sábado, 28 febrero
Santiago Salinas Robles./
El 28 de febrero de 1925, hace justamente 90 años, muere un personaje muy peculiar y conocido en Requena: Don Emilio Zorita. Su pérdida fue llorada en nuestra ciudad puesto que era uno de esos Maestros, con mayúscula, que dejan huella en sus alumnos, en los políticos, en los círculos culturales y en los vecinos de Requena. Llegó a nuestra ciudad como maestro de primera enseñanza después de ejercer en Morón, Morella y Talayuelas y tras haber dado muestra de su gran altura como pedagogo en sus artículos en las revistas especializadas más prestigiosas del país: “Escuela Moderna” o “La Escuela”. En sus artículos pedagógicos vemos a una persona adelantada a su tiempo, una persona que ve en la educación la única oportunidad de España para salir de la permanente crisis, un maestro que lucha por una educación pública de calidad y universal en un país donde existían dos educaciones: una para pobres y otra para ricos.
Como maestro, vemos a una persona comprometida con sus alumnos, un maestro moderno que ya ponía en práctica eso que ahora llamamos “pedagogías alternativas” o “Escuela Nueva”, que no habla de castigo sino de diálogo, que no habla de autoridad, sino de respeto y comprensión, un maestro que roba horas a su reloj para dedicársela a sus alumnos, y que se afana en hacer que la escuela sea el lugar donde los niños deseen ir cada mañana.
“Luisito, no seas travieso, si no te mandaremos a la Escuela y allí, el señor Maestro, que tiene unos azotes de correa; y es muy malo, te castigará y te encerrará en un calabozo lleno de ratones […] y Luisito, angelical y bello como los querubines, siente por primera vez entristecer su alma y amargársele la existencia […] le robamos la alegría de vivir, que es su principal elemento […]”
“la obra más acabada y bella de la creación es el niño, ese ángel encantador y adorable del hogar, que nos sugestiona y hechiza con sus inocentes travesuras y nos seduce con sus juegos e incipientes ingeniosidades”
Don Emilio dedicó todos sus esfuerzos a cambiar la percepción que teníamos de la educación. El niño es el hombre del mañana, un niño sin una educación adecuada hoy es un hombre perdido en el día de mañana, y si de algo carecía España en los años 20, era de tener un sistema educativo público aceptable. Ni los edificios, ni los materiales, ni el nivel pedagógico de los maestros eran mínimamente adecuados, y los propios maestros se aventuraban por vocación a esta profesión que les hacía pasar literalmente hambre.
Cuando llega a Requena, en torno a 1922, el panorama educativo que encuentra Zorita era desolador. Las escuelas eran escasas y en ellas se hacinaban los alumnos, sin salubridad, sin higiene ni medios, escuelas en las que asistir era un acto de valentía puesto que eran foco de propagación de enfermedades (de hecho eran conocidas como “escuelas cuadra”). El interés del ayuntamiento era nulo por cambiar la situación ante los envites del maestro y los requenenses tampoco mostraban su descontento con la educación, más pendientes según Zorita, de la plaza de toros que de la escuela de sus hijos.
“Los escolares volverán a sus antiguos locales sucios, destartalados y escasos […] Señor alcalde, señores ediles, la provincia de Valencia cuenta con un 63 % de analfabetos. ¿Saben ustedes por qué? Pues sencillamente porque ¡solo tienen una escuela por cada doscientos alumnos! Y ¡agárrense ustedes! Requena, la ciudad que ustedes gobiernan y rigen […] corresponde doscientos sesenta y cinco alumnos.”
¿Cómo cambio yo esto? Pensaría nuestro ilustre maestro. Una de las soluciones que encuentra fue la de intentar concienciar a las familias de la importancia de la educación para comenzar a cambiar la situación, y para ello busca un medio de difusión como el periódico local- LA VOZ DE REQUENA-, donde escribía asiduamente desde el anonimato con el sobrenombre de “Juan de las Peñas”. Otra solución fue la de martillear una y otra vez a nuestros políticos del ayuntamiento, que siempre le contestaban con la frase “NO HAY DINERO”, y por ello amargamente lamentaba que no hubiera nunca dinero para escuelas pero si para la majestuosa plaza de toros,
“Una barbaridad de millones ¿eh? No tantos como costó esa escuela de la barbarie, que ingente y retadora ostenta su arrogante y coquetona construcción junto al barrio obrero”
También intentó Zorita que el barrio de las Peñas, su barrio, tuviera escuela propia, y que los alumnos no tuvieran que desplazarse a las escuelas del arrabal. Lo intentó por todos los medios, hasta que convenció a los vecinos del barrio para que echaran jornales en beneficio de la construcción de la misma. Hasta entonces, Emilio acogió a sus alumnos en la buhardilla de su casa, a los que dedicó un poema:
Allá en mi casuca,
Pegadica al techo
Tengo yo una jaula
Llena de jilgueros:
Jilgueros que cantan
Y recitan versos,
Prodigando amores,
Caricias y besos.
En 1924 comienzan las obras de la deseada escuela de las peñas, pero quedan paradas por falta de mano de obra, que el maestro intenta resolver en un llamamiento desesperado desde el periódico “La Voz de Requena”:
“Peñeros: fuera pereza y manos a la obra, que así nos lo exige nuestro amor de padres, nuestro deber de ciudadanos y la honra del barrio”
Apenas pasó tres años en nuestra ciudad, pero su labor y lucha por concienciar a ciudadanos y políticos fue extraordinaria. Su muerte, hace ahora 90 años, fue lamentada por todos, y el mismo ayuntamiento sufragó el coste del enterramiento y el nicho, y como no, puso su nombre a la escuela que tanto le había costado: La Escuela Zorita, escuela que todavía, con sus 90 años de historia, continúa siendo escuela de primera enseñanza.
¡Cuán bello es el niño! ¡cuán adorable y cuán digno de que se le eduque incesante y sabiamente! Educar… ¡Educar!… ¡¡Educar!! Emilio Zorita.