental de grandes dimensiones. Son muchas las aves que todos los años caen fulminadas víctimas de los tendidos eléctricos. Y la mayoría de ellas especies escasas en la naturaleza y muy valiosas desde el punto de vista ecológico.
Aquí en la Meseta de Requena-Utiel, el número de víctimas sigue en aumento. El goteo continúa. A día de hoy ya superan las cincuenta las que han sido encontradas en lo que va de año; pero a buen seguro que la cifra real será todavía mayor. Y eso contando sólo las electrocutadas. Una barbaridad.
Búhos, buitres, águilas, azores, ratoneros, entre muchas otras criaturas acaban sus días al pie de un tendido eléctrico. Instalaciones que actúan como trampas mortales cuando las aves las utilizan como posaderos. Cables inmisericordes que siegan las extremidades como afilados cuchillos.
Cientos de kilómetros de acero. Cientos de postes peligrosos. Cientos de aves muertas. Un drama que no parece tener fin.
En el próximo y último artículo dedicado a esta problemática se analizarán las posibles soluciones a adoptar.
En realidad no habrá mucho que explicar. Únicamente cabe aplicar la legislación vigente. Tan claro, tan sencillo y tan escueto como que la responsabilidad de estos graves hechos recae exclusivamente en las empresas propietarias y/o en los titulares de los tendidos.
Es su responsabilidad corregirlos y adaptarlos convenientemente para que sean lo más inocuos posibles para la biodiversidad. Indiscutiblemente. Esto no puede seguir así.
Pero, en fin, de eso se hablará en quince días.
JAVIER ARMERO IRANZO
Societat Valenciana d’Ornitologia (Delegación Comarcal en Requena-Utiel)
Agradezco la cesión de sus fotografías a Víctor París, a Iván Moya y al colectivo de los Agentes Medioambientales de Requena-Utiel.
En éste vídeo se aprecia como un pigargo europeo cae fulminado en un tendido eléctrico de Hungría.