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LOS COMBATIVOS REQUENENSES./ Víctor Manuel Galán Tendero.

Las Partidas de Alfonso X el Sabio depositaron grandes esperanzas en el alférez (el caballero en árabe) mayor, pues no sólo conducía a las huestes reales en ausencia del mismo monarca, sino que también aplicaba su justicia. Por ello le correspondía portar el pendón en la campaña, un honor tan prestigioso como arriesgado. Los grandes magnates del reino pretendieron serlo para fortalecer su ascendiente en la política castellana bajomedieval.

Las huestes municipales también dispusieron de sus propios alféreces, que salieron de las filas de los caballeros locales. Los principales linajes municipales consideraron una ventaja llevar el pendón municipal en batalla. Los combates del siglo XIV no fueron los mismos en el XVII, ya que las huestes concejiles integradas por vecinos poco duchos en el arte de la guerra resultaron desplazadas por las tropas mercenarias en el campo de batalla. Se ingeniaron otras formas de contribuir a las guerras del rey, algunas muy onerosas.

No por ello desapareció en Requena y en otras localidades de Castilla el oficio de alférez mayor, en manos de los poderosos locales. En 1593 lo ejerció don Cristóbal Zapata Pedrón de Espejo y en 1596 su hermano don Miguel, prolongando la tenencia del oficio del linaje de los Zapata de tiempos precedentes.

A diferencia de lo que aconteció en el siglo XVI, las familias de los poderosos requenenses lejos de acometerse irían enlazándose entre sí matrimonialmente. Se forjó un grupo de caballeros más cohesionado. En 1624 le correspondió ser alférez a don Vicente Ferrer de Plegamans y de Pedrón, que en 1635 alcanzaría un hábito de la caballería de Santiago. Sus mismos pasos siguió su hermano don José, alférez en 1637 y caballero de Santiago a partir de 1645.

Para una Monarquía en jaque contar con la benevolencia de las oligarquías locales resultaba vital y no era cuestión de privar de honores a sus más conspicuos integrantes. En 1639 el oficio correspondió a don Miguel de Ibarra y a don Francisco Ignacio de Carcajona Ferrer en 1645.

Algunos caballeros requenenses pugnaron por volar más alto y elevarse por encima de las tierras de su término. La vía matrimonial volvió a significarse como esencial y en 1663 doña Catalina María Ferrer Pedrón transmitió el oficio, convertido en parte de su mayorazgo, a su marido don Diego González de Mendoza y Pacheco, que lo pasaría a su hijo don José Domingo González Pacheco.

Claro que una cosa era disponer del título de alférez y otra ejercerlo. Así pues, en 1664 y 1669 don Diego lo confió a don Francisco Ignacio de Carcajona Ferrer en calidad de teniente. En 1703 la confianza pasó a su hijo Alonso de Carcajona y Londoño. Don José Domingo lo confió a don Miguel Ibarra y Ferrer en 1711. Los acuerdos tenían un claro carácter familiar, tendente a conservar las buenas relaciones con los caballeros locales.

La guerra de Sucesión, mientras tanto, ponía a dura prueba las estructuras militares de Requena. El 28 de junio de 1715 un contrariado Felipe V, ya concluida la contienda, expuso las malas consecuencias de nombrar el alférez los capitanes de milicias sin atender al reglamento de 1696. A partir de entonces se limitaría a asesorar a las principales autoridades reales.

El círculo del monarca hizo bien de proceder con cautela, pues el 15 de noviembre de 1712 el teniente de alférez mayor don Miguel Ibarra movió pleito para poder sacar pendón y estandarte y disfrutar de voz y voto en el ayuntamiento.

De todos modos, desprovisto de funciones militares efectivas, el oficio sobrevivió a lo largo del siglo XVIII ocupado por los linajes habituales. En 1764 recayó en don Alfonso Ferrer de Plegamans, regidor decano en 1783 que percibió 110 reales como el resto de los regidores del consistorio. La guerra de la Independencia, pese a toda su carga de defensa de la tradición española, no restituyó los días de gloria del añejo oficio de alférez.

Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libros de actas municipales de 1593-1600 (2897), 1600-07 (2894), 1608-15 (3267), 1621-37 (4732), 1637-47 (3268), 1650-59 (2740), 1660-69 (3270), 1686-95 (3269), 1696-1705 (3266), 1706-22 (3265), 1763-64 (3258), 1765-67 (3257) y 1780-84 (2739).

Comparte: A la sombra del estandarte municipal, el Alférez Mayor