martes, 16 mayo
Por Fernando Calatayud y Enric Simó, SSTT de APIADS
Requena (16/05/23)- CCPV-COAG
Los apicultores profesionales en la Comunidad Valenciana atraviesan una profunda crisis que está provocando el abandono de la actividad. Se sienten desbordados por los problemas sanitarios; se sienten defraudados por la administración valenciana, que ha escatimado las ayudas agroambientales a la apicultura y les expulsa desde hace 30 años de la zona citrícola mediante la aplicación de una normativa injusta; se sienten impotentes ante los desastres climáticos que tanto están afectando a este sector. Ante esta perspectiva, la renovación generacional es casi nula y no son pocos los jóvenes apicultores que van a trasladar su explotación a Castilla-La Mancha, donde sí que hay un decidido apoyo institucional a la apicultura.
En los últimos 15 años, el censo de colmenas de la Comunidad Valenciana ha caído más de un 20%. Por el contrario, en otras CCAA con un censo comparable, la tendencia ha sido contraria, con un aumento considerable en el caso de Andalucía y Extremadura. Una diferencia muy significativa es que la Comunidad Valenciana es la única que no ha incluido a la apicultura en las ayudas agroambientales de los Planes de Desarrollo rural (PDR) hasta 2023. Durante más de 10 años, los apicultores del resto de CCAA han percibido estas ayudas anualmente, que en el caso de una explotación de 500 colmenas puede oscilar entre 8000-11000 €. En el PDR publicado en 2023, la Conselleria d’Agricultura prevé una ayuda muy inferior, 3000 € para la misma explotación. Esta larga discriminación del sector apícola valenciano no ha alentado la incorporación de jóvenes apicultores ni la ampliación del censo de los veteranos, como ha ocurrido en otras CCAA, y está detrás de esta caída del censo.
¿Qué ha ocurrido con el sector profesional valenciano?
Según las gráficas, queda patente la drástica disminución de apicultores profesionales entre 2007 y 2023, que han pasado de 151 a 60. En cuanto a la evolución del porcentaje de explotaciones con más de 400 colmenas, también hay una caída significativa. Pasa de representar casi un 40% en 2007 a un valor del 11% en 2023. Este descenso de apicultores profesionales es el responsable principal de la caída del censo apícola.
Además, la disminución del porcentaje de apicultores profesionales también está influida por otro factor reciente, el aumento de los apicultores aficionados, que podemos definir como aquellos con menos de 100 colmenas. Entre 2007 y 2022 hay un aumento rotundo del número de apicultores con menos de 100 colmenas, sobre todo hay una subida muy marcada en el caso de apicultores con menos de 50 colmenas.
El otro intervalo que llama la atención es el de explotaciones apícolas con 500-550, que sufre una disminución muy significativa, pasando de 79 explotaciones en 2007 a tan solo 14 en 2022.
Pero no solo la falta de apoyo institucional está incidiendo negativamente sobre la apicultura valenciana. Hay factores añadidos que dificultan el ejercicio de la actividad, sobre todo a nivel profesional, como son los sanitarios, los bajos precios de venta de la miel a granel y, sobre todo, el impacto cada vez más patente del cambio climático.
Entre los factores que tienen que ver con la sanidad de las colmenas podemos destacar los efectos persistentes de la Varroosis, que después de casi 40 años sigue afectando gravemente a las colmenas. El apicultor debe realizar tratamientos periódicos para controlar la población del ácaro varroa causante de esta patología. A su vez, los tratamientos acaricidas de síntesis dejan residuos en la colmena que también tiene un efecto tóxico. Se suman además los contaminantes que llegan a la colmena del exterior, en particular los plaguicidas de uso agrario, que condenan a las abejas a vivir en contacto con un cóctel de contaminantes que inciden negativamente en su salud.
La venta de miel a granel ha sido tradicionalmente la fuente principal de ingresos de los apicultores profesionales valencianos, principalmente la de azahar y romero. En los últimos años, los precios de la miel a granel se han situado por debajo del coste de producción, sobre todo con el aumento que han experimentado los insumos apícolas durante 2022-23. Por ello, los apicultores profesionales, que básicamente dependen de la venta de miel a granel, han perdido poder adquisitivo durante las últimas campañas y la situación actual es insostenible. A esto se suma la drástica disminución de la producción y la elevada mortalidad de colmenas debido a los efectos climáticos, que en 2023 puede llegar a niveles catastróficos. El resultado inevitable es el progresivo abandono de la actividad profesional apícola.
La apicultura valenciana ha sufrido los recientes efectos de los extremos climáticos. Desde 2020, hemos tenido primaveras extraordinariamente lluviosas que han reducido la producción de miel de romero y azahar, además de dificultar la reposición de las bajas anuales mediante la enjambrazón artificial. En 2023, hemos padecido el efecto contrario, una sequía intensa que abarca una gran parte del territorio peninsular, que ha vuelto a mermar la cosecha de primavera y reduce drásticamente las expectativas de cosechas en los asentamientos donde los apicultores trashuman en verano.
Si esta situación no cambia, además de la pérdida directa de productos tan emblemáticos de la Comunidad Valenciana como la miel de azahar y romero,el efecto más pernicioso puede derivar en un déficit de polinización que incida negativamente tanto en la producción agraria, sobre todo de una gran parte de cultivos frutales y hortícolas, como en la flora natural donde tradicionalmente han asentado sus colmenas los apicultores valencianos.