LOS COMBATIVOS REQUENENSES.//Víctor Manuel Galán Tendero.
Un 19 de abril de 1766 se reunió en Requena un atemorizado consistorio municipal. Las gentes hambrientas estaban poniendo el grito en el cielo. Al fin y al cabo estaba por las nubes el precio del pan, y no solamente aquí, sino en gran parte de España. Semanas antes, el 23 de marzo, había estallado una recia protesta popular en Madrid, en pleno Domingo de Ramos. El temor invadió la corte de Carlos III, que entonces no era el mejor alcalde de Madrid. A toda aquella barahúnda se le ha llamado el motín de Esquilache, más bien los motines si atendemos a la cantidad de focos de protesta.
De tales acontecimientos y de Esquilache Augusto se ha escrito mucho y bueno. Que no fue una simple pataleta por las capas y los sombreros es incuestionable. Los gobiernos del despotismo ilustrado pretendieron liberalizar el comercio de los cereales para incentivar la agricultura. Abolieron en 1765 la tasa de los granos en coincidencia con un año agrícola pésimo, de lo que resultaron consecuencias no menos nefastas. Un cuadro muy similar se padeció en Francia en los meses de abril y mayo de 1775, los de la guerra de las Harinas.
Del despotismo ilustrado se nos advierte que pretendía todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Lo malo para sus paladines, como no tardarían en descubrir, era que el pueblo se estaba convirtiendo en un sujeto político con toda su complejidad.
Los historiadores no han observado para esta época ninguna conciencia de clase al modo marxista, y han resaltado que la composición de los amotinados fue socialmente transversal, abrazando a gentes de condición dispar. Incluso defendían valores económicos tradicionales, muy del gusto del Antiguo Régimen, e incluso se dejaron guiar por notables locales, a veces obligados a encabezarlos. En los motines de Esquilache, por ejemplo, se vio la mano de poderosos opuestos al reformismo de Carlos III. Algunos autores han empleado la palabra turba para denominar a este movimiento de supuestos rebeldes primitivos.
En Requena, como en otros lugares, se les llamó de forma despectiva la plebe por unas autoridades que temían mucho su furia, y no solamente la eminentemente física, sino también la verbal que desacreditaba con desparpajo y descaro el buen nombre de los que gobernaban nuestra villa. Cosas del pundonor.
Los que atacaban la autoridad se organizaron en cuadrillas o agrupaciones de individuos acostumbrados al trabajo en común, con una sociabilidad que iba más allá del cumplimiento de una simple tarea. Resultaron ser un mecanismo para actuar e intimidar notable. La plebe no actuaba ciegamente, pues en la protesta participaron personas que se conocían bien en el día a día, con unas razones muy concretas.
Al igual que en otros movimientos coetáneos, se exigió la bajada del precio del pan, y los munícipes condescendieron ante la perspectiva de protestas mayores. Lo mismo se haría años después en Francia, antes de la Revolución de 1789.
Sin embargo, el descontento de las cuadrillas no era para ser tomado a la ligera, y el 8 de mayo de 1766 se hicieron en Requena las primeras elecciones de diputados del común municipales. Por mucho que su resultado quedara muy devaluado, fue una clara advertencia de lo porvenir.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Actas municipales de 1765 a 1767, 3257.