Lagartos, lagartijas, salamanquesas, eslizones, culebrillas ciegas, galápagos, culebras y víboras componen un variadísimo ejército de animales, que diversifican los ambientes donde habitan y los enriquecen con sus variadas formas e interesantes comportamientos.
Son los reptiles; sin lugar a dudas, uno de los grupos de animales más fascinantes de los que habitan los ecosistemas mediterráneos. Vertebrados de tamaños modestos en la mayor parte de los casos pero tan bellos como imprescindibles para un correcto funcionamiento de las cadenas alimentarias de nuestros montes y campos.
Sin embargo estas criaturas nunca han gozado plenamente de las simpatías del ser humano. A lo largo de la historia, los reptiles más bien han sido poco valorados; e incluso en algunos casos, como pasa con las serpientes, hasta perseguidos con saña y exterminados. Desde luego, un ejemplo más de esa triste relación que ha construido el hombre con la naturaleza más cercana y que ha calado tanto en su cultura.
A pesar de todo, la comunidad de reptiles que se distribuyen por la Meseta de Requena-Utiel es aún rica y diversa y merece una especial atención por parte de sus habitantes. Un tesoro natural que ha llegado a nuestros días y que tenemos la responsabilidad de proteger de cara a las generaciones futuras. Con el presente ensayo se inicia una trilogía con la que se tratará sucintamente tanto la biología de estos hermosos animales como de su situación actual a nivel comarcal.
Porque, ya se sabe que, gracias al conocimiento puede haber admiración por algo; y aquello que se admira y se quiere, al final acaba protegiéndose. Y en estos momentos más que nunca los reptiles necesitan mucha protección por parte del ser humano. Empecemos por conocerlos un poco mejor.
Los distintos reptiles actuales son el resultado de 300 millones de años de evolución a partir de las primeras especies primitivas. Son los verdaderos conquistadores de la tierra firme, a pesar de que el proceso lo empezaron los anfibios para los animales vertebrados. Con respecto a ellos dos grandes ventajas le hicieron dominar el medio continental durante millones y millones de años. Por un lado la adquisición de una piel recubierta de escamas que les evita deshidratarse y adaptarse mucho mejor a los ecosistemas terrestres. Y por otro la fabricación de huevos con cáscara que les permite dejarlos fuera del agua para llevar a cabo el desarrollo embrionario. La diversificación en los grupos actuales no ha sido más que una consecuencia de la adaptación a prácticamente todos los medios posibles, tanto terrestres como acuáticos.
Otra de las características más importantes que comparten los distintos tipos de reptiles es la de la ectotermia, es decir, la incapacidad de mantener constante su temperatura interna mediante procesos metabólicos únicamente. Para alcanzar las temperaturas corporales adecuadas que les permitan mantener sus actividades diarias recurren entonces a fuentes externas de calor. A ello se le llama termorregulación. Es habitual, entonces, observar a lagartos o culebras, por ejemplo, ponerse al sol en las mañanas frescas para ir cogiendo calorías que activen sus cuerpos y poder así funcionar correctamente.
En cuanto a características anatómicas hay muchas variaciones dependiendo del grupo de reptiles a que pertenezcan. Por ejemplo la dentición es variable a partir del plan inicial de dientes cónicos o cilíndricos. Y en cuanto al esqueleto hay reptiles con presencia de extremidades de similar tamaño como lagartos o salamanquesas por ejemplo, pero también los hay sin ellas como ocurre en las culebras; animales de cuerpo desproporcionalmente alargado y provisto de un gran número de vertebras. Incluso los hay con una reducción evolutiva de las mismas dejándolas de un tamaño poco útiles para una locomoción a la carrera como ocurre en los eslizones. En tortugas y galápagos aparece un caparazón dorsal constituido por placas óseas que se unen a la columna vertebral y a las costillas y un plastrón ventral unido a las clavículas y a otros elementos óseos del esqueleto del animal. En fin una variedad de planes estructurales que desencadena formas y aspectos de lo más asombroso.
Su biología alimentaria también es muy interesante predominando las especies depredadoras. Las hay comedoras de hormigas que buscan activamente bajo tierra tal y como hacen las culebrillas ciegas por ejemplo. Y también hay aquellas que consumen insectos y otros invertebrados al acecho cobijados en su mimetismo como las salamanquesas; o las que son cazadoras más activas en las que buscan sus presas mediante su propia locomoción a las presas como los lagartos y culebras. Incluso en estas últimas hay mecanismos de inmovilización de las presas muy elaborados como la fabricación de potentes venenos tal y como pasa con las víboras.
Y si las estrategias de caza son múltiples no lo son menos las de defensa. Hay que recordar que todos estos animales son también presas habituales de muchos depredadores, algunos de dieta exclusivamente herpetófaga como las águilas culebreras. Rapaces diurnas, garzas, mamíferos carnívoros o incluso otros reptiles de mayor tamaño son voraces consumidores de este tipo de animales. Muchas veces el paciente naturalista es premiado con la observación fortuita en el campo de escenas de defensa que son realmente sorprendentes: huidas veloces, mimetismo, perdida de una sección de la cola para despistar al depredador y emprender la huida, imitación de comportamientos de otros depredadores peligrosos (como víboras), emisión de bufidos intimidatorios, comportamientos de fingirse el muerto, etc. Desde luego un repertorio fascinante de comportamientos para unos animales no menos fascinantes.
En la Meseta de Requena-Utiel habitan un total de 18 especies de reptiles silvestres de los cuales 17 son autóctonos y uno es de procedencia exótica (el galápago de Florida, Trachemys scripta). La lista podría ser mayor si se llegara a confirmar si el lagarto bético Timon nevadensis también aparece en la comarca, como parece ser que así es según ciertos avistamientos que apuntan a esa posibilidad.
De ellos ocho son saurios: la salamanquesa común Tarentola mauritanica, la salamanquesa rosada Hemidactylus turcicus, la lagartija colirroja Acanthodactylus erythrurus, la lagartija ibérica Podarcis hispanica, la lagartija colilarga Psammodromus algirus, la lagartija cenicienta Psammodromus edwarsianus, el lagarto ocelado Timon lepidus y el eslizón ibérico Chalcides bedriagai.
Otros siete son ofidios: la culebra lisa meridional Coronella girondica, la culebra de herradura Hemorrhois hippocrepis, la culebra de escalera Zamenis scalaris, la culebra de collar ibérica Natrix astreptophora, la culebra viperina Natrix maura, la culebra bastarda Malpolon monspessulanus y la víbora hocicuda Vipera latastei.
Por último Requena-Utiel cuenta con un anfisbénido, la culebrilla ciega Blanus vandellii, (aunque con los últimos estudios genéticos usados en taxonomía parece ser que la culebrilla ciega está más emparentada con las lagartijas que éstas con las propias salamanquesas), y un quelonio autóctono como es el galápago leproso Mauremys leprosa.
De todas estas especies se dará cuenta en los dos siguientes ensayos. Un reto para el herpetólogo aficionado es comprobar cómo estas especies se reparten el espacio para no competir entre ellas por los mismos recursos. Desde luego no es nada fácil llegar a conclusiones con unos animales muy parecidos entre sí y que de alguna manera no deben compartir los mismos nichos ecológicos. Es una cuestión de ecología básica, pero que sólo ingredientes fundamentales para el investigador como son la paciencia y el esfuerzo recompensan la admiración hacia estas criaturas que le motiva para cumplir sus objetivos y sus predicciones iniciales.
Desde estas líneas se anima a todos aquellos aficionados a que conozcan e investiguen sobre estos maravillosos seres tan olvidados por todos durante tantos años. Que se lancen al campo y que traten de arrancar los secretos que guarda la naturaleza desde tiempos inmemoriables en relación a estos vertebrados tan especiales. ¿Qué especies hay en esta localidad? ¿Y en esta otra? ¿Cómo se distribuyen? ¿Cuáles son las más abundantes? ¿Por qué? ¿Cómo viven? ¿Qué peligros los amenaza? ¿Qué se puede hacer para ayudarles? Éstas y otras incógnitas más que esperan a que sean desveladas.
Pero, ¿cómo se estudian estos animales? La pregunta da mucho de sí, y desde luego un artículo de estas características no permite profundizar en su conveniente desarrollo. Sin embargo sí que se aportan algunas ideas que puedan ayudar a despertar la curiosidad y animar a salir al campo con una metodología más o menos concreta y con unos objetivos un tanto más predispuestos.
Es importante que la información que pueda recogerse en las salidas de campo esté bien tratada y ordenada. Se recomienda, pues, que las distintas observaciones de reptiles se apunten en cuadernos de campo generales o mejor aún, en fichas de recogida de datos exclusivos para el estudio de campo en concreto. Se deben tener en cuenta informaciones básicas como la especie registrada, el sexo y la edad si ello es posible, la fecha y hora de la cita, la localidad y a ser posible su ubicación exacta, la descripción del paraje, y el comportamiento del animal observado. Podrían ser interesantes otras anotaciones como por ejemplo la altitud, las condiciones climatológicas o el estado de conservación del lugar.
Se recomienda salir al campo con un equipo de muestreo básico que incluirá a parte del citado cuaderno de campo o de las hojas de registro otros elementos interesantes como una guía de identificación de especies, unas botas de montaña o de agua (según el tipo de ambientes por el que se vaya a transitar), una cámara fotográfica con zoom y unos prismáticos.
Por supuesto la actividad del naturalista en ningún caso debe interferir en la del animal que se pretende estudiar, por lo que el respeto y el civismo han de ser normas fundamentales a cumplir por todos. El método de estudio debe estar basado en la observación directa de los ejemplares y de manera general, se deberá obviar la posibilidad de capturarlos si no es para unos estudios muy concretos y específicos los cuales deben llevar parejo una autorización oficial de las administraciones competentes.
Para la mayor parte de los trabajos de campo con la utilización de unos prismáticos y una cámara fotográfica, a ser posible con posibilidad de aumento, es más que suficiente para poder llevar a cabos estudios ciertamente completos y valiosos y así se evitan crear situaciones incómodas y riesgos para los animales que los puedan perjudicar en el desarrollo de sus procesos biológicos.
Por otro lado hay que saber elegir la época del año y los momentos del día más adecuados para llevar a cabo los muestreos, ya que los ciclos vitales de los reptiles están muy relacionados por las condiciones meteorológicas. Los rangos de actividad vienen determinados principalmente por la temperatura y la insolación, por lo que en momentos en que hace frío o demasiado calor tenderán a refugiarse; e incluso a hibernar en los períodos más duros del año. Precisamente en la época en que nos encontramos ahora, la búsqueda de ejemplares habría que dirigirla durante las primeras y últimas horas del día, ya que las temperaturas que se alcanzan durante los momentos centrales del día son insoportables para ellos por su condición de seres ectotermos.
La mejor época para observarlos en el campo es durante la primavera, en que los reptiles están muy activos y andan influenciados por el celo. También otoño es propicio por las temperaturas suaves que presentan. El verano es un buen momento para detectar ejemplares recién nacidos o de pocas semanas de edad ya que es época de que eclosionen los huevos que las distintas especies fueron dejando en nidos. A diferencia de las aves los reptiles, por lo general, no incuban los huevos ni se hacen cargo de las crías una vez han nacido.
Las diferentes especies de reptiles que aparecen en la comarca presentan, en principio, distintas preferencias de hábitats, por lo que el investigador debe familiarizarse con ello y debe dirigir adecuadamente el muestreo hacia los lugares que a priori puedan darles resultados positivos. Sin embargo, muchas veces esto no siempre es así y las hipótesis iniciales son continuamente modificadas en función de las evidencias que se vayan encontrando.
En cualquier caso hay determinados sitios dentro de un paisaje por el que los reptiles sienten predilección. Así por ejemplo costará más encontrar algún individuo a primeras horas en el interior de densos bosques en donde apenas llegan los rayos del sol, mientras que será más fácil detectarlos en sus límites o en áreas desarboladas del mismo. Y si además ese lugar presenta grandes losas de piedra que ganan rápidamente temperatura, mucho mejor. En ese sentido cabe decir que los caminos o las carreteras funcionan muy bien como zonas de exposición de reptiles por su rapidez en coger temperatura, sobre todo si son de asfalto. El riesgo está en si esa vía de comunicación es muy transitada, pues entonces se llegan a producir verdaderas sangrías por atropello.
Son muy apropiados los paisajes en mosaico, donde se combinan áreas de matorral bajo con áreas más despejadas. Y en las áreas cultivadas son especialmente atractivos para ellos los ribazos con piedra de mampostería donde se cobijan en las peores horas del día. Aquí no es nada raro detectar culebras de diferentes especies así como lagartos y lagartijas.
Para especies de hábitos hipógeos como la culebrilla ciega y el eslizón ibérico conviene buscar bajo troncos caídos o piedras de buen tamaño, máxime si se hallan en áreas de sustrato más o menos suelto o arenoso que les conviene para excavar. Y en cualquier caso para cualquier otro tipo de reptil ya que acuden a estos refugios en momentos del día en que no tienen prácticamente actividad.
Si de lo que se trata es de estudiar galápagos o culebras de requerimientos acuáticos, como la de collar o la viperina, es necesario recorrer los sotos fluviales buscando también losas de roca en las orillas que faciliten la termorregulación. Incluso no se descarta, al menos en pleno verano como ahora, introducirse en el mismo cauce de ríos como el Cabriel, el Reatillo o el Regajo y recorrer parte de su trazado para sorprender desde dentro a algunos de estos animales de biología tan especial y poder estudiar su comportamiento.
Para especies ligadas a los medios antropizados como lagartijas pardas o salamanquesas conviene fijarse en muros de construcciones como casas de labor, corrales, acequias o incluso viviendas humanas habitadas en los pueblos y aldeas donde no será difícil dar con ellas. Para el caso de la salamanquesa es conveniente centrar los esfuerzos una vez se ha puesto el sol ya que su actividad biológica a partir de entonces aumenta exponencialmente. Acercarse a un foco o a una farola de la calle incrementa la posibilidad de verlas por su querencia a la captura de polillas y otros insectos nocturnos que son atraídos por el punto de luz.
Desde luego la observación de los reptiles en el campo ofrece unas satisfacciones que solo los naturalistas y las gentes del campo saben explicar. Son unos animales maravillosos. Seres perfectamente adaptados al medio desde épocas prehistóricas y que han ido cambiando al ritmo de la propia evolución.
Sus ojos han visto cómo los paisajes de la Tierra se transformaban con el paso del tiempo y con ellos los seres que los habitaban. Y ahora ellos siguen allí ocupando unos lugares como lo han ido haciendo sus antepasados desde épocas remotas. Es una suerte contar con ellos todavía.
Conozco a mucha gente que les gustan los reptiles, y me llama la atención que muchos de ellos son niños. Buena señal. Ojalá esa inocente afición contagie a muchos más y que en vez de hablar con aversión de ellos se rindan a sus encantos. Será una generación de herpetólogos; o al menos de amantes de lo vivo. Qué bonito deseo.
JAVIER ARMERO IRANZO
Dedicado a Luis Albero y a Víctor París por la cesión desinteresada de sus fotografías y por sus oportunas reflexiones en el borrador inicial de estos textos.