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Requena (16/05/17) .Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo

Hoy el protagonista de este ensayo sobre la naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel es un ave muy poco conocida por la mayoría de sus gentes; el andarríos chico. Y es una pena que sea así, porque tanto su biología como sus características anatómicas hacen de él uno de los animales más interesantes y atractivos que podemos observar por estas tierras. Sirva este Cuaderno de Campo, pues, para presentarlo convenientemente y; precisamente, en unas fechas en que su presencia a nivel comarcal alcanza los mayores valores numéricos de todo su ciclo anual.

A mí personalmente esta ave siempre me ha llamado mucho la atención, desde mis primeras observaciones hace ya más de treinta años. La silueta de un ave típicamente acuática vista en aquellos maravillosos años en mi querido río Magro o en el viejo estanque de riegos de El Pontón no cuadraba en absoluto con mi percepción más sobria y  montaraz de la ornitofauna que yo acostumbraba a ver por entonces. Y es que el andarríos chico es un componente más de esa nutrida familia taxonómica en que se integran archibebes, agachadizas, combatientes, correlimos y otras tantas especies ligadas a los humedales y a otros espacios palustres, mucho más frecuentes en las comarcas litorales valencianas.

Limícola de pequeño tamaño; poco mayor que una lavandera. De colores no especialmente destacados; dominan los tonos grises y pardos oscuros en el dorso y zonas laterales del pecho, pero que contrastan elegantemente con el blanco inmaculado del vientre. De patas cortas y pico recto y algo más largo que su cabeza. Esta es su tarjeta de visita. Ave esbelta y simpática. Ave preciosa.

Me encanta el andarríos chico; no lo puedo negar. Puedo pasar horas enteras observando sus gráciles movimientos y su activo comportamiento si se me presenta la oportunidad; y desde luego, ahora a principios de mayo es el mejor momento para ello.

El andarríos chico Actitis hypoleucos es, como su nombre indica, el más pequeño de las otras especies de andarríos ibéricos, como son el andarríos bastardo Tringa glareola y el andarríos grande Tringa ochropus; y que, por cierto, también se presentan de una manera u otra en los parajes más adecuados de nuestra comarca. En concreto, el bastardo es un ave exclusivamente de paso aquí. Su presencia se ciñe a los meses primaverales y de finales del verano en que recala en los balsones de riego situados entre las pedanías requenenses de El Pontón y El Azagador, único paraje donde se ha podido citar, y siempre en bajo número (apenas unos pocos individuos como máximo).

Por su parte, el andarríos grande puede detectarse en un periodo mucho mayor, ya que al contingente de paso se le añade un pequeño cupo de individuos invernantes. Se le ha podido observar en un mayor número de parajes a nivel comarcal, como son distintos cauces fluviales (especialmente el río Magro), colas de embalses, estanques de riego o, incluso, balsones de aguas residuales.

Pero es el andarríos chico la especie que más individuos aporta en las semanas en que el tránsito migratorio se lleva a cabo entre las localidades de invernada y las de cría. Así, y sirva como ejemplo, en estos días se pueden llegar a cifras realmente altas en los estanques de riego de El Pontón, en Requena. Hace tan sólo unos días (el pasado día 1 de mayo) el conteo llegó a los 60 ejemplares en dicha localidad (en pleno pico migratorio), y todavía a los 25 pocos días después, el día 7. Unas cifras muy importantes, incluso a nivel de toda la Comunitat Valenciana, y muy especialmente en sus comarcas del interior.

En un estudio que se llevó a cabo entre octubre de 2009 y septiembre de 2010 sobre las aves del río Magro y ciertos espacios asociados, como es el caso de estos estanques de El Pontón, y que incluían un censo semanal de aves acuáticas allí, se pudo comprobar que el paso prenupcial de estas aves por esa localidad era realmente acusado. Se obtuvieron cifras entonces de hasta 47 ejemplares durante la primera semana de mayo y que, paulatinamente, fueron menguando conforme iba avanzando el mes. Cantidades muy altas que, como se ve, se han podido superar incluso en esta misma temporada, quizás por los excelentes niveles hídricos que mantienen a día de hoy los balsones.

El paso postnupcial, con ejemplares de vuelta de sus localidades de cría y que recalan aquí para descansar y avituallarse, es también muy importante pero menos evidente. Así, en aquel estudio se obtuvieron como números máximos una veintena de andarríos en agosto; números que se mantuvieron en líneas generales a lo largo de todo el mes, y que bajaron a apenas cinco aves hacia mediados de septiembre, cuando el grueso migrante ya había pasado.

En paso, no es raro verlo en las orillas despejadas de nuestros ríos. Así, se le ha podido ver en muchas ocasiones en cauces como el del Cabriel, el del Magro o, incluso en el del Reatillo, de dimensiones mucho más modestas.

Sin embargo, el andarríos chico, durante la invernada es realmente raro verlo en Requena-Utiel, seguramente, por las bajas temperaturas que aquí se alcanzan. En la investigación a que se ha hecho referencia tan sólo se pudo detectar la presencia de un individuo durante el mes de diciembre en El Pontón; y se sabe que en otras temporadas las cifras son muy semejantes con apenas algún individuo detectado bien aquí, o bien en algún otro paraje similar. Hay que recordar que en estas fechas la mayoría de los efectivos europeos invernan en el África transahariana principalmente.

¿A dónde se dirigen los andarríos chicos que ahora observamos en gran número en los estanques de El Pontón, o más dispersos en otros puntos de la geografía comarcal? Pues a sus áreas de nidificación que, esencialmente, se localizan en el tercio norte peninsular y sobre todo en una extensa franja de terreno que comprende a la mayoría de países del centro y norte de Europa. Es precisamente en los países más septentrionales donde alcanza sus mayores censos reproductores.

La población global europea se estimó en el año 2000 en una horquilla de entre medio millón de ejemplares y 1.250.000 individuos reproductores, de los que el contingente ibérico es ciertamente marginal. En concreto, se ha calculado que la población que habita España ronda apenas las 3.000 parejas reproductoras, según el trabajo de campo del Atlas de las Aves Reproductoras de España llevado a cabo entre 1998 y 2002.

El andarríos chico, a nivel europeo, prefiere para criar los ríos a los lagos y a las aguas saladas. Aunque se ha visto que la variedad de biotopos que utiliza es ciertamente alta. En España, busca claramente ríos de montaña con abundancia de playas de guijarros y libres de vegetación arbustiva que ocupa para ubicar su nido. Por tanto, siente predilección por los cursos altos de los ríos donde las habituales crecidas de las aguas posibilitan este tipo de ambientes tan específicos. En este sentido, se distribuye sobre todo en los ríos montanos del Pirineo y de la Cordillera Cantábrica, y de manera mucho más escasa y puntual en ciertas localidades de los cursos altos y medios de los ríos Miño, Duero, Tajo, Guadiana y Ebro.

En la Comunitat Valenciana no hay citas recientes de cría. En realidad tan sólo se conoce una antigua referencia, de mediados de los años ’80 del siglo pasado; de una pareja en concreto que llegó a criar en la desembocadura del Palancia. Desde entonces no se tiene constancia de ningún evento reproductor más. Ni siquiera en Requena, donde yo, en mis primeros años de ornitólogo, pensaba que si veía a estos animales a lo largo de los meses de mayo y luego también ya hacia finales de julio quizás pudiera haber una población reproductora por aquí. Nada más lejos de la realidad; muy a mi pesar. El largo paso prenupcial y ya unas primeras citas después de la crianza al mover tempranamente hacia el sur a los primeros ejemplares migrantes explicaban tal situación.

El andarríos chico tiene un comportamiento ciertamente peculiar que les invito a que lo observen con detenimiento. Vuela durante cortas distancias muy cerca de la superficie del agua para volverse a posar en las orilla o en un sitio algo prominente sobre ésta. Su vuelo es característico, con sucesiones de rápidos aleteos y pequeños planeos con las alas un tanto arqueadas hacia abajo. Además suele lanzar una característica voz aguda cuando emprende el vuelo, sobre todo si se siente alarmado.

Una vez en las orillas de los cauces o de los balsones, corre rápido frecuentemente y, a continuación, se frena de golpe. Cuando camina inspeccionando su entorno inmediato suele balancear característicamente el cuerpo, aspecto que llama mucho la atención del ornitólogo que no pierde detalle de sus andaduras.

Suele picotear nerviosamente aquí y allá en el suelo de las orillas, o en la misma superficie de aguas someras, en busca de los animalillos de los que se alimenta. En su dieta destaca la presencia de pequeños insectos (dípteros, himenópteros,…) tanto de adultos como de sus larvas, pero también de crustáceos, moluscos o gusanos que busca activamente con movimientos nerviosos y repetitivos. Mientras busca comida se muestra muy celoso, incluso de los individuos de su misma especie, por lo que no son raros los enfrentamientos o las voces con intención disuasiva.

Estos días, incluso, podríamos llegar a ver una conducta ciertamente espectacular y poco habitual en nuestra contornada. Se trata de un vistoso comportamiento de celo que algunos individuos ya realizan; aún antes de llegar a sus territorios nupciales. He tenido la suerte de poder observarlo en alguna ocasión en los mismos estanques de El Pontón por estas mismas fechas, y la verdad, es una maravilla más que nos ofrece nuestra querida naturaleza requenense. El macho trata de llamar la atención de la hembra con un cortejo característico en el que realiza llamativos vuelos verticales en torno a ella a los que continúa con un característico pavoneo al mostrar la cola en abanico y caminar así torpemente rodeando a su pretendida que lo mira, a veces con interés y a veces con cierto desentendimiento.  Incansable, el macho repite la acción durante más tiempo de lo que uno podría imaginar. Persecuciones, voces insistentes y juegos nupciales alegran las jornadas, también antes de que las aves lleguen a sus destinos definitivos.

El andarríos chico; bonita ave que podemos observar ahora en el campo con relativa facilidad. Magnífica excusa para recorrer nuestros mejores cauces fluviales. Sugerente excursión por el río Cabriel, que ahora está precioso, para buscarlos en las rocas sobresalientes de su superficie o en las orillas despejadas de vegetación. Y lo mismo en el Magro, magnífico nexo de unión entre las dos capitales de una comarca bicéfala. El viejo Oleana tiene tramos muy aptos para descubrir al pequeño limícola, incluso en las mismas inmediaciones de sus cascos urbanos.

En los lavajos de Sinarcas, en los canales de la depuradora de Camporrobles, en las orillas de los embalses del Buseo o de Contreras, o incluso en encharcamientos menores como ciertas balsas de riego de algunas partidas agrarias y  pedanías, y con las de El Pontón como principal referencia. Y es que este es un buen año para este último enclave, tras un invierno y una primavera generosa en lluvias.

Y cuando hay agua, también conviene recordar cuando no la hay. Otras temporadas los balsones de riego han sido sangrados hasta vaciarlos en su totalidad, impidiendo que la fauna acuática se refugie en ellos, bien en época de cría o bien durante los periplos migratorios. Desde estas líneas pido que se reconsidere para esos años malos la necesidad de dejar un mínimo nivel ecológico, incluso de unos pocos centímetros, para que tanta cantidad de aves, como estos andarríos de hoy y decenas de especies más, puedan afrontar su ciclo anual con las suficientes garantías.

Quizás la solución pase por una mejor gestión de los caudales hídricos del río Magro que no ponga en riesgo, por supuesto, las necesidades de los agricultores; que no olvidemos son los artífices y principales beneficiarios de los riegos gracias a estos estanques. Si conseguimos que llegue más agua para las aves, porque el paraje tiene importancia ornitológica  de sobra para merecerlo,  también los agricultores conseguirán más agua para llevar a cabo su sagrado trabajo.

Estos pensamientos me pasan por la cabeza mientras, sentado junto a uno de estos balsones, veo y disfruto con la evolución de decenas de andarríos y de otras aves acuáticas en estos primeros días de un florido mes de mayo.

Los vencejos y golondrinas sobrevuelan a ras de superficie en busca del rico plancton aéreo que las aguas producen estos días. Las amarillas lavanderas boyeras picotean por los praditos herbáceos del entorno. Y los azulones, todos machos, se solean en las orillas. ¿Dónde estarán las hembras?

El zampullín lanza su característico relincho para hacer notar su presencia a otros, quizás ocultos en el herbazal. Las estilizadas cigüeñuelas salpican de blanco y negro el coloreado paisaje. Y otros muchos limícolas corretean por las orillas entretenidos en procurarse su preciado alimento; y entre ellos los andarríos chicos, que en numeroso ejército alegran con su extraordinaria vitalidad los sueños del curioso naturalista.

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