LA IMPORTANCIA DE LA DETECCIÓN Y ATENCIÓN TEMPRANA EN EL TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA (TEA)
A lo largo de la historia, el Trastorno del Espectro Autista y la sintomatología asociada al mismo, ha sufrido cambios, en cuanto a su conceptualización y definición terminológica.
Se considera que un niño/a presenta características cercanas al Trastorno del Espectro Autista cuando se observa síntomas asociados a las siguientes áreas: Interacción social, Lenguaje/Comunicación y Anticipación/Flexibilidad.
Puesto que ha quedado demostrado que la atención temprana mejora el pronóstico y la evolución de estos niños/as, es imprescindible conocer las primeras manifestaciones asociadas, las señales de alerta, que nos permitan realizar una detección temprana y como consecuencia, una estimulación adecuada, especialmente en las áreas de comunicación e interacción.
En la actualidad, el Trastorno del Espectro del Autismo es una categoría diagnóstica que engloba a niños/as con múltiples características diferenciales.
En este sentido, la detección temprana adquiere mayor relevancia en los casos de niños/as con TEA de alto funcionamiento. Es decir, características como las estereotipias motoras simples o las auto-lesiones son indicadores muy observables en algunos casos. Sin embargo, los niños/as con un funcionamiento superior pueden manifestar síntomas que pasen más desapercibidos, corriendo el riesgo de una identificación tardía que repercutirá negativamente en su desarrollo posterior.
Los niños con TEA de alto funcionamiento suelen ser detectados en el entorno escolar, por observaciones del tutor/a tales como “No imita como sus compañeros en canciones” “Habla de forma repetitiva sin intención comunicativa” “pasa largos espacios de tiempo centrado en una misma actividad” “no entiende la finalización de las actividades” “le afectan de forma significativa los cambios (espacio / maestro/a”) “parece presentar una baja reciprocidad emocional con sus compañeros/as” “prefiere jugar solo/a y en paralelo” “tiene dificultades para mantener el contacto ocular” “no sigue normas o se observan dificultades para entender instrucciones”, “presenta un juego muy rutinario, sin matices simbólicos, de creación”.
En el entorno familiar estas dificultades pueden ser menos visibles, ya que es un ámbito en el que el niño tiene una mayor supervisión, las órdenes se ofrecen de forma individual, conocemos qué tipo de actividades le resultan desagradables y podemos evitar según qué tipo de situaciones, anticipar consecuencias, etc.
Por lo tanto, es importante identificar algunas características observables en el entorno familiar. Los niños/as hacia los 4 años pueden presentar lenguaje, pero estará, por norma general, compuesto por palabras sueltas, con un tono de voz sin demasiados matices, y una comunicación asociada básicamente a la petición de necesidades inmediatas (pedir comida, juegos…). Pueden presentar ecolalias, es decir, repetición de frases que ha oído en sus dibujos o canciones preferidas, y repetirlas tiempo después con el mismo tono y movimientos. También podemos observar si existe presencia de rituales o rutinas (ej. guardar siempre los juguetes en mismo orden, color y lugar / alinear los coches). Así como la presencia de un repertorio restringido de intereses (ej. querer jugar largas horas con el mismo juguete, resistencia a soltar los juguetes de la mano aunque no juegue con ellos). Otra característica que nos pueden llamar la atención es, por ejemplo, el interés por rodar todo tipo de objetos, aunque no estén diseñados para girar (ej. quedarse ensimismado mirando los giros de la lavadora o el agua del WC tras tirar de la cadena). Otras señales de alerta podría ser la hipersensibilidad hacia determinadas texturas en la alimentación o ante determinados sonidos (ej. taparse las orejas).
En conclusión, la atención temprana es imprescindible ya que los aprendizajes, en los primeros años de edad, se generalizan con más facilidad y se integran de forma más natural.
Andrea Soler Ollero