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Esta mañana, activistas de Greenpeace se han encadenado en el acceso a la central nuclear de Cofrentes con el propósito de cerrarla, impidiendo su acceso. Con un bidón, cadenas y tres pancartas con el lema “Cierre Nuclear: No más Fukushimas”; piden que se paralice la renovación de la licencia de la central, prevista para el próximo 20 de marzo.

Requena, (11/03/21). Redacción.

La organización ha emitido una nota en la que explican que: Hoy no es un día cualquiera: hace una década, en febrero de 2011, una veintena de activistas de Greenpeace entraron en la central nuclear de Cofrentes y escalaron a uno de sus reactores. En esa acción pintaron en la torre de refrigeración el mensaje “Peligro Nuclear” para exigir que no se renovara la licencia para que siguiese operando. Pocos días después, un 11 de marzo como hoy, en Japón, la Central nuclear de Fukushima pasaba a la historia por sufrir el peor desastre nuclear desde Chernóbil en 1986.

Después de una década, volvemos al lugar de los hechos para exigir, una vez más, que no se renueve la licencia de Cofrentes porque si algo hemos aprendido en este tiempo, es que que las nucleares son instalaciones envejecidas y que no las necesitamos para mantener la seguridad del suministro; y por lo tanto, no debemos renovar sus licencias sin, además, la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones (algo que sí se pide para cualquier pequeña instalación energética y renovable).

Cofrentes, no aprende de su pasado

En sus 37 años de vida operativa, la central nuclear de Cofrentes ha sufrido una larga serie de fallos y problemas de seguridad sin resolver.

Hasta 2011, hay que destacar los problemas de corrosión que obligó a sustituir todo el sistema de accionamiento de las barras de control de la vasija del reactor, una parte de ellos incluso 2 veces, los reiterados fallos en la apertura de las válvulas de alivio del sistema primario, el aumento de las dosis recibidas por los trabajadores en el mantenimiento, el desafío a los márgenes de seguridad en los sistemas de refrigeración.

Desde 2011 la cultura de seguridad de la instalación no ha mejorado mucho. Por ejemplo, en 2017, tras ignorar los indicativos de que había un problema, se produjo la rotura de una gran válvula del circuito primario, cuyos fragmentos llegaron a la vasija del reactor, y encadenados con otras 2 averías en la turbina y en los accionadores de las barras de control, obligaron a prolongar la parada para recarga durante varios meses. Tampoco se han completado todos los requerimientos derivados de las pruebas de resistencia que se están implementando a consecuencia del accidente nuclear de Fukushima.

El cierre nuclear es una oportunidad económica y un ahorro para el mercado eléctrico

Desde Greenpeace calculamos cuánto nos costaría dar la vuelta al sistema, una vuelta que implica la transición energética a unas fuentes de energía limpias y renovables. Según el mismo, el impacto económico de las actuaciones ligadas al desmantelamiento, la gestión de los residuos y la sustitución de la energía nuclear por otras fuentes supondrá la creación neta de unos 300.000 empleos, de los que 100.000 corresponden al desmantelamiento de las nucleares y 200.000 empleos a la instalación de nueva potencia renovable. Además, implicaría un aumento del PIB de unos 20.000 millones de euros.

En España, la electricidad vale más de lo que cuesta porque debido al diseño del mercado eléctrico marginalista, se paga al mismo precio el gas, el carbón, la nuclear, la hidráulica y las renovables, independientemente de lo que realmente cuesten; por ello, algunas fuentes de generación de energía están sobre retribuidas (nucleares e hidroeléctricas), especialmente en la coyuntura actual.

Así pues, cerrar las nucleares supone otra oportunidad para el país y un alivio para la seguridad, un incremento del PIB y un respiro para el mercado eléctrico, indican.

Fuente: Greenpeace España.

Comparte: Activistas de Greenpeace se encadenan en el acceso a la central nuclear de Cofrentes para pedir su cierre definitivo