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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel

Javier Armero Iranzo   /   Martes 26 de febrero de 2019 

Mañana soleada de finales del mes de febrero. El amanecer ha sido frío y aún queda algo de escarcha en las umbrías cercanas al cauce fluvial. El río Regajo circula zigzagueando entre montañas en las cercanías de Sinarcas.  A estas horas es un lujo escuchar la cantinela de muchas especies de aves que anuncian con sus trinos que el invierno ya va tocando a su fin. O al menos eso da a entender tan insistente concierto.

De repente, un proyectil viviente sobrevuela raudo la superficie del río. Remontando las aguas acaba por la siguiente curva. Visto y no visto.

El curioso naturalista dirige sus pasos hacia allá. Y, efectivamente, a una cierta distancia lo vuelve a localizar; ahora parado en una gran piedra de la orilla. No tiene ninguna duda para identificarlo. Sus sospechas iniciales al verlo en vuelo rectilíneo se confirman ahora: se trata de un precioso ejemplar de mirlo acuático. Pájaro de mediano tamaño, cuerpo compacto, cola corta y alas relativamente pequeñas. Plumaje marrón oscuro en el dorso, pero algo más chocolate en la cabeza, cuello y vientre. Y sobre todo un carácter bien distintivo: un blanco muy contrastado en el mentón, en la garganta y en su pecho. No hay confusión posible. Magnífica cita de uno de los animales más raros de la Meseta de Requena-Utiel. Estamos de buena suerte.

Pero lo mejor no termina ahí. Al momento, el bonito pájaro comienza un llamativo ritual de movimientos que no deja indiferente al que, escondido entre los arbustos, lo observa con detenimiento. Se agacha y se levanta continuamente como si tratara de comunicar algo a alguien, pero no parece haber ningún otro ejemplar por allí. Levanta característicamente la cabeza apuntando hacia el cielo y entonces deja ver claramente el llamativo babero blanco. Al poco aparece otro individuo que le secunda en su actitud. No debía estar lejos, desde luego. Inmediatamente enfrentan sus cuerpos, extienden las alas y las hacen vibrar vistosamente al unísono.

Y lo más sorprendente no tarda en llegar; el primero de los ejemplares se zambulle en el agua y desaparece durante unos segundos. Al poco sale con el plumaje aparentemente seco, ya que las gotas parecen resbalarle por su cuerpo. Tras unos revoloteos a su alrededor ofrece a su consorte una ceba que acaba de capturar. Presa que es cogida y engullida en un santiamén por el otro individuo. Inmediatamente éste levanta la cola y se ofrece para copular. Segundos después salen volando juntos río abajo. Realmente espectacular. 

Ahora los mirlos acuáticos están en pleno celo. Un pequeño riachuelo de montaña, afluente del Turia, es testigo en estos días del ir y venir incesante de unos seres inconfundibles pero a la vez tremendamente escasos en la comarca. El mirlo acuático, acapara hoy nuestra atención. Sin embargo, no será el único protagonista del presente Cuaderno de Campo. Otro pequeño insectívoro igualmente ligado al medio acuático, y más esquivo si cabe, le acompaña en su feudo: el musgaño de Cabrera.

Pero antes, sepamos algo más de este pequeño curso fluvial que atraviesa perpendicularmente el extremo septentrional de la comarca y que sirve de biotopo a una rica comunidad de seres vivos.

El río Regajo toma su nombre ya en el término de Sinarcas, en las inmediaciones de su linde con el de Talayuelas. En concreto a partir de la confluencia de dos arroyos de montaña realmente bonitos: el de Tobilla y el de la Hoz. El primero, viene desde el noroeste y pasa por las inmediaciones de la pedanía de Casillas de Ranera. Y el segundo, con clara orientación norte-sur, se interna en el monte desde los alrededores de Talayuelas y pasa por los espectaculares tajos rodenos próximos a la laguna de la Hoya, a unos 12 kilómetros aguas arriba.

Se puede decir que el primer paraje por donde discurre el recién formado Regajo es el de Los Yesares, de singular litología. A partir de allí recorrerá unos 25 kilómetros de monte hasta su desembocadura en el río Turia a la altura del embalse de Benagéber. Los suelos que atravesará en su sector sinarqueño están constituidos principalmente por margas con calizas, lignito y yeso, encontrándose por encima ya areniscas, conglomerados y lutitas rojas. Sin embargo, en Benagéber ya afloran otros sustratos de era mesozoica (Jurásico y Cretácico), ya más ricos en calizas.  Durante su trayecto alterna profundos estrechos con vallejos más abiertos aportando unas condiciones de aislamiento y tranquilidad perfectas para que se desarrolle una valiosa biodiversidad natural.

De hecho nada más comenzar su singladura deja a un lado el paraje de Las Hoyuelas, declarado por la Generalitat Valenciana como Microrreserva de Flora y también Reserva de Fauna, por albergar taxones realmente interesantes desde el punto de vista de la conservación.

Así para la primera figura de protección se consideró como especies prioritarias al quejigo Quercus faginea, la pimpinela Pimpinella gracilis, la cola de caballo Equisetum telmateia, la madreselva Lonicera peryclimenum ssp hispanica, el cárex péndulo Carex pendula, y el mijo de sol Lithospermum officinale. Además se consideraron también como unidades de vegetación prioritaria a nivel de protección europea, entre otras, los magníficos bosques de galería formados por sauces blancos Salix alba y álamos blancos Populus alba, y los manantiales carbonatados con formación de tobas calizas, bien desarrollados aquí y muy destacados a nivel comarcal.  Y en cuanto a la segunda se pensó en la preservación de un invertebrado acuático, el cangrejo de río Austropotamobius pallipes, y en los dos anfibios más amenazados a nivel comarcal como son el gallipato Pleurodeles waltl y el sapillo pintojo Discoglossus jeanneae.

A continuación el río pasa por un área recreativa que lleva su nombre enclavada en un bonito lugar ideal para merendar o incluso para iniciar paseos ornitológicos por la ribera. De hecho, no muy lejos de allí hay un entorno ideal para detectar pájaros que no abundan en casi ningún monte comarcal. Se trata de la arboleda caducifolia que crece junto a la Fuente de san Marcos, en la ladera de umbría del Regajo. Entre cerezos, nogales, higueras, almeces y chopos no son difíciles de detectar en esta época del año aves tan interesantes como el pinzón real Fringilla montifringilla, el picogordo Coccothraustes coccothraustes, el acentor común Prunella modularis o zorzal alirrojo Turdus iliacus entre otras, y que hacen disfrutar al ornitólogo aficionado.

Aguas abajo se localiza el Molino de Benito, situado en un valle espectacular cubierto por espesos pinares de Pinus halepensis. El paraje ofrece una excelente posibilidad de descubrir aves ciertamente escasas como el reyezuelo sencillo Regulus regulus, en el monte, o incluso la becada Scolopax rusticola, en las cercanías del cauce fluvial. Además  los sedimentos blandos de la orilla del río o, incluso los barrizales que se forman en el mismo camino de acceso nos dan pistas de qué mamíferos suelen aparecer por aquí: tejones Meles meles, zorros Vulpes vulpes y garduñas Martes foina, entre los carnívoros; y corzos Capreolus capreolus y jabalíes Sus scrofa entre los herbívoros, son los más frecuentes.

Poco a poco el río se va encajonando entre montañas y el acceso se va haciendo más complicado. No es difícil ver por aquí en tollos y remansos peces tan interesantes como la madrilla del Turia Chondrostoma turiense, una especie endémica de la cuenca del Turia, con lo que eso supone de cara a su importancia natural. La zona es rica en cantiles y fuertes desniveles. Parajes como Las Palomarejas o El Contador son frecuentados, entre otras aves rupícolas, por los aviones roqueros Ptyonoprogne rupestris, los roqueros solitarios Monticola solitarius o los colirrojos tizones Phoenicurus ochruros, que no llegan a abandonar del todo sus territorios en los momentos más fríos del año, ofreciendo vida y color a un entorno principalmente dominado por la roca.

El valle vuelve a abrirse en las inmediaciones del Charco Negro, ya casi en el límite con el término municipal de Benagéber. Allí hay un viejo caserío que nos reporta a otras épocas en que el ser humano aprovechaba cualquier rincón de la naturaleza para establecerse. Aún se notan allí los viejos bancales con los que los paisanos se ganaban la vida. Hoy todo aquello es un despoblado reconvertido en otra área recreativa que atrae a otros intereses como el senderismo o la interpretación de la naturaleza. Bonito lugar  en el que se pueden observar más y más animales de interés.

Paseando por las riberas del río se detectan con cierta facilidad otro de los pájaros menos habituales de la comarca: el trepador azul Sitta europea. Frecuenta los grandes chopos de la orilla y, sobre todo, los ejemplares más voluminosos de pino carrasco que crecen en sus inmediaciones. Se podría decir que esta zona junto con los rodenales del cercano Picarcho y algún enclave puntual de Chera son las únicas localidades de la Meseta de Requena-Utiel donde se ve,  e incluso llega a reproducirse, este precioso pájaro forestal.

Muchas aves de interés se han podido citar aquí a lo largo del ciclo anual, desde paseriformes de montaña a rapaces forestales, tanto diurnas como nocturnas. Águilas calzadas Aquila pennata, culebreras europeas Circaetus gallicus, azores Accipiter gentilis o gavilanes Accipiter nisus son frecuentes en sus montes, así como cárabos Strix aluco, búhos reales Bubo bubo o incluso búhos chicos Asio otus, de los que existe alguna cita de reproducción en los bosques de su entorno. Y por supuesto mamíferos. Cerca de la Casa de Grilluelos se llegó a ver uno de los pocos turones Mustela putorius de los que se tienen registro en la comarca, allá por 1997. Y desde luego no es nada raro descubrir en el Charco Negro algún grupo de muflones Ovis orientalis o de ciervos Cervus elaphus de los que en su momento pudieron salir de alguna finca cinegética cercana.

Pero quizás los más misteriosos sean los quirópteros de cuya existencia se sabe más bien poco. No sería de extrañar que en estos extensos pinares tan bien conservados y colindantes con los magníficos pinares de Talayuelas, ya en Cuenca, pudiera existir alguna población de aquellas especies forestales más escasas a nivel valenciano como por ejemplo el nóctulo pequeño Nyctalus leisleri o el orejudo dorado Plecotus auritus. En fin, una lista de especies muy alta para unos montes ciertamente valiosos. Los últimos cinco kilómetros del arroyo, igualmente interesantes, transcurren ya por término de Benagéber hasta ofrecer sus aguas al embalse del mismo nombre.

Pero volvamos al mirlo acuático Cinclus cinclus, con el que empezábamos el ensayo de hoy. Buena época ahora para poder comprobar su curioso comportamiento de cortejo. Y es que por estos días inician su proceso reproductor. Seguramente tendrán ya casi preparado el nido donde llevarán a cabo la puesta; que ocurrirá dentro de unos pocos días, o a lo sumo semanas. Cría pronto, pues, el mirlo acuático.

El nido consiste, normalmente, en una estructura esférica hecha de musgos que ubica en oquedades de los roquedos a escasa distancia del cauce fluvial. No son raros aquellos construidos en muros, puentes u otras construcciones humanas junto al río, o incluso en huecos de los mismos árboles de la ribera si es que disponen de alguno de un tamaño adecuado. Allí suelen poner una media de cuatro a seis huevos blancos que serán incubados casi exclusivamente por la hembra durante 12 a 18 días, siendo lo habitual alrededor de 16.

A las tres semanas de nacer, los pollos abandonan el nido pero aún permanecen cuidados por sus padres durante un tiempo. Después emprenden un periodo de dispersión que los suele alejar algo del territorio natal, aunque normalmente suelen establecerse dentro de su cuenca hidrográfica a escasa distancia de donde nacieron. No son raras las localizaciones entonces en zonas donde se sabe que no llegan a criar pero que albergan a una cierta cantidad de individuos flotantes en otras épocas del año. En ocasiones pueden llegar a realizar una nueva puesta durante la temporada.

Lo que desde luego no deja indiferente a nadie es la capacidad de alimentarse dentro del propio río. No hay otro paseriforme tan adaptado a la vida acuática como éste. Incluso en zonas donde la corriente es fuerte el mirlo acuático no duda en zambullirse para capturar los invertebrados que medran por el lecho del río. Llega a bucear a contracorriente durante muchos segundos buscando entre las piedras del fondo sus presas a las que captura con facilidad. Va volteando hábilmente los guijarros alcanzando con destreza larvas de libélulas, de frigáneas, de efímeras y de moscas de las piedras, pero también caracolillos, renacuajos u otras presas de tamaño adecuado.

Por supuesto la ocupación de un territorio por los mirlos acuáticos está condicionada principalmente por la disponibilidad y abundancia de presas, las cuales a su vez necesitan de aguas rápidas, oxigenadas y cristalinas. Todo un reto en los tiempos que corren.

En España el mirlo acuático se distribuye por los cursos altos de montaña, especialmente de su mitad norte. Allí llega a ser habitual especialmente en el Macizo Galaico, los Montes de León, la Cordillera Cantábrica, los Montes Vascos y los Pirineos. También en los principales macizos de montaña de los Sistemas Central e Ibérico. Sin embargo, su distribución está mucho más restringida en la mitad sur peninsular; apenas apareciendo en los Sistemas Subbéticos y Penibéticos, y en los Montes de Málaga, principalmente. Las últimas estimas nacionales cifran su población en apenas 3.100 parejas reproductoras; incluso podría tender a la baja en los últimos años, aunque no se sabe con exactitud.

En la Comunidad Valenciana se cataloga como Especie en Peligro de Extinción por su notable escasez. De hecho en los censos oficiales que realiza la Generalitat Valenciana cada tres-cuatro años los resultados son realmente preocupantes. En el censo específico que hizo la Conselleria de Medi Ambient durante los años 2007 y 2008 se encontraron un total de 26 parejas reproductoras distribuidas por las provincias de Castellón (ríos Sènia, Cérvol, Millars, Villahermosa y Palancia: total 12 parejas) y Valencia (ríos Turia, Ebrón, Vallanca y Regajo: total 14 parejas).

En el último censo, realizado durante la temporada de cría de 2018, y teniendo en cuenta sólo la provincia de Valencia apenas se pudieron detectar de 3 a 5 parejas.  En concreto en las comarcas de El Rincón de Ademuz (ríos Ebrón y Bohigues, con 1-2 parejas cada uno) y Meseta de Requena-Utiel (con una única pareja en el Río Regajo, precisamente). No obstante hay que tener en cuenta que en el citado muestreo no se pudo revisar la comarca de La Serranía, donde se sabe de otras temporadas que el mirlo acuático se llega a reproducir en el río Turia. En concreto lo hace tanto en el tramo por encima del embalse de Benagéber (donde se estimaron 8 parejas en el censo de 2014), como en el tramo comprendido entre la presa de Benagéber y la de Loriguilla (donde en el mismo censo se estimaron otras 5 parejas).  Además tampoco se pudieron censar en 2018 los ríos Tuéjar y Sot, y el tramo inferior al embalse de Loriguilla, donde igualmente se ha comprobado en alguna temporada la reproducción de la especie.

En cualquier caso los datos reflejan una situación poblacional realmente complicada. En la Meseta de Requena-Utiel, en concreto se sabe que en  2014 hubo dos parejas reproductoras en el río Regajo, y que en otras temporadas ha llegado a criar puntualmente en otros parajes pertenecientes al término municipal de Chera. Además se han obtenido alguna cita de presencia en ciertos tramos del río Cabriel en época de cría que pudieran corresponder quizás a eventos esporádicos de reproducción. Incluso se dio por hecho la nidificación segura en la rambla Caballero (Requena) durante el trabajo de campo de realización del Atlas de las Aves de la Comunidad Valenciana que se publicó en 1992, hecho que posteriormente parece que no se pudo repetir. Desde luego que este pájaro por parte de todos merece una atención a su dinámica poblacional futura para evitar una más que probable desaparición con el tiempo.

Y del mirlo acuático a otro animal también muy escaso a nivel comarcal y con el que comparte muchas similitudes ecológicas: el musgaño de Cabrera Neomys anomalus, un tipo de musaraña perfectamente adaptada al medio acuático.

Es quizás el mamífero menos conocido de la Meseta de Requena-Utiel; pero no sólo por sus paisanos sino incluso por aquellos naturalistas que investigan concienzudamente sus valores naturales. De hecho, y que yo sepa, únicamente hay dos avistamientos de este animal en toda la comarca en los últimos años. Y los dos, efectuados por Víctor París y Toni López, precisamente en el río Regajo de Sinarcas. Se intentará pues presentar a esta misteriosa criatura de la mejor forma posible teniendo en cuenta las limitaciones de extensión de este tipo de artículos.

El musgaño de Cabrera es un pequeño mamífero integrado en el orden taxonómico de los insectívoros donde se encuentran también los erizos, los topos y las musarañas, éstas últimas de gran parecido morfológico. Su cuerpo es redondeado y en la cabeza aparecen unos diminutos ojos que caracterizan su rostro. Podría confundirse con un ratón pero su hocico alargado a modo de pequeña trompa denota una alimentación estrictamente insectívora. Presenta un pelaje oscuro a excepción del vientre que es blanca y nítidamente separada del resto. Su tamaño corporal ronda los 7-9 centímetros de longitud a los que hay que añadir otros 5-7 de la cola.

Vive en los cauces fluviales o en sus mismas inmediaciones, en bosques húmedos o, incluso, en cultivos agrícolas. Se distribuye tanto en ríos de anchura y caudal considerable como en pequeños arroyos de montaña. Así en la península Ibérica se distribuye por sus principales macizos montañosos, especialmente de su mitad norte. No obstante es más frecuente en el cuadrante noroccidental. En el resto de España aparece mucho más puntualmente en diversos sectores de los Pirineos, Sistema Ibérico y Cordilleras Subbéticas y Penibéticas, principalmente.

En toda su área de presencia ocupa tramos de aguas limpias, bien oxigenadas, especialmente en ambientes de media y alta montaña. Aparece tanto en zonas de corrientes como de remanso siempre y cuando abunden las presas de las que se alimenta.

Es capaz de nadar y bucear perfectamente en busca de invertebrados acuáticos que  captura con extrema facilidad. Debido a su elevado metabolismo consume gran cantidad de insectos, arácnidos, lombrices, caracoles entre otros invertebrados dulceacuícolas o propios de las riberas.

No tiene período de hibernación y sus costumbres son tanto diurnas como nocturnas, aunque parece que son más activos durante los crepúsculos y los amaneceres. El proceso reproductor de esta especie es muy poco conocido, y se cree que lo lleva a cabo entre la primavera y el verano. Parece ser que el periodo de cría se extiende desde mayo hasta octubre y que suele tener un número alto de crías por parto, entre seis y ocho normalmente.

Desde luego que su pequeño tamaño, la inaccesibilidad relativa de los hábitats que ocupa, sus movimientos horarios y la escasez de sus poblaciones (al menos en lo que respecta a la su distribución oriental ibérica) hacen que este animal pase muy desapercibido a los ojos del ser humano.

En la Comunidad Valenciana, concretamente, tan sólo se le ha podido detectar en algunos cauces fluviales del interior de Castellón y de Valencia como el Bergantes, el Villahermosa, el Millars, el Palancia, el Turia y algunos de sus afluentes, como el Vallanca o precisamente el Regajo. Distribución muy restringida y siempre en base a unos pocos registros.

El mirlo acuático y el musgaño de Cabrera, dos animales que encabezan por su extraordinaria rareza a nivel valenciano una larga lista de valores naturales que atesora el río Regajo. Dos animales al borde de la extinción.

No son pocas las afecciones que los han amenazado y les siguen condicionando su supervivencia, al menos en lo que respecta en la Meseta de Requena-Utiel. Seguramente en el pasado estas dos criaturas estaban más extendidas por su geografía comarcal. Por ejemplo no sería de extrañar que se distribuyeran en ciertos tramos apropiados del río Magro, como los que atraviesan las sierras de La Herrada o de Martés. Sin embargo, la brutal contaminación de sus aguas que padeció durante la segunda parte del siglo XX posiblemente hizo desaparecerlos de cuajo de allí.

El río Cabriel es el otro gran curso de agua a nivel comarcal. Pero las esperanzas de albergar poblaciones estables de estos dos animales también son muy pocas. Mucho ha debido influir la construcción de la presa de Contreras a inicios de los años 70 del pasado siglo. Su instalación alteró notablemente el régimen hídrico anual del río Cabriel de tal manera que ha debido de trastocar drásticamente las condiciones para mantener en equilibrio la comunidad de invertebrados acuáticos que había en su lecho. En la actualidad las citas de mirlo acuático allí son muy esporádicas y probablemente se atribuyan a individuos dispersivos de las poblaciones instaladas aguas arriba del embalse. Y del musgaño de Cabrera, ni siquiera eso.

Se tiene una valiosa referencia bibliográfica que cita la presencia de “la musaraña acuática Sorex fodiens” en el río Cabriel y que muy probablemente se refiera a la presencia del Musgaño de Cabrera. En concreto procede de la Memoria sobre las aguas y los baños minero-medicinales de Villatoya en la provincia de Albacete, escrita por Anastasio Chinchilla, director del balneario de la Concepción de Villatoya, y publicada en 1859. Hay que tener presente que el género Sorex se atibuye en la actualidad a un grupo de musarañas y que el epíteto específico fodiens corresponde hoy en día al musgaño patiblanco, muy poco distinguible del de Cabrera pero de distribución circunscrita al tercio norte ibérico.

La construcción del embalse de Benagéber a mediados del siglo XX también debió tener consecuencias muy negativas para ambas especies.  Las razones estriban tanto en la alteración irreversible del hábitat de aquellos sectores inundados como por el incremento del grado de aislamiento de alguna de sus poblaciones, especialmente la de musgaños del Regajo.

Pero hay otro problema que acecha a estos animales, especialmente al pequeño mamífero; y éste además es muy novedoso. La presencia de una especie invasora que ya ha hecho desaparecer a poblaciones enteras en otros puntos de España: el visón americano Neovison vison. Recientemente se ha podido confirmar la presencia de este mustélido en el Regajo. Un voraz depredador que se ha extendido por distintas cuencas hidrográficas castellonenses y valencianas a partir de escapes de granjas de cría para el fomento de la industria peletera en los últimos años. Quizás la puntilla para el pobre musgaño.

El musgaño de Cabrera y el mirlo acuático; dos animales muy importantes desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza valenciana. Criaturas que han encontrado uno de sus últimos refugios en el pequeño cauce de Sinarcas y Benagéber. Tenemos la obligación de incrementar su conocimiento para dedicarles la atención que se merecen y todas las medidas de protección posibles.

Dos bioindicadores naturales que se encargan de decirnos que todo va bien o no en el pequeño arroyo comarcal. Precioso riachuelo de montaña que bien merece la pena conocer y estudiar.

El río Regajo, un paraíso a descubrir, a valorar y a preservar. Y como guardianes de esa joya natural, dos animales magníficos y de atractiva biología: el mirlo acuático y el musgaño de Cabrera. Ojalá les vaya bien en esta nueva temporada que ahora comienza.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a todos los agentes medioambientales que se esfuerzan por conocer mejor y preservar de cara al futuro todas aquellas especies más amenazadas.

Gracias a David Pérez, Toni López, Víctor París, Pablo Ruiz, Iván Moya, Mateo Aleixos y José Ventura por la ayuda prestada y por sus fotografías en la realización de este ensayo.

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