Requena (17/01/19) La Bitácora //JCPG
Hay muchos nutrientes. También muchos hambrientos. Salgo a la cafetería, hambriento. Busco un café caliente y un bocata. Seguro que no habrá mucho donde elegir, pero algo es algo. Huyo de la sala de profes. Nos conocemos demasiado todos. Hay gente que vomita odio cuando le place y no tiene el pudor que está asociado siempre al respeto al prójimo. Mejor la cantina, aunque aquí lo llaman cafetería. En la cafetería están los profes de informática, menos ideologizados y más proclives a hablar de cosas intrascendentes.
Pero hoy es un día fuertemente cargado por la política. En el Sur están de cambio de despachos. No se habla de otra cosa. Pero se comenta con escasa profundidad. La gente se dedica a insultar, tanto los de un lado como los del otro. No hay análisis, no hay ninguna voluntad de comprensión de los que ha sucedido. Parece que no interesa.
Tengo un amigo extremista que carga las tintas. Está al caer del triunfo fascista de nuevo. Esto es lo que él dice. Es la ofensiva de los ricos, plantea, empeñados en destrozar nuestra sociedad de bienestar, y por ende, empeñados en desguazar el sistema democrático. Tengo otro amigo extremista. Pero del otro territorio. Para él, el tema de Cataluña amenaza directamente nuestra nación. España está en peligro.
Me parece que estamos al borde de una nueva época. El festín de los extremismos está cada vez más plagado de convidados. Y la gente tiene hambre de estas ideas extremas. Cuando esto sucede, tenemos que intentar comprender qué y por qué está pasando. Nos podemos dedicar al insulto y la descalificación. Pero esto no tiene valor. La gente vota una opción porque hay una necesidad que le empuja. Nos puede gustar o no, pero eso no tiene sentido. Las cosas suceden. Hasta no hace mucho la gente acudía a los pesebres políticos y consumía el producto, aparentemente satisfecha. En poco tiempo, la gente parece hambrienta por otras ideas.
¿De qué ríen?El futuro está aquí y ha llegado con sorpresas. Corren tiempos de dogmatismo. Nada de matices. O estás conmigo o contra mía. ¿No es posible una mirada compleja de las cosas, de las ideas, de los comportamientos? Un amigo profesor me pone de ejemplo una frase que ha pronunciado en clase, ante sus propios alumnos, y que procede de un discurso de Lenin. El tal Lenin, el de los cientos de miles o millones de muertos. Mal ejemplo, le digo. Y vuelve a caer en esa imagen beatífica del líder comunista. Le digo: el problema es que el que vino después, es decir, Stalin, con los millones de muertos a sus espaldas, lo convirtió en bueno; mejor harías en cambiar tus ejemplos. No dice fascista, pero le falta poco. Me importa poco lo que piense de mí: sigo fiel a mis principios, y, desde luego, distan mucho de extremos. Lo invito a un café para que se calme. Por lo visto no hay términos medios. O blanco o negro. Seguimos, compruebo, sometidos a la propaganda de los partidos y a las soflamas de los líderes de opinión. Es lo mismo: la gente cada vez está más cansada de discursos huecos y palabrería que llena folios y espacio, pero que no transmite nada.
Estamos en esta cafetería que ya no quieren llamar cantina. Se ve que la palabra huele a viejo. Los tiempos cambian y es mejor que intentemos comprender los cambios. Insultar y cabrearse sirve para poco. Hay que serenarse, y contemplar y razonar sobre un mundo en el que la gente está ávida de ideas nuevas, de cambios. Un mundo en el que la vieja estructura ideológica parece disolverse como un el azúcar en mi café. Por cierto, algunas cosas no deberían cambiar: las viejas cafeteras eléctricas deben seguir siendo las cafeteras de las cantinas. Perdón, de las cafeterías. Igual es que la modernidad se ha llevado por medio a las cafeteras antiguas y llegan las de los tarritos pequeños.
En Los Ruices, a 15 de enero de 2019.