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Fuente Elmundo.es/ LUCAS DE LA CAL

El pasado miércoles, el día después de los Reyes, Emilia Soria estaba haciendo un puzle con su hija pequeña, Samira, de cuatro años, en su casa de Requena (Valencia) cuando supo por los medios de comunicación de la historia de Sara González. El caso era, con matices, prácticamente calcado al suyo. Sara, de 29 años, se había encontrado hace cinco años una cartera debajo de un coche con tarjetas bancarias que usó para comprar móviles y luego venderlos para conseguir comida y así saciar su trastorno de anorexia y bulimia. Condenada a prisión, la pena le fue conmutada por una multa de 1.440 euros que Sara no pagó a tiempo por lo que ahora, ya curada de sus trastornos alimenticios, se le pide el ingreso en prisión.

Al saber de la situación de Sara, Emilia Soria, de 30 años, revivió su calvario y no lo dudó. Buscó el número de teléfono de la joven y le envió un whatsapp mostrándole su apoyo: «Hola Sara, soy Emilia Soria. Pasé una situación parecida a la tuya hace dos años. Cuenta conmigo en lo que necesites. Tienes que salir gritando a los cuatro vientos y dar la cara para que todo el mundo conozca tu causa y se solidarice contigo. Gracias a ello yo me salvé de ir a la cárcel».

Sara la llamó angustiada horas después. «Estoy muy mal. Ahora entiendo todo por lo que pasaste», dijo la mujer mientras sujetaba en brazos a su bebé de dos meses, que sufre neumonía y está ingresada en el Hospital de Manises (Valencia).

A Emilia y Sara sólo las separan 67 kilómetros -la distancia que hay de Requena a Valencia- y los dos años que han transcurrido entre un caso y otro. Emilia Soria también se encontró una tarjeta de crédito en la calle y la usó para comprar 193 euros en comida y pañales para sus tres hijas. Condenada un año y diez meses de prisión y, en febrero de 2013, tras airear su caso en los medios, obtuvo el indulto del Gobierno, medida de gracia que también pide ahora Sara González.

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Comparte: El caso de Emilia Soria se convierte en un ejemplo para la condenada de la bulimia