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Requena (05/07/18) LA BITÁCORA – JCPG

En los Campos Catalaúnicos, el ejército romano pudo demostrar la potencia de su fuerza; como si la vieja gloria de las legiones volviera a conocer el fulgor de otros tiempos. De la Galia se trajo un día César al derrotado jefe Vercingetorix. Paseado como carne de triunfo, la Vía Sacra de Roma contempló su derrotado cuerpo, mientras el espíritu político de César crecía y crecía. Su destino: el agujero llamado Cárcel Mamertina. Aquel 20 de junio de 451, cuando tuvo lugar la batalla entre Atila y los romanos, Roma ya no era Roma. Era una masa informe de pueblos coaligados; las viejas legiones eran ya prácticamente una leyenda.

Un preso de su leyenda. De la imagen creada por su acción. Esto era Atila. El episodio, y en realidad toda la trayectoria de los hunos que lideraba Atila, posee demasiados componentes novelescos o legendarios. Aquel hombre sembraba la destrucción a su paso. Lo cierto es que Europa ha tenido muchos Atilas desde el siglo V. algunos son bien recientes.

Atila significa destrucción. Un automatismo mental nos conduce del líder huno al sustantivo destrucción. Tenemos demasiados automatismos mentales, ideológicos. Automatismos que nos impiden ver la realidad, analizar lo que cada día sucede a nuestro alrededor. Atila, el destructor; Atila como antesala de un nuevo tiempo.


Es verdad que hay otros Atilas, pero es Jack Palance el que reúne lo mejor de la interpretación cinematográfica del personaje. El aniquilador, el destructor, el hombre ante el que temblaban las élites de la vieja Roma y del Bizancio que heredó una parte de su espíritu, la película es de 1955. Ha habido hasta Atilas guapos, pero creo que no son muy creíbles.
El pasado se hermana con el futuro en algún lugar de la imaginación. Los aires urbanos que soplan corren el riesgo de destruir determinados edificios. Nuevamente otro automatismo: ciudad, progreso, modernidad; mundo rural, atraso, tradición, pasado. En términos juveniles: ciudad, diversión; ruralidad, aburrimiento. El ayuntamiento requenense ha colocado conexión de internet en el centro de las aldeas. Modernidad, diversión. Pero hoy apenas hay quien se conecte a esta red en la ruralidad.
 
Es de origen germánico el viejo refrán de que el aire urbano hace libre. En ocasiones es posible dudar del origen o invención de algunas de estas frases que se repiten machaconamente siglo tras siglo. ¿No seguimos, de todas formas, impregnados de esta misma idea, aunque hoy nos conectemos a las llamadas redes sociales, viajemos en potentes cohes y hallamos olvidado el carro y las mulas?
Se habla del gran trauma, y se hacen juiciosos y fundadísimos comentarios sobre el terrible cambio que hemos vivido en las últimas décadas. Pero se orilla el enorme peso cultural de nuestros automatismos, anclados firmemente en cabezas criadas y amamantadas en el medio rural. Y me pongo como ejemplo. Es la fuerza de una cultura urbana letal con la ruralidad. Nosotros mismos estamos también totalmente imbuidos por esta idea de supremacismo ( ya se sabe que ésta es una palabra de moda) urbano.
 
El veijo emporio comercial de Utiel basculaba en torno al centro histórico de esta bella ciudad. Estas calles poseen mucha del alma del que escribe, el alma infantiel que, a la postre, es una de las fuerzas motrices más potentes. La iglesia es uno de los ejemplares más bellos de todo nuestra tierra.
El aire de la ciudad hace libre. Esto se decía en la Alemania medieval. Hoy difícilmente podría aplicarse a ciudades como las nuestras, plagadas de problemas sociales y medioambientales. Pero en los ambientes juveniles, la seducción de lo urbano es una fuerza prodigiosa, un imán casi irresistible.
El viento aniquilador de la gran ciudad. Un letal aire de arriba, ante el que no cabe amagarse hasta que sople de nuevo el solano. La ciudad; ese gigante que extiende sus brazos y aniquila muchos alientos. El transporte rápido facilita el abrazo. Seduce multitudes, roba almas al medio rural, las absorbe en un inmenso vientre. Atila era el hombre que aniquilaba la vida a su paso. Valencia es hoy, para muchos negocios, como un Atila que aniquila la iniciativa al convertirse en el polo de atracción de los consumidores.

Comercios que echan el cierre. Que no chutan. La gran ciudad da cuenta de ellos a decenas. Pero en las poblaciones rurales echar la persiana es una tragedia individual y colectiva. Comercios que son baluartes de los negocios y los empleos. Emblemas de poblaciones que hasta ahora dábamos por objetos permanentes. Cierra Nachos Moda. Nos hemos acostumbrado a que estuviera en la Fuente de los Patos. La fuente y Nachos, un dualismo que dábamos por eterno. Un dualismo definitorio del centro de Requena. No podíamos entender esta parte de la ciudad sin Nachos. Se decía entre mi familia que el día que los comerciantes de la calle Real, en Utiel, echasen la persiana, el mundo se acabaría. Tal era la raza mercantil, la potencia de su vocación, que nadie concebía un futuro sin esos comerciantes.

La realidad es que el último cuarto de siglo ha sido oscuro para el pequeño comercio de esta comarca. Si alguna vez se hicieran estadísticas, nos permitirían calar la gravedad de la situación. En otro tiempo el auténtico nervio mercantil de la tierra, Utiel, con la calle Real, la placetilla de los Santos, el Cebo, como grandes buques insignia de un tejido comercial activísimo, ha contemplado la decadencia de su sector comercial. Negocios y negocios que se nutrían de múltiples clientes de la comarca y de fuera de ella. Ir a Mochales era un ritual imprescindible para mucha gente de las aldeas, como comprar las cortinas en Maliches. La ropa, en El Comercial, que, en la trasera, había previsto un área más juvenil dedicada a ropa vaquera. Otros tiempos, aquellos en los que no nos planteábamos bajar a Valencia, preferíamos nuestro comercio en los pueblos. Después, a la cooperativa a cortarnos el pelo. Ya estaba Narci para satisfacer algún capricho suntuario. En septiembre, a la Feria; y a rezar a la Virgen del Remedio para que trajera una aguecilla que rematara de llenar los granos de la uva.

Un programa hecho con sensibilidad y gran honradez. Como decía Lázaro Carreter, el que oye sintiendo siente calambres en algunos programas radiofónicos. Aquí no estamos ante uno de ellos. Su pasión por las iniciativas de la tierra le colocan en lugar de honor. ¿Es posible que carezca de competidores?
La realidad de un mundo postergado. A esto es lo que merece la pena hacer frente, al relegamiento comercial. Pero también al cultural. La prensa valenciana se ocupa insistentemente de Valencia capital. Una insignificante papelera en la capital es casi tan relevante como un grave problema en Utiel o Requena. Ahí está el Levante, una empresa que se ocupó de asesinar las iniciativas pequeñas de periódicos comarcales, como aquel Periódico del Magro, que con toda su modestia atendían a la realidad de una tierra que gritaba constantemente por tener sus propios canales de comunicación. ¿Qué fue de todo aquello? Murió. Levante trabajó por aniquilar una pequeña empresa, pequeñísima, para después silenciar una comarca. Es el silencio de una comarca de interior, rural, de habla castellana, la que se buscó. Hay que decir que lo consiguieron. El Atila moderno, que es Valencia, sigue haciendo de las suyas.

Esto será algún día el objeto de un análisis más sosegado y profundo. Habrá que hacerlo, porque tenemos que echar la vista atrás e indagar dónde hemos errado. Despoblación. Claro; hay que analizar las razones, el proceso y sus móviles; también su aterradoras consecuencias. Pero en el enflaquecimiento de lo que somos, ¿no cuenta acaso nuestra postergación a un segundo o tercer plano cultural en una Comunidad cada vez más volcada hacia lo urbano, costero y valencià?

Los rotundos signos de nuestra paulatino empequeñecimiento están por doquiera miramos. Realmente, ¿no existen iniciativas públicas en esta tierra que se planteen con seriedad afrontar el problema? ¿Nuestros dirigentes se van a seguir limitando a ser la correa de transmisión de sus partidos y a no reivindicar nada?

Es evidente que los políticos están en muchas ocasiones inmersos en la dinámica de sus organizaciones. Pero la propia sociedad sufre las consecuencias en silencio. Tertulias radiofónicas existen que se limitan a comentar el adoquinado de una calle o la reparación de las farolas de una esquina. No hay ni rastro de un debate sobre los auténticos problemas: despoblación, enflaquecimiento cultural, etc. Son medios, quizás como los propiamente nacionales, que se dedican, se alimentan, de la noticia institucional, correas de transmisión del poder. el ayuntamiento destina tantos cuartos a reparar una calle, algunas migajas llegarán a las aldeas, etc; este es el tono.

Se dice que sobre gustos, colores. Cierto. De lo que conozco, sólo un programa trata de entrar en el nervio de la tierra. Tiene una óptica particular, pero es honesto con sus principios y atiende a las iniciativas particulares: el programa En este lugar. Es un programa hecho para gente que piensa y razona, destinado a analizar la profundidad de los cambios de la vida, individual y colectiva. Una obra destinada a revalorizar la condición de los hombres y mujeres de una tierra que tratan de ejercer su acción libremente, al margen de los grandes poderes. Aquí reside parte esencial de su grandeza.

Atila cabalga en los lomos de un gigantesco organismo urbano. Sus enormes capacidades amenazan el mundo rural. Si no se reacciona, el mundo rural no tendrá hogar en esta historia.

En Los Ruices, a 5 de julio de 2018.

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