Requena (17/05/18)- LA BITÁCORA //JCPG
Los medios de comunicación han descubierto recientemente uno de los grandes problemas de nuestro país: la despoblación del mundo rural. Su negligencia ante este tema no los vuelve únicos a la hora de abordar esta temática. La literatura ha entrado en el tema finamente. Llamazares es uno de los autores que ha diseccionado con más hondura el problema. Los medios han tenido razones para ignorar el gran tema: han exaltado el modo de vida urbano hasta resultar insoportable. Los españoles, dicen, se encaminan a las vacaciones. Es el verano. La imagen: las playas llenas en la costa valenciana, andaluza o catalana. ¿Para qué ofrecer un espacio para aquellos que salen hacia los pueblos, cual retorno a los orígenes familiares?
Ahora resulta que aquellos seres humanos que casi nunca salían en los programas de la radio, que tuvieron que esperar a que Jacob Petrus indagara en su medio ambiente, se han esfumado o están en vías de hacerlo. Por envejecimiento y extinción puramente natural, se entiende. Ahora los medios, armados con las estadísticas del INE, nos lo recuerdan; eso sí: sin jamás buscar y dar explicaciones. Como Pablo camino de Damasco para aplastar a los infieles cristianos, descarriados del judaísmo, los medios han sido derribados por la realidad de un interior sometido al durísimo proceso de vaciamiento demográfico. Es Pablo el que declara una definitiva y total ruptura con la vieja alianza al instaurar una nueva, y … ¿La nueva civilización, la urbana, orgullosa, plena de suficiencia, segura de sí misma, inspiradora, es una nueva forma de religión, ahora que el pensamiento laico progresa? Una pregunta retórica entre muchas otras. Sólo sé que el mundo rural se desvanece en silencio. Hace poco ruido, mientras otros mundos que sí están en el ibérico montan la de Dios es Cristo; ahí sigue la pesadilla catalana, con sus derivaciones xenófobas. La España rural hace poco ruido, reivindica poco, a lo sumo susurra.
Francisco de Goya, Perro hundido en la arena. Creado por el gran aragonés hacia 1820-23, es la metáfora perfecta para significar el estado actual del mundo rural: hundido en su ser. Esos ojos entristecidos son los de un animal que lucha por su supervivencia en un medio hostil.
Hace 40 o 50 años éramos pobres. Familia campesina que ha adquirido un tractor, un 515 de John Deere. Un hombre anciano, el abuelo Rufino, incapacitado para el esfuerzo por una herida de guerra, de la guerra, y con agudos problemas cardíacos. Había que cuidarle y mi madre y mi abuela pensaron que yo, un zagal de 8 o 9 años podía hacerlo en sus viajes mensuales a Requena.
El viaje era grato, en la Venturreña del Chato. Luego, recompensa: almuerzo de sepioné en el Torrescal, que regentaban dos amigos de mi abuelo Rufino. Me ponía las botas. Eran los tiempos gloriosos de aquella taberna; un tiempo legendario que, según pienso, ya no volvió a recuperar. Pasábamos por la “cen”; yo no sabía qué era aquello. Muchos años después, cuando casi se había perdido el nombre del edificio donde hoy está el Servicio de Empleo de Requena y el Hogar del Jubilado, supe que era el sindicato del régimen franquista. Una gigantesca estructura para encuadrar y controlar a la población. Porque en Requena el franquismo había tenido que emplearse a fondo, a juzgar por la situación a inicios de los años 1940:
“En esta localidad el 80% de la población es de ideal izquierdista, pero ahora son pasivos y no peligrosos, si más no en las circunstancias actuales, porque en los primeros días se fusiló a todos los que formaban parte de los comités asesinos, y se condenaron a penas diversas otros menos responsables. Así se consiguió que la masa roja quedara sin dirigentes y que, si quedaba alguno con deseos de erigirse en conductor, quedó escarmentado”.
Informe del alcalde de Requena, 22 de abril de 1942.
El edificio del viejo sindicato franquista quedaba a la derecha. Hasta no hace muchos años, aún se nombraba como el edificio de la “cen” (CNS, realmente). Los cuarenta años de la dictadura no fueron precisamente un paréntesis: entre otras cosas, la dictadura marcó a fuego el lenguaje. La fotografía corresponde a 1956.
Las viñas de entonces carecían de agua. Las sequías se cebaban con la tierra y con los agricultores, quienes salían adelante como podían, a base de créditos y créditos. Luego estaban los inclementes pedriscos, bastiales en algunas ocasiones. Crédito y más crédito. El agua como problema: un tema mediterráneo, su ausencia o su llegada tumultuosa y destructiva.
No me daba cuenta, pero ya entonces la tierra estaba desembarazándose de mucha gente. Tíos emigrados a Valencia, a Madrid o a Barcelona; esto significaba tierras, pocas desde luego, pero que quizás al principio se llevaban en arrendamiento y, tal vez más tarde, se podían adquirir como patrimonio para la familia. El viejo principio del campesinado universal: trabajar la tierra y, a ser posible, apropiarse de la misma. El viejo principio que jamás reconocieron como útil ni Stalin ni Mao; por supuesto tampoco otros muchos. Pues finalmente han condenado al hambre a sus sociedades. Sí, hay apostolados letales.
Todos estos datos estadísticos convertidos en gráficas están disponibles en la red. Pero me ha parecido que era bueno y útil traerlos aquí. Es imprescindible comprender el problema, el reto que tenemos ante nosotros.
Paseo ahora por algunos lugares que están marcados con grandes mojones en mi arca de recuerdos. En la Placetilla se juntaban Felipe, Gerardo, que sería durante años alcalde pedáneo en la aldea, mi tío Julián, mi tía Gregoria, Llanos, que hoy viven en Utiel, y tantos otros vecinos que por la zona vivían. Ahora que paseo no queda nadie, salvo algún gato. La devastación demográfica no es un augurio. Está aquí. Éramos pobres pero teníamos a nuestros vecinos. El tío Eleuterio decía que en su casa los espíritus se llevaban las cosas, mientras mi abuela bromeaba con que era el mismo Eleuterio el que se comía las tajás. Mariano, uno de sus hijos, afincado en San Antonio, era peluquero y, cuando venía, ya tenía faena entre los vecinos. La casa del tío Eleuterio (Luterio para los vecinos) aún conserva el aire de la primitiva casa rural, porque no ha sido apenas reformada.
Toda esta gente se murió ya. En mi pueblo y entre mi familia tenemos esta maldita costumbre de morirnos. Lo digo yo que, como monaguillo, he acompañado a muchos vecinos con el “Dale Señor el descanso eterno, …”, a la Cañá, el lugar del reposo definitivo.
La realidad económica de hoy es infinitamente más positiva que la de los años 1970. Pero la tecnología ahorra empleo y ha provocado el éxodo de muchos.
Enfrentarse al choque de los hechos. Esto es lo que necesitamos. Asumirlo como problema. También como reto que exige atención, búsqueda de soluciones y mucho esfuerzo. El grupo de Serranía Celtibérica lleva muchos años en la brecha, al menos desde mediados de los años 1980, porque allí el problema de las emigración y la despoblación del agro se ha visto venir mucho antes. Sangra el Sistema Ibérico.
El profesor Francisco Burillo ofreció el viernes pasado una conferencia estupenda al respecto. Los datos estadísticos de las tierras del Sistema Ibérico, de las tierras celtibéricas, convenientemente trabajados por Pilar Burillo, ofrecieron un panorama desolador. Esos mapas en movimiento representaban el mismísimo vaciamiento de la tierra. La desolación. Burillo está engarzado en una cadena aragonesa de gente esforzada en la defensa del bien común, al menos desde Joaquín Costa para acá.
El profesor Burillo durante su charla. Uno de los elementos más sorprendentes fueron esos mapas. El tipo de perspectiva tomado para realizar la evaluación de los datos estadísticos era importantísima. Nada que ver el resultado cuando se hablaba desde una perspectiva nacional, regional o propiamente la del espacio concreto de la Serranía Celtibérica. Sorpresa. El debate posterior se alargó casi hasta las 10 de la noche, tal era el interés que Burillo despertó en el público.
Burillo subrayó, entre otras cosas, que hoy nuestro Estado está realmente preocupado por el reto demográfico, y muy poco por la despoblación. Los pensionistas están últimamente en las calles y han renovado la actualidad del problema del envejecimiento de la población. Es el tema de las pensiones, el envejecimiento lo que preocupa. Que el mundo rural se despueble y perezca con él el libro, la cultura de todo un mundo, es algo que no levanta ninguna preocupación entre los dueños del poder.
La sala del Espacio Cultural Yeves estaba llena. Pero algunos asientos estaban vacíos. Precisamente los de primera línea: los reservados. El alcalde de Venta del Moro, el de La Torre, pero … Faltaba demasiada gente, y se notó. ¿Desinterés? ¿Desdén? Algo de todo esto a un tiempo, o al menos esto es lo que presumo.
El propio Burillo recalcó que Serranía Celtibérica nació y creció en contra de muchas voluntades. Se entiende que de muchas voluntades políticas, para empezar las instaladas en una especie de atalaya zaragozana. Es el mismo dejarse llevar que expresa la sumisión indolente a las jerarquías partidistas y al calor del poder. Es oneroso y fastidioso colocarse en posiciones reivindicativas. La división, el gran enemigo. Me temo que no será fácil actuar en el futuro. Hay divisiones, envidias y rencores que son verdaderamente letales.
Una sala prácticamente llena. Los ausentes quizás las autoridades que deberían haber presenciado este acto. Era un clamor entre mucha gente que asistió. ¿No están nuestras instituciones por la labor? Triste sería que así fuera. Es incómodo, esforzado y tedioso batallar por estas cosas y puede que no sea muy lucido presentarse en Valencia con reivindicaciones de este cariz, pero ¿no es una causa noble?
En Los Ruices, a 15 de mayo de 2018.
POSTDATA.
Una de El Roto, con su permiso.