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 Requena (20/02/18). La Historia en Píldoras – Nacho Latorre

Algunas veces utilizamos expresiones con resonancias históricas que uno no sabe muy bien de dónde vienen. Por ejemplo, para decir que un evento finalizó con problemas, gritos o incluso peleas decimos aquello de que “acabó como el Rosario la Aurora” (el “de” nos lo comemos).

Hay diferentes versiones sobre el acontecimiento histórico que dio lugar a este generalizado dicho. Lo más recurrido es adjudicarlo al pueblo gaditano de Espera donde un Rosario de la Aurora del siglo XVIII acabó con una fuerte bronca a farolazos entre las hermandades rivales de la Vera Cruz y de las Ánimas. El Rosario de la Aurora es una procesión que determinadas cofradías realizaban al romper el día (y de ahí la aurora) acompañado de cánticos varios de avemarías y misterios. Pero también hay noticias de varias procesiones del Rosario de la Aurora que acabaron con incidentes, pues los devotos coincidían a esas imprudentes horas del alba con lo peor de la fauna local (tabernarios, nocherniegos y trasnochados).

Tradición de procesiones del Rosario de la Aurora ha habido en la comarca y algunas que han acabado como el ídem. Ya en 1571 sabemos de una bula de Pío V para la Cofradía del Rosario fundada en la Iglesia de Santa María de Requena. El culto al Rosario se impulsó tras la victoria española contra el Turco en Lepanto (7 de octubre de 1571) que Pío V atribuyó a la intercesión de la Virgen del Rosario (no sé lo que pensaría al respecto don Juan de Austria). En 1655, por una real cédula de Felipe IV se instó a la creación de la Cofradía del Santo Rosario de Utiel. Pero, ahora le contaremos, sobre algunas procesiones del rosario de la comarca que acabaron malamente.

Husmeando en las actas dieciochescas, aparece una misiva del 13 de febrero de 1787, del obispo de Cuenca, a la sazón don Felipe Antonio Solano, dirigida al teniente corregidor y al Ayuntamiento de Requena solicitando aclaraciones sobre unos sucesos acaecidos en Requena en la procesión del Rosario de 1786. Efectivamente, el mitrado había recibido noticias de “escándalos y murmuraciones” en la referida procesión del Rosario debido a que no había concurrido el cura de San Nicolás de Requena con su cruz en la forma acostumbrada de “inmemorial tiempo a esta parte”; ni se había puesto la mesa para colocar a la Virgen para que se le cantara alguna salve o motete; ni se habían tocado las campanas a la salida de la Virgen desde el Templo de Santa María donde principiaba la procesión. Así pues, el Ayuntamiento y las comunidades religiosas con sus prelados se quedaron extrañados, compuestos y “sin novia”, pero finalmente decidieron realizar la procesión sin la cruz, ni la mesa, ni el clamor campanero.

El obispo, que dispondría de buena información, trasluce cierto enojo en la carta, pues advirtió que aun cuando los mayordomos del Rosario no hubieran invitado con anterioridad al abad del cabildo, no era motivo para escandalizar al pueblo y detenido al Ayuntamiento. Así pues, el obispo conquense solicitó un informe a la mayor brevedad posible.

El Ayuntamiento se informó por “personas fidedignas e imparciales” y pudieron confirmar las informaciones del obispo de Cuenca y demostraron “bastante extrañeza” por no haber visto dispuesta la mesa de la Virgen, ni oídas las campanas. Es más, dice que se les pasó recado a las autoridades religiosas, pero no hicieron caso, deteniéndose todas las autoridades, pero que por último resolvieron hacer e hicieron la procesión, sin embargo de lo expresado.

Hubo procesión extraña en Requena en 1786, pero donde también acabó la procesión del Rosario de la Aurora como sentencia el dicho fue en Utiel. Nos remontamos a más de treinta años según la memoria del maestro Curro (gran vademécum de anécdotas utielanas). Érase una comisión fallera utielana en la mañana de San Juan, día en que acostumbraba a salir la Procesión del Rosario en Utiel. La comisión fallera estaba preparando enramadas, así como sus rifas y concursos como el del jabalí embadurnado en aceite que esperaba el valeroso capaz de capturar al cerdo salvaje en su suelta. Con el jolgorio propio de la actividad de los falleros, de pronto escuchan los cánticos de la Procesión del Rosario de la Aurora que salían como todas las mañanas de San Juan. “¿Y si soltamos el jabalí?” así dicho de broma, pero a ciertas horas, y más en Utiel, de la broma al hecho hay poco trecho. Hete aquí que los falleros sueltan al jabalí embadurnado que sale escopetado como un cohete y corre justamente en dirección a la procesión del Rosario que ve como le acomete el puerco. Por ahí salen corriendo (“pies para que os quiero”) las beatas, don Jerónimo el cura y los miembros de la banda de música que acompañaban la procesión. La desbandada fue general y aquello acabó… como el Rosario la Aurora, pero en versión utielana (que la hubo).

Pero otra versión del dicho es la que en la comarca mentamos como que algo “acabó como el baile de Cofrentes”. No sabemos qué pasó en el baile de Cofrentes, ni el propio Fermín Pardo que sobre ello indagó. Seguramente será una apropiación comarcana de la expresión huertana de acabar como el “ball de Torrent”, hecho que si seguimos al cronista Beguer (padre de los biblioadictos y admirados Sento y Amparigües) sitúa en el siglo XVII en una mojiganga, pantomima paródica de la visita de los virreyes de Valencia a Torrent, llena de bromas y agravios y que acaba en batalla campal. Otra versión es acabar como la “danza de Alborache”.

Total, que seguimos husmeando, pero esta vez en los libros de penas de cámara del Ayuntamiento de Requena y encontramos algo parecido al baile de Cofrentes, pero en la Venta del Moro. Era diciembre de 1832 y día de baile en las fiestas invernales y patronales de Venta del Moro, que era la diversión más socorrida en aquellos y no tan largos tiempos (hasta los años cincuenta y sesenta), con su necesario acordeonista. Baile y dos solteros venturreños que beben los vientos por una misma moza. Ahí tenemos a José Antonio Martínez, hijo de José, y José Fuertes, hijo de Vicente, que disputan por quien ha de bailar con una soltera del pueblo. La disputa pasó a mayores y asidos acabaron cayendo por la tierra del baile. José Fuertes se lastimó en la cabeza y tuvo que intervenir la autoridad. Finalmente el corregidor de Requena les impuso una multa de veintiún reales más las costas a los solteros peleones. No sabemos cómo acabó el baile de Cofrentes, pero sí el de la Venta del Moro que acabó registrado en el Archivo.

También durante la Guerra Civil, tal como nos cuenta en un inédito el maestro Yeves, hubo cierta competencia en Venta del Moro entre el “beile” de Carnaval que hacían en la propia Iglesia los de la UGT y el que hacían en otro local los de la CNT. Finalmente, los de la CNT se llevaron el gato al agua y la gente prefirió bailar en su recinto que en la Iglesia.

De los bailes de acordeón semanales en todos los pueblos y aldeas se pasó a las salas de fiestas como el Majuelo de Requena (1968) o a los sonidos ya más estridentes de las primerizas discotecas como el “Pico Rojo” de Requena, además del “Sol”, la “Paty” (1975) o el Zruspa: el “Molino” en Utiel (1970) así como el “Potajero”, el “Clipper”, el famoso after del “Bodegón” en plena serranía utielana, el “Barraloca” (1990) o el “Odo” que utilizaba una sana expresión comarcana como nombre; la exótica “Yucatán” (1973) de Venta del Moro; el “Conde” de San Antonio en pleno agro o la “ACYR” de Camporrobles que ahí sigue. La música era moderna y no era infrecuente que a altas horas de la noche la libación de espirituosos y otras toxinas derivara en broncas a la moderna que acabaron como el famoso, pero que nadie recuerda, “baile de Cofrentes”. Miren que comenzamos con el Rosario de la Aurora de 1786 y acabamos con las discotecas y afters de los años 70-90 del pasado siglo: “Pa haberse matao”.

Comparte: Acabar como el Rosario de la Aurora en Requena y Utiel o como el baile de Cofrentes (o de Torrent o de la Venta del Moro)