CUADERNO DE CAMPO. Javier Armero Iranzo
Este próximo fin de semana se llevará a cabo un censo de aves acuáticas en los embalses y otros encharcamientos, artificiales o naturales, del interior de la provincia de Valencia. Se trata de una actividad que viene siendo organizada y coordinada por la Societat Valenciana d’Ornitologia (SVO) desde el año 2000. Su principal objetivo es conocer la magnitud de la invernada de las distintas especies de aves ligadas a los medios acuáticos en humedales situados en las comarcas del interior valenciano.
Hasta hace poco apenas se sabía nada de la composición ornítica de estos enclaves, muy poco prospectados por los ornitólogos valencianos. Por el contrario, la mayoría de los estudios tradicionalmente se venían haciendo en los humedales litorales, que cuentan con un contrastado valor ornitológico y que además son mucho más accesibles y más próximos a las urbes, donde se concentra la mayoría de los habitantes de la provincia.
Precisamente, la iniciativa de realizar este tradicional censo invernal partió de la delegación comarcal de la SVO en la Meseta de Requena-Utiel. Se pretendía revisar la mayor parte de lugares adecuados en la comarca o en sus inmediaciones que pudieran albergar algún ejemplar de garza, cormorán, pato, limícola o cualquier otro tipo de ave de requerimientos palustres durante el periodo más frío del año. Hay que recordar que en las zonas húmedas costeras el fenómeno de la arribada más o menos masiva de este tipo de animales procedente de países del centro y norte de Europa es un hecho muy bien conocido y contrastado. La mayoría de aves que pasan el invierno en estas localidades evitan las duras condiciones climáticas que se dan en esos países europeos por estas fechas.
La experiencia que nos da estos años de conteos de mediados de enero, en pleno periodo invernal, nos viene a confirmar que la presencia de este tipo de aves en nuestra comarca no es tan esporádica como se creía en un principio, sino que sigue unos patrones más o menos establecidos, al repetirse las observaciones de un determinado número de especies cada temporada. No obstante, hay que reconocer que no llega a ser tan evidente como lo que ocurre en el valioso rosario de zonas húmedas situadas junto al mar. Estas se distribuyen desde prácticamente el límite provincial con Castellón, con el Marjal del Moro como mayor exponente en el entorno inmediato de Sagunto, hasta el linde con la provincia de Alicante, en el Marjal de Oliva, pasando por los aguazales de l’Horta Nord (El Puig, Rafallell y Vistabella, principalmente), la Albufera de Valencia y los marjales de la Safor, especialmente los de Xeraco y Xeresa.
En Requena-Utiel, o en sus inmediaciones, destacan varios embalses. El más grande de todos es el de Contreras, en el río Cabriel. Aunque tiene una capacidad máxima de 852,4 hm3, en la actualidad el agua apenas cubre un 20 % del vaso total. Se extiende por parte de los términos municipales de Villargordo del Cabriel en la provincia de Valencia, y por los de Minglanilla, La Pesquera, Enguídanos y Mira, en la de Cuenca. Como aves más representativas de este embalse destacan aquellas que se alimentan de pescados, como el cormorán grande Phalacrocorax carbo y el somormujo lavanco Podiceps cristatus. La primera especie cuenta con un dormidero comunal en una de sus colas que alberga un número variable de individuos según la temporada (condicionado al distinto grado de inundación que tenga el embalse). Así pues, puede oscilar entre la veintena de ejemplares hasta el centenar en los mejores años. Para el caso de los somormujos, los resultados son igualmente variables, detectando en los últimos censos oscilaciones entre veinte y sesenta unidades.
Ya en el río Júcar destaca el complejo Embarcaderos-Cortes II, que con una capacidad máxima de 118 hm 3 se localiza en territorio de Cofrentes y Cortes de Pallás, aunque es continuado por el contraembalse de El Naranjero, ya en Dos Aguas. Concretamente, la zona de Embarcaderos, en la confluencia del Júcar con el Cabriel es uno de los mejores enclaves para las aves acuáticas del conjunto de los embalses de interior valencianos. Al mantener siempre unos niveles hídricos altos y bastante constantes debido a su función suministradora de agua para la refrigeración de la central nuclear de Cofrentes, presenta un aspecto colmatado más propio de un humedal costero que de un embalse típico. Cuenta con una interesante vegetación ribereña donde proliferan eneales, carrizales y tarajales que permiten el asentamiento de una interesante comunidad de aves acuáticas, principalmente fochas Fulica atra, gallinetas Gallinula chloropus, rascones Rallus aquaticus, distintas anátidas (principalmente azulones Anas platyhrynchos), y algún paseriforme de requerimientos palustres, aunque todas ellas siempre en bajo número por las escasas dimensiones que presenta esta zona del embalse.
Por su parte, el más modesto río Magro aporta su menguado caudal para ser almacenado en Forata, en el término municipal de Yátova. Aquí el embalse permitiría idealmente llenar hasta 37,3 hm 3; aunque en el momento de escribir estas líneas ni siquiera llega a los 3 (menos de un 7% de su capacidad). Este embalse en los años hidrológicos buenos (como lo fue el de 2010 en que estaba prácticamente a rebosar) es capaz de atraer una aceptable cantidad de aves acuáticas, especialmente cormoranes y somormujos, por disponer de unos recursos tróficos ideales para estas aves piscívoras. Además en aquella temporada, por ejemplo, al presentar una lámina de agua que inundaba antiguos bancales en la zona de la cola y contar, pues, con abundante vegetación ribereña permitió asentar allí una cierta variedad de aves acuáticas poco habituales en la localidad como son las fochas, los zampullines comunes Tachybaptus ruficollis, o los ánades frisos Anas strepera, entre otras.
Ya en la cuenca del río Turia, destacan los embalses de Benagéber y de Buseo. El primero de ellos, situado en los términos municipales de Benagéber y Tuéjar, dispone de una capacidad de almacenamiento cifrada en un 221,3 hm 3 de agua, aunque ahora apenas tiene un 79,5, lo que supone poco más de un tercio del total (35,9%). Como ocurre en la mayoría de los embalses provinciales, la oscilación de los niveles de agua de unas temporadas a otras afecta mucho a la comunidad de aves acuáticas, ya que al no existir unas riberas con una cobertura vegetal estable y adaptada a esas rápidas variaciones de nivel la mayoría de especies no encuentran los requerimientos alimentarios y /o de refugio necesarios para permanecer allí durante toda la invernada, y por supuesto en la posterior época de cría. Esto se da para aves potencialmente sedentarias como anátidas (patos) o rállidas (fochas, gallinetas y rascones), pero también afecta a especies de estatus fenológico más invernal como pueden ser las garzas reales Ardea cinerea y garcetas comunes Egretta garzetta, los limícolas, o incluso ciertos paseriformes palustres (pechiazules Luscinia svecica, pájaros moscones Remiz pendulinus y escribanos palustres Emberiza schoeniclus, entre otros). A pesar de ello, hay que resaltar la nutrida población invernal de somormujos, que año tras año alcanzan aquí cifras realmente importantes, incluso a nivel provincial, llegando a alcanzar cifras superiores al centenar de individuos en las últimas dos invernadas (149 y 137 ejemplares de somormujo, para los años 2014 y 2015, respectivamente).
En cuanto al pequeño embalse del Buseo en Chera, este año el agua que aporta el río Reatillo cubre solamente un 36,2% de los 7,5 hm 3 que tiene de aforo máximo. Este último año la falta de lluvias se hace notar en la mayoría de nuestros pantanos. Las especies más habituales en Buseo son los ánades azulones, con cifras que oscilan en torno a una decena de individuos en la mayoría de temporadas, y los cormoranes, con flujos numéricos muy variables (entre 12 y 72 en las tres últimas
invernadas), quizás por el trasiego habitual de individuos al cercano embalse de Loriguilla que hace que varíe mucho el número de aves de unas semanas a otras.
Pero no sólo hay que tener en cuenta los embalses situados en nuestra comarca o en municipios cercanos. También son susceptibles de acoger ciertos contingentes de aves acuáticas invernantes los grandes estanques de riego (como los situados entre las pedanías requenenses de El Pontón y El Azagador), los pequeños represamientos o azudes en los cauces fluviales (como el que hay en la partida de El Sebillar en Utiel, en el cauce del río Magro) o incluso los balsones de las estaciones depuradoras de aguas residuales (como la de Camporrobles por ejemplo), entre otros enclaves.
En los estanques de El Pontón, por estas fechas suelen verse un buen número de aves de diversos tipos: patos (sobre todo azulones, pero en ocasiones también colorados Netta rufina, cercetas comunes Anas crecca, cucharas europeos Anas clypeata,…), zampullines (principalmente el común, pero en ocasiones también el cuellinegro Podiceps nigricollis), garzas reales, cormoranes, limícolas (sobretodo avefrías europeas Vanellus vanellus y andarríos grandes Tringa ochropus), fochas, gallinetas, martines pescadores Alcedo atthis y bisbitas (tanto comunes Anthus pratensis como alpinos Anthus spinoletta).
Por su parte en El Sebillar destacan sobretodo pájaros ligados al medio acuático, y que no son nada comunes en el ámbito comarcal. Dos buenos ejemplos son los bisbitas alpinos y los escribanos palustres, cuyas poblaciones invernantes en este lugar son quizás de las más numerosas de todo Requena-Utiel. Además los eneales y herbazales del cauce represado del Magro de este paraje periurbano acogen todos los inviernos algunos ejemplares de agachadiza común Gallinago gallinago, ave muy difícil de detectar en otros emplazamientos.
No quería despedir este artículo sin citar un humedal de la mayor importancia, no solo para las aves acuáticas, sino también para toda una rica y completa biodiversidad ligada a los ambientes palustres. Se trata de la laguna situada en el término conquense de Talayuelas, pero distante a escaso kilómetro y medio del límite comarcal. De carácter endorreico y enclavada en un precioso entorno de pinares de rodeno Pinus pinaster la laguna de Las Hoyas, como también se conoce, destaca por su magnífica población de fochas comunes, sin duda la más importante en decenas de kilómetros a la redonda. Además allí se dan cita en invierno buenas cifras de zampullines comunes, ánades azulones, porrones europeos Aythya ferina, gallinetas comunes, y algunos rascones europeos que, en los meses siguientes llegan a criar todos ellos si los niveles hídricos son los apropiados.
En definitiva, he querido aportar una síntesis sobre la presencia de este tipo de aves en nuestra comarca o en sus cercanías y que quizás haya sorprendido al lector por considerarlas más propias de otros lugares. Está claro que su presencia aquí no es tan llamativa ni tan numerosa como en los humedales costeros. Pero no se trata de comparar, sino de darle la importancia local y comarcal que merecen aquellos lugares que por sus características ofrecen la posibilidad de albergar a este tipo tan bonito y variado de animales y que necesitan del reconocimiento de todos nosotros, así como de su protección. Espero que estas líneas hayan contribuido para forjar una opinión que redunde en la preservación futura de nuestro patrimonio natural, en este caso, de nuestras aves acuáticas y de los espacios que ocupan.
Y ahora a contar aves…
Dedicado a todos aquellos naturalistas que con su esfuerzo aportan sus datos y experiencia en este tipo de censos en pro del conocimiento y conservación de la naturaleza valenciana.
JAVIER ARMERO IRANZO